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Paula Fox, la abuela escritora de Courtney Love a la que ha resucitado la serie ‘You’

La protagonista de la ficción de Netflix, una aspirante a escritora, compra Personajes desesperados, obra cumbre de la autora estadounidense fallecida en 2017. Su vida fue de novela: sus padres eran amigos de Francis Scott Fitzgerald y vivió con Marlon Brando.

Beck, la escritora novel que protagoniza 'You', compra un ejemplar de una obra de Fox.
Beck, la escritora novel que protagoniza 'You', compra un ejemplar de una obra de Fox.Netflix

La serie You, que se ha convertido en uno de los últimos fenómenos de Netflix, ha generado cierta controversia por la glamourización del personaje masculino protagonista, un acosador y asesino en serie a quien interpreta el actor Penn Badgley, en la memoria colectiva también gracias a su paso por Gossip Girl, otra producción televisiva icónica. Más allá de las polémicas o las interpretaciones en clave sociológica que se están haciendo del argumento, puede estar sirviendo también para incentivar la lectura entre su público potencial. Puesto que la protagonista femenina, que responde al rimbombante nombre de Guinevere Beck, sobre el que ella misma ironiza en otro punto de la historia, es una aspirante a escritora, no es un mal planteamiento de guion que acuda a una librería de Nueva York en busca de un libro de la escritora Paula Fox (Nueva York, 1923-2017), un buen referente para una aspirante que no quiere ser alguien del montón y busca escribir literatura genuina. El vendedor, que no es otro que el ya mencionado psicópata, le recomienda Personajes desesperados, quizás la novela más emblemática de la abuela de Courtney Love, hecho biográfico del que también se deja constancia en la secuencia.

La biografía de Paula Fox daría para un argumento aún más enrevesado y dramático que la serie You. Era hija de los guionistas Paul Harvey Fox y Elsie De Sola (cubana de origen español), quienes, además de alcohólicos, se movían en el círculo de otro bebedor empedernido, Scott Fitzgerald, autor de El gran Gatsby, y su mujer, Zelda. Cuando se divorciaron, tras una relación tormentosa, se desentendieron de ella y la dejaron en un orfanato, donde permaneció hasta que su abuela materna la sacó de allí, pero como tampoco tenía recursos económicos para hacerse cargo de ella, fue pasando de mano en mano, entre familiares y amigos, en Cuba, Nueva Orleans y California. Años más tarde se reencontraría en diversas ocasiones con sus padres, de quienes guardaba un recuerdo terrible, en especial de su progenitora: “Era un terror. Era española, pero más como del siglo XVI, de un periodo en el que a la gente le cortaban la cabeza. Muy bella, en un sentido español muy duro, como un Velázquez. Su voz también era preciosa, muy profunda. Me solía decir cosas terribles como que cuando salió del hospital después de haber dado a luz miró a las flores y afirmó: ‘Me habéis robado la primavera’”, manifestó la escritora en una entrevista en The Telegraph en 2013.

La autora, fotografiada en su casa de Brooklyn en 2007.
La autora, fotografiada en su casa de Brooklyn en 2007.Getty

Tras finalizar la Segunda Guerra mundial, Fox trabajó como corresponsal en Polonia para una agencia de noticias y después regresó a Estados Unidos, pero su carrera literaria aún era una quimera, pues su primera novela la publicó a los 43 años, tras una larga temporada dedicada a la docencia y a tutelar a niños problemáticos. Antes de llegar a ese punto vital, compartió apartamento en Nueva York con una profesora de interpretación y un entonces desconocido Marlon Brando. Cuando, a los 19 años, se quedó embarazada de su hija Linda (madre años más tarde de Courtney Love), repitió lo que hicieron sus padres con ella: la dio en adopción. Una decisión motivada porque no tenía medios económicos para sacarla adelante y de la que más tarde se arrepintió.

Convertida en una respetada psicoterapeuta, Linda buscó a Paula, su madre biológica, y se reencontraron hace unos 25 años. Sin respuesta quedó si el protagonista de Un tranvía llamado deseo era en realidad su padre y abuelo de Courtney Love. “Antes de operarme la nariz era igual que él. Se fue a la tumba sin decirnos ni a mí ni a mis hermanos quién era mi abuelo, pero yo creo que fue Brando. Es muy posible. Una vez le pedí a Warren Beatty que se lo preguntara a Marlon, pero dejaré la respuesta para mis memorias”, declaraba a Page Six la viuda de Kurt Cobain, líder de Nirvana, poco después de la muerte de su abuela.

Tras su embarazo no deseado, al parecer, consecuencia no de una relación sentimental sino de un encuentro sexual de una sola noche, Fox vio fracasar dos matrimonios, pero acabó encontrando el amor en el traductor y crítico literario Martin Greenberg, con quien vivió durante más de 40 años. “Mi primer marido era un alcohólico y un cobarde. Era actor y no me gustaba ni en el mismo momento en que me estaba casando. El segundo no era en absoluto como mi padre, no era alcohólico, pero era distante y frío”, contaba la autora en el mencionado diario británico, al que recibió en su casa de Brooklyn, donde entabló una entrañable amistad con Philip Roth, artífice de Pastoral americana y La mancha humana, y tuvo de vecino al británico Martin Amis, autor de El libro de Rachel y La viuda embarazada.

Pese a tantos vaivenes e infortunios, la vida le dio la oportunidad de redimirse y, sobre todo, de estrechar lazos con su primogénita (tuvo otros cuatro hijos), con quien mantuvo una buena relación hasta el final de sus días, como explicaba en la misma entrevista: “Además conozco a todos sus hijos, excepto a Courtney Love, que es una mujer horrible. En una ocasión me llamó porque estaba rodando una película en Brooklyn Heights y le dije que se pasara a verme, pero no lo hizo. En otra ocasión llamó a su madre y le preguntó por qué yo hablaba tan mal de ella y se inventó una conversación terrible que supuestamente habíamos tenido”.

La autora, que falleció hace dos años, está viviendo una segunda resurrección gracias a su mención en You, pero la primera sí pudo disfrutarla, aunque algo mermada de facultades, pues en un atraco en un viaje Jerusalén en los años noventa se golpeó la cabeza y la lesión la dejó incapacitada para escribir historias largas. Por eso, se tuvo que conformar con sacar adelante relatos cortos y sus memorias. El responsable de rescatarla del olvido fue el escritor Jonathan Franzen, artífice de celebrados títulos como Las correcciones y Libertad, y uno de los más laureados de su generación. Cuando descubrió Personajes desesperados se quedó fascinado y dejó constancia de ello en un ya célebre ensayo titulado Why Bother? (¿Por qué molestarse?), que publicó Harper’s Bazaar en 1996. En él recomendaba los lectores que no se perdieran lo que consideraba es una gran obra maestra, opinión que también compartía con el infortunado David Foster Wallace, autor de La broma infinita, que se suicidó en 2008.

Beck y Joe, los protagonistas de ‘You’, en la librería de la serie.
Beck y Joe, los protagonistas de ‘You’, en la librería de la serie.

“El trabajo de Paula no estaba realmente perdido, siempre había sido conocida por los amantes de novelas de niños e incluso durante la década de relativo eclipse, en los ochenta y primeros noventa, sus novelas tenían un pequeño grupo de seguidores apasionados. Así que descubrí su libro no por casualidad sino por el boca a boca. Estaba en un encuentro con escritores y Sigrid Nunez –una escritora estadounidense de origen alemán– insistió en que la leyera de inmediato. Fue un descubrimiento o, aún mejor, una revelación. Parecía que una autora de la que no había oído en mi vida, Paula Fox, se había sentado a finales de los años sesenta a escribir una novela específicamente para mí en ese momento de mi vida, no me lo podía creer”, le desvelaba Franzen en 2017 al prestigioso periodista cultural Jeffrey Brown.

En aquella época Franzen se estaba separando de su mujer, así que se sintió plenamente identificado con la pareja en descomposición que protagoniza la novela y la leyó una y otra vez en busca de significados que ni la escritora había buscado al crearla, como la propia Fox le desveló cuando se conocieron. “Amaba los animales y los niños, y los respetaba. Era alta, bella y grande. Era una juez durísima de la gente imbécil y cruel, una defensora de los débiles, los que tenían problemas o los desarraigados. Citaba pasajes de Yeats de memoria, como a alguien a que la literatura le ha salvado la vida, pero también podía ser muy tonta (en el buen sentido). Le encantaban un Martini y un cigarrillo”, aseguró el escritor.

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