Josep Font se estrena en Delpozo con un desfile mágico

Traducir a un porcentaje exacto qué cuota de ADN Jesús del Pozo se derivaba del estreno de Josep Font al frente de la rebautizada -ahora es DelPozo a secas- y recomprada firma -ahora pertenece al grupo Perfumes y Diseño-, ha sido el ejercicio matemático que ha hecho mentalmente la mayoría de asistentes al primer desfile de la MBFWM Primavera/Verano 2013 celebrado en el Parque del Capricho de Madrid.

Tan cerca y tan lejos de Cibeles. Tan lejos y tan cerca de ese París de palacios, jardines y luz del que no puede -ni quiere, ni debe, porque es hacia donde mira- desprenderse el diseñador catalán: él se ha llevado esta tarde la mejor parte del pastel. Sesenta a treinta cotizaban las apuestas. Aunque en ningún momento se ha tratado de anular con nuevas querencias el archivo del fallecido maestro. Font ha volcado en esta colección, y por lo tanto en este nuevo proyecto, toda la sabiduría y manejo de la Alta Costura clásica, de la que sigue y seguirá bebiendo porque es un creador de método, pero relajando muchos de sus tics, humanizando, en términos de comercialidad prêt-á-poter, a sus féminas.

De esa, su disciplina madre, nacen las técnicas artesanales empleadas en los bordados y el encaje, los preciosos fruncidos y jaretas, el origami o el nido de abeja, que aunque se solapen con flores recortadas o ristras de cuentas están incrustadas en vestidos, cuerpos -camisas y tops– o pantalones tan sumamente gráciles que no ensañan, ni abigarran, ni enturbian las siluetas. Éstas se construyen sobre la estructura levantada por el fundador de la casa -aunque a partir de crinolinas modeladas a mano por su sucesor- y se colocan e interceptan a golpe de fajín, cinturilla o sobrevolante. Un ejercicio nada obvio en el historial de un Font que se compromete así con la anatomía femenina. Mimándola, talándola -los cortes, siempre a la espalda, deja al tronco casi huérfano de escotes- y aunque en ocasiones al descubierto con transparencias, nunca manifiesta.

Aunque predominen el blanco, nude o rosa empolvado, el fluór, la rafia y los estampados rompen con la ligereza.

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Marina Pérez, de vuelta a las pasarelas, con pantalón harén y una preciosa torera de pétalos multicolores.

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De entre los escasos complementos destacan minibolsos y tocados pamela.

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Pase final con la clásica novia que cierra la mayoría de desfiles en la Alta Costura parisina. De fondo, la banda que ha amenizado el evento entonando versiones, entre otras, de «Moon River»: los Chinese BirdWatchers.

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