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Muros de inspiración

S Moda propone un reto a tres de los grandes creadores españoles: que expliquen con palabras dónde habitan sus musas. Cada uno realiza un recorrido personal a través de aquellas cosas que le empujan a la creación.

Creadores

MIGUEL DEL ARCO
Las obras que dirige, ‘De ratones y hombres’ y ‘Juicio a una zorra’, están de gira por España.

Llega con energía y pregunta si se puede incluir en su muro que le inspira saber que la cultura no es un lujo. «Ciertas cosas me pueden transmitir muchas emociones, pero, si al final no llego al público, ¿qué sentido tiene?», cuenta el director teatral Miguel del Arco, ganador absoluto de los últimos premios MAX. «El teatro es una actividad colectiva y me gusta empezar un proyecto junto con el equipo: actores, figurinistas, iluminadores, músicos, etc. Y, después de un día con estrés, me meto en la ducha y, cuando me relajo, me surge la idea que estaba buscando. Igual me sucede cuando cocino. Como fui chef durante años, para mí es algo muy mecánico: mi cabeza va por un lado, mi cuerpo va por otro y estar frente a los fogones se convierte en tiempo para pensar».

Por profesión y por pasión dice que necesita ir al cine y al teatro. «Tanto si son buenas como si son malas obras, siempre me sugieren algo. Y es la mejor forma de ver a los actores en acción». Cuando trabajaba en televisión iba en coche cada día escuchando a Cecilia Bartoli. «Como no tenía disciplina, llegar al plató era un drama, así que a las seis de la mañana me ponía a todo volumen una de sus arias y llegaba con una energía increíble». También confiesa que su iPod es una feria y que hablar de lo que está haciendo le ayuda a visualizar mejor sus ideas. «He ido a pedir una subvención y, según lo estaba explicando, he armado el proyecto». Pero su máxima inspiración aparece mientras fuma en el balcón de su casa. «Vivo en una calle en la que siempre pasa algo; eso hace que me meta en historias ajenas y me imagine otras nuevas». Lo mismo le sucede en el metro. «Es una ocasión única para escuchar conversaciones reales. Hasta me he pasado estaciones por no perderme el final de una charla entre adolescentes». Y para desconectar hay algo que nunca le falla: «El sexo, con él se me quitan todas las tonterías».

Un cuaderno en blanco en el que esbozar ideas o volcar imágenes sugerentes… O, por qué no, centenares de ellos. Así plantea Victoria el germen de sus proyectos; así se inspira.

Pablo Zamora

VICTORIA GARRIGA
Cofundadora del estudio AV62 arquitectos (www.av62arquitectos.com).

Al hacerle este encargo, Victoria, como buena arquitecta, cogió una Moleskine y se puso a dibujar, cortar y pegar fotografías. Pura poesía. Le salieron más de 10 páginas porque no podía dejar fuera, por ejemplo, citas de María Zambrano. «Leerla es como ver mis vagas intuiciones racionalizadas con la máxima inteligencia y belleza. Es la mejor compañía y compañera para los momentos de desorientación». O a Susan Sontag, «que dijo aquello de “es duro ser mujer si te crees de verdad con derecho a ser libre”. Ni a otro ángel, dura y simpática, como es Louise Bourgeois. El dolor exorcizado. La casa, principio y fin. Refugio y prisión». Pero si intenta resumir los poetas y escritores que le inspiran, podría rellenar varios cuadernos citando a Emily Dickinson, Miguel Hernández, García Lorca o Juan Ramón Jiménez. «Y la dureza y delicadeza de José Hierro con su poema La casa, mi preferido». Grandes de la danza como Gades, Cristina Hoyos, Maya Plisétskaya, Blanca del Rey o Alicia Alonso le han transmitido «la emoción del movimiento personal e intransferible de los cuerpos en el espacio».

Su ecléctica banda sonora es una gran compañera vital, y sabe qué le aporta cada uno: «La verdad de Camarón, la pureza de Meneses, la creación de Morente, mi juventud y Radio Futura y mi terapia musical es siempre The Cure». No olvida la inspiración que han ejercido en su trabajo otros arquitectos y diseñadores, como Enric Miralles. «Fue mi maestro. Sería un enorme privilegio haber podido interiorizar una mínima parte de la vitalidad de aquel titán del presente y de la materia arquitectónica, que es la de los sueños. Lo echamos mucho de menos». En cuanto a la pintura, «Pollock y Motherwell son mis Bruce Springsteen y Johnny Cash del arte». La niña que lleva dentro despierta frente a una imagen de Pipi Calzaslargas o ante una obra de Calder: «Sus colores son mis colores».

Música, arte, naturaleza agreste, su biblioteca de libros antiguos de gastronomía. Andoni encuentra en todo ello la chispa de su imaginación.

Pablo Zamora

ANDONI LUIS ADURIZ
Su restaurante, Mugaritz (www.mugaritz.com), está considerado el tercero mejor del mundo.

Andoni tiene ese aspecto de niño despierto pero despistado. Acaba de regresar de Bayreuth (Alemania), donde se celebra el festival más importante de Wagner. «Tengo mucha curiosidad por la ejecución, la técnica, la pasión y la contextualización de su obra». Su abuelo fue compositor y su padre, músico, «pero no tengo el oído más educado que cualquiera. Hay un disco, Iluani Erren, realizado por txalapartaris, un violinista canadiense y una cantante inuit, que me llega al alma sin hacer esfuerzo. Hay cosas para las que hay que entrenar el paladar, la mirada o el oído; para este disco no hace falta».

Le relaja ver jugar a los niños, «porque me proyecto yo en el juego», explica. Quiere que las cosas le conmuevan, «como me ha pasado con el lenguaje visual de Pina, el documental de Wim Wenders». Andoni necesita el contacto con otros creadores, profundizar en su obra. Por eso pasa una mañana en el estudio del artista José Ramón Amondarain, donde ha querido hacerse la foto. «Hay tantos paralelismos entre nuestras trayectorias, que nuestras luchas internas dialogan cuando nos sinceramos». En su búsqueda por interiorizar cómo le funciona la cabeza a un creador, «cómo refleja sus dudas o sus miedos en su obra», atesora en casa más de 200 libros de arte. «El último que ha caído en mis manos es de Robert Rauschenberg». Trae consigo otro, uno antiguo de Grimod de La Reynière, el padre del periodismo gastronómico. «Tengo ejemplares de cocina de hace más de 400 años y siento una responsabilidad intensa con mi biblioteca». La naturaleza más salvaje le pone la piel de gallina, le ocurre con el Flysch de Zumaia, un acantilado de estratos que el agua y el tiempo han dibujado en la playa de Itzurun. «Me conmueve ser consciente de que camino sobre las páginas del libro de la historia del mundo. Me sucede al pasear por el bosque de hayas trasmochas de Guipúzcoa, de una belleza sobrecogedora».
 

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