Julio Romero de Torres pintó a la mujer Laguna
Una procesión de vestidos largos y negros, asimétricos, con filigranas de cristales, flores y volantes.
Suenan las trompetas por Hannibal Laguna y resuenan unos compases que suenan a Semana Santa; así, de entrada, empieza la procesión de vestidos largos y negros, asimétricos, con filigranas de cristales, flores y volantes empastados sobre los hombros.
Entonces aparecen las mantillas joya, y el palmeo, y hasta a la danesa Iris Strubegger se le van las caderas aunque vaya de viuda negra. Es raro, pero poco aplaude un front row que normalmente se epata ante el corte y rasga de Laguna. Extraño porque sus vestidos empiezan a ganar volumen y descocarse, poco a poco se superponen texturas y descuelgan. Los faldones ya caen en cascada, las colas se rizan sin llegar a arrastrarse y el color oro hace su entrada triunfal en bordadas piezas.
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