De las grandes firmas a precio de saldo a vestidos de Zara: el ‘boom’ de la ropa de segunda mano en Internet
El negocio de la ropa con vida previa atraviesa una época dorada. Con un importante matiz: hoy por hoy, el grueso de estas transacciones tiene lugar online.
Cada década tiene su estética. Si en los años 20 se llevaron la palma los largos y holgados vestidos de flecos que “liberaban” a la mujer, en los 50 el New Look que la devolvía la silueta marcada en la cintura tras la austeridad y la incorporación femenina al trabajo que supuso la Segunda Guerra Mundial y, saltando a los 90, los jerséis raídos y las botas militares encarnaban estéticamente el nihilismo del grunge, la primera década del nuevo milenio trajo consigo un tutum revolutum con una máxima clara: el “todo vale”. Con la variedad y la mezcla como credo estético, se popularizó entre el gremio fashionista el término vintage, galicismo que hace alusión a la ropa de segunda mano de toda la vida, pero que, leído en las más prestigiosas revistas de moda y repetido hasta la saciedad en sus escuelas, le daba al asunto un matiz más moderno, más insider y, definitivamente, más cool.
La fiebre de The Sartorialist, el blog de street style que evidenciaba el gusto de los neoyorquinos (y de casi todas las grandes ciudades occidentales) por el mix&match de épocas y estilos, y el auge de los blogs que descubrían al común de los mortales los templos de la segunda mano de pedigrí a lo largo y ancho del mundo, llevaron a todo fashionista orgulloso de serlo a señalar su ruta del vintage como prioridad en sus escapadas internacionales. Como con todo, Nueva York (con la mítica What comes around goes around y las llamadas boutiques de ‘designers resale’ de los alrededores de Madison Avenue, que ponían a la venta prendas de firmas como Prada, Valentino o Marc Jacobs de solo dos o tres temporadas atrás), Berlín (la inmensa Garage, Sing Blackbird, Paul’s boutique, Sommerladen o la cadena Pick&Wight, pionera en la venta del ropa al peso) o Londres (especialmente en los alrededores de Portobello) iban por delante. Las charity shops, tiendas a las que celebridades y ciudadanos pudientes donaban la ropa que ya no les cabía en el armario, también copaban una parte del pastel. En España, las tiendas de segunda mano han proliferado en la calle Velarde (donde confluyen, entre otras, Magpie, Loop, La Mona Checa, Williamsburg o Alphaville) y Barcelona, con las veteranas Le Swing, Ohlala!, Flamingo’s Vintage Kilo (que también dispone de dos tiendas en la capital) o Lullaby.
Y de aquellos polvos estos lodos: en 2020, la venta de la segunda mano mueve unos 30.000 millones de euros al año, lo que supone un 2% del mercado global de moda. Con un importante matiz: hoy, el negocio de la ropa usada se mueve a golpe de clic. Y ahí reside una de sus principales fortalezas: la ubicuidad. Si hasta hace unos años quienes deseaban rentabilizar la ropa que ya no usaban tenían que recurrir a mercadillos esporádicos en pequeños locales, pagar por el alquiler de éstos e invertir varias horas de su tiempo para una clientela local y muy reducida, hoy la venta online permite a los vendedores tener tus prendas disponibles las 24 horas del día para personas de cualquier lugar del mundo. Vender es fácil; comprar, más aún.
Fanny Moizant, cofundadora, allá por 2009, de Vestiaire Collective, fue de las primeras en verlo venir. Con un despegue tímido en sus primeros años de vida, la plataforma de re-commerce (así se conoce a la venta de segunda mano por Internet) lidera esta categoría en el segmento de moda premium y de lujo en la región europea con una comunidad de más de 9 millones de miembros que crece a un ritmo de 100.000 nuevos clientes cada mes y un catálogo de 600.000 productos de más de 4000 firmas, de Prada a Alessandra Rich y de Alexa Chung a Chanel, que a su vez pone a la venta 30.000 prendas nuevas al día. A finales del mes pasado, bajo el eslogan «Llamando a los activistas de la moda», la empresa lanzaba su campaña más ambiciosa, interpelando a potenciales nuevos usuarios a unirse a su «misión» de avanzar hacia la sostenibilidad permitiéndoles poner a la venta a la venta su primer artículo sin comisión alguna.
Con la economía circular como modelo natural, la empresa parisina se dirigía a su target en los siguientes términos: “Juntos podemos revolucionar la industria de la moda. Conviértete en activista: deja de comprar fast fashion, reduce, recicla. Compra menos, pero compra mejor. Ponte las prendas más y vuelve a venderlas también». El enorme potencial de Vestiare Collective (que ofrece tanto la venta directa entre sus miembros como un servicio de autentificación de las prendas en sus oficinas de París, Londres, Milán, Nueva York, Berlín y Hong Kong) no ha pasado desapercibido para los inversores, entre los que se encuentran Balderton Capital, Ventech, Condé Nast International o Eurazeo, grupo que se distingue por acelerar la transformación de las empresas en las que invierte. Con todo, el portal de venta de moda de lujo líder a nivel global es la californiana The Real Real, fundada en 2011, que copa el mercado estadounidense e ingresó 300 millones de dólares en 2019. En España, la recién llegada Best For Less puja por hacerse con el nicho del lujo a nivel local.
Pero no solo de Vuitton y Saint Laurent vive el re-commerce. En el segmento del mass-market, el líder indiscutible es la lituana Vinted, que cuenta actualmente con 30 millones de usuarios y precios más que populares. Sirva como indicador el coste de un vestido de Zara, la marca más vendida en la plataforma, que oscila aproximadamente entre los 8 y los 20 euros, dependiendo de su estado y sus características. Vinted es también la reina de las sorpresas, como dar con un par de mules usados de Miu Miu por 20 euros, algo relativamente habitual en la plataforma. Con más de 1300 millones de euros en ventas el año pasado, el innovador grupo de ropa de segunda mano, que ya absorbiera en 2019 a la española Chicfy por 10 millones de euros, acaba de adquirir (por una suma no revelada) United Wardrobe, su competidor holandés, lo que elevará su número de usuarios a 34 millones. Vinted supone la culminación del camino abierto, con proyección y expectativas bastante menores, por sitios web como Asos Marketplace, la división de ropa de segunda mano del famoso retailer británico, y, en menor medida, de plataformas multisectoriales del comercio de objetos usados como Wallapop o Ebay, que entre sus múltiples categorías de producto incluían un apartado para ropa y accesorios.
El auge del re-commerce supone toda una revolución en el paradigma del consumo de moda. Más allá de la diversificación de la oferta o de la posibilidad de comprar moda a precios bajos en un contexto de recesión económica (la primera, en 2008, coincidiendo con el nacimiento de estas plataformas, y la segunda en el marco pandémico del coronavirus), si algo diferencia al modelo de moda de segunda mano es que es el único que genera un residuo cero, fomentando además el alargamiento del ciclo de vida de la ropa: extender 9 meses la vida de las prendas (ahora las usamos un 40% menos que hace diez años) reduce la huella de carbono, el consumo de agua y los desechos hasta un 30%.
El alto impacto ambiental de la industria de la moda es una lacra a la que ya ninguna firma, por ética o por estética, desea verse asociada. Eso ha llevado a grandes marcas, especialmente de lujo, a virar hacia una moda más sostenible, con iniciativas como la renuncia al uso de pieles, la reducción de compuestos químicos en sus procesos, la reutilización de materias primas o la citada minimización de emisiones de carbono. Sin ir más lejos, el todopoderoso grupo Kering anunciaba el pasado mes de enero que las había reducido en un 36% en los últimos tres años. La expresión más explícita de todo ello es el llamado Fashion Pact, una iniciativa de François-Henri Pinault (presidente y CEO del citado grupo) que define su compromiso en tres áreas: la lucha contra el calentamiento global, la restauración de la biodiversidad y la protección de los océanos. Ente sus miembros figuran empresas de lujo como Burberry, Chanel, Farfetch, Karl Lagerfeld, Prada y (cómo no) Stella McCartney, marcas lifestyle como Diesel, Puma o Gant y empresas del mercado masivo como El Corte Inglés, Calzedonia, Mango, Carrefour o, ahí es nada, Inditex. Por otra parte, tiendas online multimarca como Zalando o gigantes como H&M han respondido al re-commerce abriendo incorporando una sección dedicada a esta variedad del comercio online. Con una importante salvedad: en su caso, los clientes que venden su ropa no generan ingresos, sino puntos para comprar más prendas del catálogo ordinario de estos portales.
Lo que es evidente es que, en tanto se sigan fabricando nuevas prendas, el viraje de todas estas firmas hacia la economía circular no contaminante dista mucho de ser completo. En el caso del re-commerce, sin embargo, constituye su propia esencia. En declaraciones a la agencia AFP, el director ejecutivo de Vinted, Thomas Plantenga, ha llegado a asegurar que “las personas que están tratando de hacer crecer las nuevas ventas de moda nos tienen miedo” y que cree que eso es “genial, pues beneficiará al planeta y al conjunto de la sociedad”. Impulsada por consumidores jóvenes, más concienciados con el respeto al medio ambiente, la coyuntura económica en Europa y el resto del mundo permite prever que más consumidores harán limpieza en sus armarios para obtener unos ingresos extra, que fue, de hecho, la idea original de Justas Janauskas y Milda Mitkute, los fundadores de la empresa en 2008. A las ventajas de la competitividad de los precios y la preservación de la naturaleza se une la amplísima variedad de los catálogos de las tiendas de re-commerce, cuyos parámetros y filtros de búsqueda permiten localizar prácticamente cualquier artículo de colecciones pasadas de cualquier firma: basta con que una de los millones de clientas que lo compraron en su momento lo ponga a la venta. Por otro lado, Vinted, Zalando y otras plataformas de venta ofrecen la posibilidad de intercambio de prendas entre sus usuarios, recuperando la figura del trueque y abriendo la puerta a un verdadero cambio de modelo en las relaciones comerciales. Con una previsión de crecimiento de entre el 15% y el 20% de aquí a 2025, todo apunta a que el fenómeno del re-commerce no ha hecho más que empezar.
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