¿Por qué cambiamos tanto de look?
Es célebre por sus frecuentes cambios de imagen. De rubia a morena, de robusta a demacrada, de niña mala a mujer ejemplar… Nicole Richie ha mutado de aspecto decenas de veces. Y de actitud. «Es un signo de los tiempos. Es el resultado de una sociedad con menos cánones y con unos códigos menos estrictos. La filosofía de nuestra época es el individualismo: cada uno es libre de reconstruir su identidad a través de la apariencia», explica a S Moda el ensayista Gilles Lipovetsky. Y añade: «La seducción es monopolio femenino desde el siglo XIX; por eso, ellas juegan más que ellos con su aspecto».
No es la única. Lindsay Lohan, Kate Winslet, Victoria Beckham, Rihanna… La lista de modelos, actrices e it girls que experimentan con su look es interminable. «Las profesionales del espectáculo son las más atrevidas a la hora de explorar nuevos métodos. Son iconos que contagian a la sociedad y su osadía es una manera de afianzar la personalidad y de vender su obra», opina Gustavo Sordo, cirujano plástico estético.
La modelo Valeria Lukyanova lo sabe: «Cuando nuestro cuerpo roza la perfección, la degradación física empieza: todavía me queda mucho por hacer para tener el aspecto ideal», confiesa este fenómeno virtual en un reciente documental de Vice. Y eso que ya ha cincelado su silueta más que la media. Las dimensiones de esta ucraniana –con casi un millón de seguidores en Facebook– se asemejan a las de Jessica Rabbit: cintura de avispa, pechos torpedo y mirada de dibujo anime. ¿Para qué quiere este físico? No solo para posar en revistas. Lukyanova es una gurú y difunde sus ideas espirituales en la Red. «Cuando una monja habla de lo místico nadie la escucha. Pero si lo hace una mujer hermosa, sí. Yo me aprovecho de esta realidad», dice.
Las celebridades son un filón para la industria de la transformación y permiten hacer caja a peluqueros, maquilladores, cirujanos y médicos estéticos. «Son una fuente de inspiración a la hora de cambiar el peinado de las clientas. Ahora, por ejemplo, triunfa el corte a lo Michelle Williams», cuenta Patrick Phelippeau, director general de Jean Louis David. Manuel Rodríguez, director creativo de Rizos, coincide. «Definitivamente, sientan cátedra: ¿quién no ha ido al salón con una foto de Meg Ryan, Jennifer Aniston o Miley Cyrus?».
Para Alaska, el cuerpo es experimentación: como su música, sus películas y sus series, su silueta es parte de su obra y evolución. ?
Getty Images
Pero esculpirse no es solo obsesión de famosos. La continua búsqueda de la perfección y la necesidad de cambio es una conquista del siglo XXI, un derecho mundial: modificar el cuerpo se ha popularizado. La prueba: los sectores dedicados a moldear la imagen son inmunes a la recesión. El número de intervenciones de cirugía y medicina estética aumentó en el mundo en un 10% el año pasado, según un estudio de Imcas, un prestigioso foro de dermatólogos y cirujanos. Las cifras oficiales dibujan un panorama similar: 14,7 millones de este tipo de procedimientos se llevaron a cabo en 2011, un 4% más que en 2010 (datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, Isaps). Estas operaciones mueven un dineral: el año pasado, generaron 4.400 millones de euros y el Imcas prevé que alcancen los 4.900 millones de euros en 2013. «El ser humano es presumido por naturaleza, por eso esta industria siempre tendrá futuro», opina Olga Martí, directora de la empresa de estética Avantwell.
Hasta Grecia pasa por el bisturí; de hecho, son de los que más lo hacen. Se trata del segundo país del globo donde más intervenciones se realizan por habitante: uno de cada 79 griegos se retocó en 2011, según la Isaps. Conviene recordar que la UE ha rescatado al país y que su tasa de paro es del 26,9%. ¿Y a qué viene esta adicción, cueste lo que cueste? El cuerpo es capital, el siglo XX lo ha convertido en atributo, mercancía y currículum. «Me temo que el desempleo podría devolver a la mujer a su antiguo papel: ser atractiva para casarse», aseguraba el psicólogo griego Matthew Josafat en el Daily Mail.
En España, más de lo mismo: solo en cirugía y medicina estética, se desembolsan 1.000 millones de euros anuales, según datos de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) y en peluquería, 5.000 millones de euros anuales (datos de Stanpa). «Tener buen aspecto es una ventaja competitiva: facilita las relaciones sociales y la entrada al mercado laboral», opina Alberto Morano, miembro vocal de la SEME. Y añade: «En parte, el paro ha empujado a los hombres a entrar en la clínica de medicina estética en nuestro país: el número aumentó en un 30% en 2011, y en un 20% en 2012. El de las mujeres se mantiene; pero ellas siguen siendo las que más se operan».
El boom estético tiene otras motivaciones: los tratamientos se han abaratado en torno al 20% en una década, y los resultados de los retoques de última generación –bótox, lifting del vampiro, ácido hialurónico– se ven muy rápido. Y no requieren postoperatorios, cicatrices o anestesia. Quizá la punta de lanza del tratamiento exprés sea el Mommy Makeover, el arregla mamás. «Es la multioperación más popular en Estados Unidos. Incluye liposucción, cirugía de senos y abdominoplastia y permite recuperar (y mejorar) el aspecto que se tenía antes del parto», informa Gustavo Sordo.
¿Por qué siguen siendo ellas las que más se operan y retocan? «Las mujeres moldean más su silueta que los hombres [un 90% frente un 10%, según la American Society for Aesthetic Plastic Surgery] porque en Occidente existe una diferencia histórica entre la noción de cuerpo masculino y femenino. Ya los tratados de belleza del siglo XVI establecían que ellas debían ser bellas y ellos, terribles», explica a S Moda Denis Bruna, historiador y comisario de la muestra Les mécanismes des dessous (en el Museo de las Artes Decorativas de París). «La ropa interior, como otras técnicas actuales, ha servido más para rediseñar la silueta femenina que el cuerpo masculino. La lencería es la prehistoria de la cirugía», afirma.
Hay teorías más polémicas: «La mujer basa su seguridad en su aspecto; el hombre, en el poder económico y en signos materiales como un buen coche», compara Paz Cerdá, dermatóloga y miembro de la Academia Española de Dermatología. La ensayista Louann Brizendine va más lejos y asegura en El cerebro femenino (RBA) que las mentes marcan la diferencia: ellas están más preparadas para la comunicación, la empatía y las emociones. Ellos, para la acción. Lo que explicaría por qué las féminas están más preocupadas por cuidar su imagen de cara a los demás.
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