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No las metas en lavadora: cómo cuidar unas deportivas para que duren muchos años

A cada material, su fórmula. Recopilamos trucos y productos para alargar la vida útil y mejorar la limpieza de esas zapatillas que no te quieres quitar nunca.

Si quieres limpiar tus zapatillas, la lavadora no es una opción.
Si quieres limpiar tus zapatillas, la lavadora no es una opción.Getty Images/S Moda

Las zapatillas están viviendo su momento. Convertidas en el calzado predilecto intergeneracional, la barrera que impedía llevarlas a la oficina o a un evento ha desaparecido. Ahora protagonizan estilismos en alfombras rojas o incluso bodas. Su éxito no solo se lo deben a un cambio de mentalidad que aboga por la comodidad para pasar el tirón de esas jornadas interminables; el calzado deportivo es el niño mimado del streetwear y, este, el nuevo lujo. En ese contexto que se puede etiquetar como sneaker culture no sorprende la obsesión por conseguir a toda costa y a cualquier precio determinados modelos que, cada vez más, se venden bajo el manto de la exclusividad -las nueva fórmula de éxito de las casas deportivas de toda la vida es asociarse con una celebridad y sacar una colección limitada conjunta que se agote en segundos-. Y el último paso en ese ceremonial de culto a la deportiva es su limpieza. ¿Cómo proceder?

La mejor forma de cargarte una zapatillas es meterla en la lavadora

El caucho, el pegamento, la gamuza o el plástico que llevan muchas de ellas sufre a partir de temperaturas medias. “Una lavadora no está diseñada para todos esos elementos. El zapato puede salir con una forma diferente, pelarse, agrietarse y la pintura podría desprenderse”, advierte Jino Jinowatt, experto en cuidado de calzado de la marca Jason Markk a The Guardian. Una información que habría resultado valiosa para tantos adolescentes que peleaban en casa por mantener sus Converse orgullosamente sucias y que un buen día llegaron a casa y las encontraron impecables pero con la suela curva y la tela encogida.

El único elemento de la zapatilla que sí se puede meter en la lavadora aprovechando otro lavado son los cordones. Otra opción es dejarlos en remojo con agua templada y jabón o algún producto específico limpiador.

El cepillo, la clave del mantenimiento diario

Lo ideal sería descalzarse las zapatillas e ir directos a por el cepillo para quitar la suciedad superficial que ha cogido durante el día. Para esa limpieza más ligera es mejor usar un cepillo cuyas cerdas sean blandas, con capacidad de arrastrar el polvo pero sin correr el riesgo de arañar el material. Si la deportiva es de ante, mejor usar un cepillo con cerdas de goma. Son el producto base de limpieza de calzado y lo más recomendable es conseguirlo en el zapatero del barrio, que además de conocer el producto, puede explicar cómo usarlo correctamente. Su precio ronda los 10 euros.

Las diferentes formas de enjabonado

El proceso es el mismo: un recipiente con agua y un cepillo -este de cerdas más duras- con el que predisponerse a frotar. Pero cambian los productos: en función del tipo de material a tratar o del grado de profesionalidad (y de inversión) que le queramos dedicar, podemos decantarnos por un producto jabonoso específico de limpieza de calzado (por ejemplo, los hay exclusivos para ante) o, en caso de zapatilla de lona o plástico, jabón neutro. La clave está en frotar bien, hasta que haga espuma, y enjuagar mejor.

El arte de secar bien

Una vez enjabonado y antes de dejar secar, se debe quitar el exceso de agua. Con una toalla o camiseta vieja, como apunta Jason Markk a GQ, o -claro- usando su toalla especial de microfibra, disponible en su tienda online por por 10 dólares (unos ocho euros).

Una goma antimanchas

La goma borradora hace su magia eliminando manchas a base de frotarla en materiales como ante, nobuck o plástico, lo que la hace perfecta para las deportivas. Especialmente para la parte lateral de las suelas o punteras. En España la venden marcas clásicas como Tarrago, con un precio que suele oscilar entre los cinco euros y los siete por bloque.

Salir del apuro con toallitas

Puede ser considerada la opción más apropiada para perezosos, pero no por ello es menos efectiva. En textiles resistentes y sobre todo en plástico o determinados cueros que pueden componer la deportiva, tirar de toallita es una forma cómoda de mantener a raya la limpieza del calzado sin grandes esfuerzos. La opción low cost: usar las mismas toallitas de bebé con las que podemos hacernos en el supermercado. La versión pro pasa por adquirir toallitas específicas para calzado, como las de la marca Crep (9,00 euros). Algunas de ellas cuentan con una capa granulada -similar a las toallitas faciales con efecto exfoliante- que se encarga de arrastrar la suciedad. Otras candidatas a la limpieza rápida y aptas para imprevistos son las espumas de limpieza en seco.

La cuestión del olor

Ventilar bien la zapatilla tras quitarla, sobre todo si realmente se ha usado para hacer deporte y se ha sudado. La humedad es un foco de mal olor que no conviene tratar de ocultar con sprays que perfumen superficialmente. Consejos a seguir: abrir la deportiva al máximo -quitando los cordones si es preciso- para que corra el aire. Si tiene plantilla extraíble, sacarla. Combatir el olor mejor con plantillas específicas o productos que absorban y prevengan la sudoración. El producto estrella: las toallitas secantes y antiolor que se dejan puestas sobre la planta de la zapatilla durante la noche.

Acabado perfecto

Volver de Glastonbury con las Adidas hasta arriba de barro y abandonarlas a su suerte durante un mes para después intentar limpiarlas no es la mejor manera de alargar su vida útil. A estas alturas ya queda claro que la dedicación ceremoniosa al cuidado del calzado y su frecuencia son fundamentales para que sigan pareciendo nuevas. Dos últimas sugerencias para un acabado perfecto: usar sprays protectores como paso final de la limpieza, que crean una película que previene de manchas los materiales (los hay específicos para deportivas, nobuck, cuero o ante). Y guardarlas en un lugar libre de humedad, sin amontonar y, preferiblemente, dentro de su caja, envuelto en el papel de seda como si, de verdad, se acabaran de comprar.

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