Vivienne Westwood, la señora del lujo activista
La diseñadora colabora desde 2010 con Iniciativa Moda Ética para producir en África, promover el activismo y conseguir mejoras sociales en países subdesarrollados.
«Ha llegado la hora. Es más importante que nunca trabajar por el futuro», advierte a esta revista Carlo D’Amario, director ejecutivo de la marca Vivienne Westwood desde principios de los años ochenta. El italiano y la diseñadora se conocieron poco después de presentar la colección Witches en París en la primavera de 1983; apenas un año después, la dama del punk trasladó toda la producción a Italia. Era 1984. Quizá su discurso revolucionario –que alentaba a desbancar al poder establecido– pareciera entonces el grito de guerra de una minoría contestataria y utópica. Al fin y al cabo, su mensaje no caló en una sociedad que se ha entregado, desde entonces, al derroche consumista del capitalismo neoliberal. Pero el planeta ha dicho ‘basta’. Y esta vez los jóvenes no van a permitir que nadie les tape los oídos ni acalle su voz. Al movimiento Youth For Climate (iniciado por la adolescente sueca de 16 años Greta Thunberg) se suma la conciencia ética y social de estas nuevas generaciones, que reivindican y defienden sus derechos con cada acción, también a la hora de comprar.
Antes del muro de Trump, ya existía una barrera comercial, que ha dividido históricamente el mundo por la mitad. El hemisferio sur ha sido siempre el gran marginado. Sus artesanos son desterrados de la cadena de producción del mercado del lujo, condenados a trabajar en condiciones pésimas. Vivienne Westwood empezó en 2010 a colaborar con Iniciativa Moda Ética (EFI por sus siglas en inglés) del Centro de Comercio Internacional (ITC), organismo conjunto de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). «Nuestro trabajo con el Centro de Comercio Internacional da a las personas oportunidad y sostenibilidad», señala Carlo. «Estamos hablando de trabajo», hace hincapié Simone Cipriani, director de EFI. Su lema siempre ha sido: «Es trabajo, no caridad». Para D’Amario, es un intercambio: «Compartimos técnicas y transmitimos nuestra experiencia a su artesanía. Soft Power». En castellano, ‘poder blando’ –término acuñado en los noventa que hace referencia a la influencia que tiene un Estado en el extranjero al margen de su acción diplomática, actividad directa económica o capacidad militar–. Para Carlo, la acepción moderna (más positiva) se centra en el poder de la sociedad de intercambiar ideas.
«Conocimos a Simone Cipriani hace tal vez 10 años y empezamos a trabajar con ellos para formar y emplear a algunas de las comunidades más desfavorecidas del mundo», teoriza Carlo. El objetivo final es conectar a los artesanos de África con las cadenas de valor mundiales de la industria textil. Los bolsos de esta colaboración se fabrican en talleres de Nairobi. Son accesorios que venden responsabilidad social. «Handmade with love» reza en la etiqueta (hechos a mano con amor). Desde 2015, el proveedor local que confecciona esta colección de Vivienne Westwood es una empresa social de artesanos de Kenia que, aunque originariamente se creó con el apoyo de EFI, ahora funciona como compañía totalmente independiente. El apoyo de Westwood ha sido clave en el éxito del negocio, ya que nunca esta colaboración ha tenido fecha de caducidad, sino más bien un compromiso a largo plazo. Para que el sistema sea sostenible, es necesario aplicar un modelo responsable. Las colecciones cápsulas (efímeras en esencia) son un mero lavado de cara.
En esta colaboración, cada bolso es una pancarta. Westwood sabe que la moda es una plataforma poderosa para lanzar (y vestir) mensajes. De la serie vegana Boston, en sarga de algodón –en la que se lee «We don’t sell cheap things but we sell things cheap», en castellano, “No vendemos cosas baratas, vendemos barato cosas”, del archivo de la marca–; a la shopping bag Westminster –estampada con el gráfico «Destroy», que la diseñadora usó por primera vez en una camiseta en 1977–; pasando por la bolsa Tiger, uno de los modelos favoritos de esta creativa atípica, que se lanzó en la temporada otoño-invierno 2001-2002 y ahora se edita en versión vegana en tejido Shuka, originario de Kenia.
Mientras el hemisferio norte asume la emergencia climática y corre para construir una industria alternativa de economía circular, en África hace años que entendieron la importancia de reciclar y reutilizar para hacer frente al vertido descontrolado de residuos. Las pequeñas cooperativas locales promueven técnicas de diseño, artesanía y segundas oportunidades. La empresa que trabaja con Westwood, por ejemplo, usa lona reciclada, carteles publicitarios de carretera, recortes de piel y latón reciclado en Kibera, el barrio de chabolas más grande de Nairobi. Allí, en el que algunos describen como «el escaparate de la pobreza en Kenia» –un slum de casas de barro o lata, sin agua corriente y con electricidad ilegal instalada por mafias–, se funden piezas metálicas como candados, maquinaria de desguace y chatarra de todo tipo para su reutilización.
La agitadora original
«Vivienne es un genio. Compartimos la determinación por hacer de este mundo un lugar mejor», comenta Simone Cipriani desde Ginebra, uno de los pocos días que pasa en los despachos del Centro de Comercio Internacional. La suya no es la vida de un diplomático enterrado en montañas de papeles. La mayor parte del tiempo está sobre el terreno, en África, Haití, Afganistán… «Como ella, la compañía que Vivienne ha levantado es una marca activista».
Para el proyecto, la implicación de Westwood ha sido clave. «La forma en que Vivienne comunica nuestro mensaje y consigue que este llegue al consumidor final es poderosa». Todavía recuerda cómo se conocieron. «Ya habíamos visitado su empresa antes; pero aquel día estábamos hablando con Christopher, el director de Marketing, cuando ella nos vio y preguntó ‘¿quiénes son?’. ‘Los de Naciones Unidas’, contestó Christopher. Y ella reaccionó como si fuera lo más normal del mundo que Naciones Unidas trabajara en moda». Poco después llegó el viaje a África. Todo su equipo se desplazó a Kenia para realizar la campaña de aquella temporada. «Vinieron con Juergen Teller, quien desde entonces es un gran amigo, además de gran fotógrafo y una persona maravillosa. Creó imágenes excepcionales. Teller tiene una manera de leer y captar la realidad única».
De todos los diseñadores que colaboran con Iniciativa Moda Ética, Westwood es la única que lo ha hecho de una manera constante, temporada tras temporada, sin dejar jamás de realizar un pedido. «Ha convertido el taller de Kenia en un proveedor más de su cadena de suministro. En otras palabras, lo que nació como una colaboración es ahora un negocio. Una de las claves del éxito es, sin duda, el tipo de producto que desarrollan con nosotros: diseñan piezas a la medida de los materiales disponibles y de las habilidades de los artesanos locales, lo que nos permite ser más efectivos en términos de calidad, márgenes, retribución…».
Para Simone, la responsabilidad social es lo más importante. «La sostenibilidad es fiabilidad». Y el compromiso de Westwood ha permitido mejorar las condiciones de vida de las personas que forman parte de la cadena de suministro. «Gracias a su constancia, se han creado puestos de trabajo estables y los artesanos han podido mudarse a apartamentos, pagar la educación de sus hijos… En definitiva, pensar en su futuro». Algunos han cambiado de empresa y hoy dirigen equipos de producción. «El proyecto da independencia; y la independencia es la llave de la libertad».
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