El ‘New Vintage’ de Chanel
Karl Lagerfeld prescinde de atrezo y rinde homenaje a Coco Chanel con uno de sus desfiles más descongestionados de las últimas temporadas.
Sin leones, glaciares, jardines palaciegos ni aviones de por medio, el escenario del Grand Palais se evacua y hace sitio para recibir a Karl Lagerfeld y ese nuevo vintage con el que asegura recuperar la esencia de Coco Chanel. Si no ya la puesta en escena, la recalcitrante atención al detalle y la composición de looks, le delatan especialmente cuando se trata de Alta Costura: no hay clásico tweed que valga cuando se ensambla a golpe de patchwork y acompaña de medias de fantasía y manguitos; no existe señorona en la sala cuando sus trajes son color sorbete -y en ocasiones desvelan su ombligo- con redecillas a modo de boina grunge. Diane Kruger estava avisada porque traía la suya de casa. Esa misma clienta está dispuesta a cambiar falda por pantalones abombachados y chaquetas sin botones ni solapas. Además de atreverse con abrigos acolchados y de efecto iridiscente.
Las lazadas y cuellos bebé coronan camisas y tops a partes iguales aunque con distinta proporción; es el broche que aligera de manera necesaria lanas y terciopelos que sobreviven a la noche transformados en inusuales prendas como chalecos y caftanes. Estos se alternan con monos de lentejuelas en tonos fucsias y violetas que dan paso a vestidos de pompones, brocados y rebanados; a cada pase más livianos y desprovistos aunque volcados en particularidades de lo más nobles; dibujando flores, volantes o rayas horizontales, y jugando a las transparencias y a los recortables.
Tras un año entero sin manifestar claros síntomas nupciales, Karl Lagerfeld recupera la figura de la novia para su acorde final, de la mano de una Lindsey Wixson engullida por un guardapolvo de plumas sobre faldón de tul.
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