Oda a la raya al medio
Una vez me maquilló Pat McGrath. Yo rocé el cielo y ella me rozó con sus dedos, que recuerdo rápidos y fuertes, para aplicarme un poco de corrector y de base. El gesto duró unos 20 segundos, pero a mí me sirvió para contarlo mucho,
para recordarlo más y para poder comenzar esta columna con una frase decente. De acuerdo, no es la de Aureliano Buendía recordando la tarde remota en la que fue a conocer el hielo, pero es un arranque digno.
Me acordaba de este momento que Pat McGrath debió olvidar en cuanto se limpió las manos, mientras veía la presentación de Valentino de la colección Des Ateliers (otoño-invierno 2021-2022). Tuvo lugar hace algunas semanas en Venecia y si no lo ha visto quizá es porque vive en una cueva o ha estado haciendo un panchakarma en el Himalaya, algo que, por cierto, tampoco es mal plan. Quien lo vio recordará la teatralidad casi vaticana, la orgía de colores y la cadencia de las personas que caminaban al ritmo de la música de Cosima. El maquillaje era de McGrath y la peluquería de Guido Palau, colaboradores de Pierpaolo Piccioli, y el trabajo de ambos era tan moderno y simple que pasó desapercibido. Ni a primera vista ni en el vídeo del desfile destacaban, porque ellos son tan grandes y están tan pasados de rosca que saben que no estaban ahí para brillar, sino para que todo brillara.
Vi el desfile una vez, me desmayé un poco y al día siguiente volví a verlo. Busqué las fotografías y me fijé en más detalles. En las trenzas y coletas con raya al medio. Vi a Mariacarla Boscono peinada así y corrí a arreglarme mi cola despeluchada. Cualquier recogido con raya al medio tirante es mi peinado favorito. La raya al medio no es de cobardes, es severa y dramática. Me encanta. Es capaz de convertirte en Jackie Kennedy viuda paseando por Capri y fotografiada por Settimio Garritano, en Ali MacGraw en Love Story o en Cher en muchas situaciones. Me encanta. Todo vestido parece más caro cuando lo llevas con un recogido y raya al medio. Me encanta. La raya el medio tiene un poder transformador: convierte a quien la lleva en alguien sin miedo, alguien valiente, valiente Valentino.
Un recogido con raya al medio no requiere preocupación, ni actualización: se mantiene solo. También es el peinado que se le hace a las niñas para que no les moleste el pelo. Pienso en esto y recuerdo Braids, un retrato de Andrew Wyeth. Helga Testorf posa en él con jersey de cuello alto y unas trenzas. La suya es una raya al medio meditabunda y maravillosa. Nunca he tenido el más mínimo interés en casarme, pero si me da por ahí lo haré con una coleta tirante y una raya dibujada con un tiralíneas, como lo hizo Giovanna Battaglia vestida de Alaïa en uno de los mil looks que llevó en su boda: cara descubierta, flores en el pelo y pendientes grandes. La generación Z parece estar de acuerdo con esta loa a la raya al medio: en febrero surgió una polémica en TikTok acerca de si la raya al lado estaba pasada; como era previsible la controversia duró un nanosegundo. Seesderayaalmediooseesderayaallado. Soy del medio, aunque a veces la lleve al lado, igual que soy una niña de gafas de cristal grueso aunque lleve lentillas.
La raya al medio demanda, al menos, uno de estos tres requisitos: piel de calidad, buen maquillaje de ojos y escasa timidez. Pat McGrath, en ese desfile que tanto se gustó a sí misma y al mundo, cogió los lápices de colores y se lio a pintar ojos. Los delineó con eyeliner de los mismos colores que la ropa, a veces en contraste, a veces iguales. Se veían ojos color lima, verdes, púrpura y rojos sobre párpados de pieles de distintos colores. Era muy sencillo, era moderno, era Pat McGrath y era Valentino.
He intentado replicarlo en casa con resultado entre irregular y pésimo, pero voy a seguir haciéndolo porque la vida es demasiado corta para usar solo eyeliner negro; o para no usarlo. Yo no empecé a pintarme el ojo hasta los 40 y cuando lo hice entendí por qué el tiempo, los asesores políticos y los virus pasan, pero el eyeliner permanece. La coleta tirante con raya al medio, sin embargo, la llevo desde pequeña. No debo ser tan cobarde. Mientras escribo estas líneas vuelvo a ver el desfile Valentino en YouTube y me pregunto si las modelos olerían a algún perfume en particular. También me detengo en las extrañas medias de colores que aparecían, caídas y sin cubrir los dedos, y recuerdo el cajón que tengo lleno de medias buganvilla, verde menta y mostaza esperando una excusa para ser usadas; me la ha dado Pierpaolo. El verano se acabará en un mes, guardaremos los trajes de baño y, alguna tarde comenzaremos a tener frío en las piernas. Ese será el día en que empiece el curso, el año o como cada cual lo llame. Este debería ser un otoño de medias de colores. Ellas, como la raya al medio y el eyeliner verde, están en el límite: son capaces de lo mejor y lo peor. Tengo que buscar las mías. De cobarde, nada.
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