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La legendaria noche en la que los vestidos de las Spice Girls lo revolucionaron todo

Más allá de la música, las ‘chicas picantes’ destacaron por sus originales atuendos, más cercanos al disfraz del papel que cada una representaba que a su estilo en privado.

Las Spice Girl recogen un Brit Music Award en 1997.
Las Spice Girl recogen un Brit Music Award en 1997.ana regina / getty

En enero de 1996 el astrónomo japonés Yuji Hyakutake descubrió el cometa C/1996 B2 y en mayo José María Aznar ganó sus primeras elecciones nacionales. Dos anécdotas intrascendentes en la historia del año si tenemos en cuenta que en verano las Spice Girls lanzaron Wannabe, su primera canción. Escrita en 20 minutos y grabada la misma tarde de su creación es el sencillo más vendido de la historia de un grupo femenino. El himno transgeneracional anima a anteponer los amigos a los romances.

Coser y cantar todo es empezar. En 25 años Emma, Geri, Melanie B, Melanie C y Victoria han vendido más de 100 millones de discos, protagonizado la película SpiceWorld The Movie, se han separado, disuadido y reunido, han actuado en la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, inspirado el musical Viva Forever y pellizcado el culo al príncipe Carlos de Reino Unido. Ahí es nada. Y no fue fruto de la casualidad sino del esfuerzo. Llevaban  trabajando en el grupo desde 1994; a excepción de Emma, que sustituyó a Michelle Stephenson un año después. Las Chicas Picantes, como las llamaban algunos medios en España, rompieron récords y ganaron algunos premios. Entre ellos los Brit Music Awards a mejor single, por Wannabe, y a mejor videoclip, por Say You’ll Be There. Tenemos que hablar de las Spice Girls vestidas para una noche en Las Vegas en los Brit Music Awards de 1997.

Imagen de la actuación que copó titulares por todo el mundo.
Imagen de la actuación que copó titulares por todo el mundo.Getty

Dentro de la banda británica, una de las escasas en las que no existió un único líder que lleva la voz cantante, cada una definió su propio rol. La configuración de cinco estéticas muy concretas ayudó a demarcar cada personaje. Las Spice Girls siempre parecían ir disfrazadas, lo que no les restaba un ápice de credibilidad. Por ejemplo, en el Festival de Cine de Cannes se presentaron a bordo de una embarcación, cada una con un atuendo a su gusto, pero todas con pañuelos en la cabeza como si estuviesen llegando en el descapotable de Thelma y Louise.

La noche del 24 de febrero, en la que se celebró la entrega de premios británicos, pisaron la alfombra roja del londinense Centro de Exhibiciones Earls Court vestidas para ir al casino. A primera vista puede parecer una elección caprichosa, pero tenía todo el sentido. Acudieron a la ceremonia a jugarse toda su credibilidad como estrellas de la canción con dos únicas fichas en las apuestas que decidían la mejor canción del año anterior y la que determinaba el mejor vídeo musical. Tenían el favor de las masas, pero no el respeto de la crítica ni el apoyo de sus compañeros. Liam Gallagher, vocal entonces de Oasis, se negó a ir a la gala alegando que «si me encuentro con las Spice Girls les daría un bofetón».

Las Spice Girls recogiendo en 1997 uno de los dos premios británicos de la música que recibieron ese año.
Las Spice Girls recogiendo en 1997 uno de los dos premios británicos de la música que recibieron ese año.getty

Con su primer videoclip, en el que Geri lleva un vestido de vedette de 20 libras que había comprado en Notting Hill y Mel C un pantalón de chándal, sentaron las bases de su política: hacer las cosas a su manera sin dar explicaciones y con el fin de divertirse. Esta filosofía de vida la resumieron en su grito de guerra: Girl Power. Al establishment musical se le cayeron los palos del sombrajo.

Emma Bunton, la benjamina del grupo, era Baby Spice. Una especie de Este chico es un demonio de rostro angelical con sonrisa traviesa. Vestía prendas cortas en color blanco o rosa algodón de azúcar y zapatones de plataforma. Esta Lolita noventera (hoy sería mucho más difícil defender este estereotipo) se deshizo de sus coletas para asistir al recinto para eventos con un moño y una tiara de bisutería como las que utilizan los niños para emular ser una princesa. Su vestido, con escote palabra de honor en encaje blanco, parecía haberlo rescatado de su baile de graduación.

Mel C fue Sporty Spice. Pasaba en patada voladora (que lanzaba al aire en cada actuación) de los asfixiantes roles de género y en la mayoría de los bolos presumía de cara lavada y chándal. Hoy hubiese sido una más; entonces era diferente. La cuadriculada sociedad de entonces cuchicheaba sobre su orientación sexual al tiempo que servía de inspiración a millones de niñas en todo el mundo que empezaron a cuestionarse la necesidad de presentarse en público enseñando las piernas. A los Brit llevó un vestido largo recto con tirantes espagueti marrón y negro y el pelo suelto. Algo realmente inusual en ella. Encarnaba con esta pieza bicolor multifunción –que lo mismo servía para ir a una boda que a una sala de fiestas- el espíritu de la moda de la década: el famoso minimalismo de los 90. Aquella noche antes de abandonar el escenario le gritó al impertinente Liam: ¡ven e inténtalo si te crees tan duro!

Geri Halliwell era la descarada de la cuadrilla. Se la conoció como la Ginger Spice y se la reconocía por su minivestido confeccionado con la bandera de Gran Bretaña, además de por su melena de fuego. Aquella noche la cantante que fue la primera en abandonar la formación para emprender su camino en solitario llevaba un vestido de escote corazón y raja en la falda que dejaba ver unos botines con plataforma. Con sus lentejuelas rojas y su gargantilla de colgantes parecía Jessica Rabbit, el mayor icono sexual de animación.

Mel B o Scary Spice interpretó el papel de alocada que se reivindica como es en cada gesto. Moleste a quien moleste, caiga quien caiga y esté donde esté. Toda una personalidad. Era salvaje, como su pelo afro,  y por eso sus atuendos se confeccionaban sobre la base de un estampado animal. Para recoger su par de premios se vistió con una prenda cuyo amplio escote rozaba su ombligo, lo que le obligaba a llevar un sujetador para no ofender las morales más sensibles. Estaba hecho en una tela de estampado de serpiente desdibujado en amarillo, azul y rojo. La base de su inspiración podría ser la serpiente rey. En el cuello llevaba un collar africano. Era quien era y venía de donde venía.

Victoria Beckham fue la Posh Spice. La chica pija picante. Hoy, reconvertida en diseñadora de éxito, parece haberse reconciliado con su pasado como cantante. Era y es un icono de moda. Hablaba poco y posaba mucho. Vestía casi siempre con minivestidos palabra de honor y cruzaba la pasarela con altísimos tacones de aguja. Su ropa no era elegante pero ella parecía elegante. A la gala acudió con un vestido semitransparente con un estampado que dibujaba una especie de corsé que no impedía que se le transparentase la ropa interior. Victoria no iba disfrazada de nada. Es exactamente el mismo vestido que hubiese elegido la Victoria de entonces si hubiese sido cantante soprano o actriz de teatro clásico. Siempre le ha gustado ir a la moda y no es un placer culpable ni nada de lo que avergonzarse.

Hoy las Spice Girls no escandalizarían a casi nadie precisamente porque existieron las Spice Girls antes. Estas cinco chicas se hicieron con el foco musical derribando todos los estereotipos impuestos a las mujeres hasta entonces y construyendo su propio camino en base a la libertad de elección. Su feminismo no era académico, pero era real. Además no eran rivales entre ellas; las cinco firman como autoras el total de sus canciones. Miraban a los ojos y superaban en ventas a los hombres que partían el bacalao en la industria discográfica. El eslogan Girl Power (poder femenino) acabó estampado en el más variado número de baratijas, pero llegó a la gente. A mucha gente. Sus imágenes la noche de los Brit Awards del 97 también. Vestirse es un acto político, disfrazarse es un activismo político.

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