Proenza Schouler, estandarte de la moda neoyorquina, emigra a París
El ultimo desfile de la firma en Nueva York es una oda a esta ciudad y la energía combativa que se respira hoy más que nunca en sus calles.
Nueva York es un símbolo de libertad y de tolerancia, valores que se han visto amenazados desde que Trump ocupa la Casa Blanca. «Esta colección es una celebración de Nueva York. Una oda al espíritu de la ciudad y a todos los personajes que viven en esta metrópoli», defiende Lazaro Hernandez en el backstage.
De las protestas urbanas al activismo a través de la moda. «Queríamos diseñar piezas que capturaran la energía del momento [político y social] que estamos viviendo. Son prendas que beben directamente de la energía y la fuerza de las calles. De esa voluntad que moviliza a la gente. Que invita a alzar la voz. Que promueve la acción. Que quiere marcar la diferencia», describe Hernandez.
La generación FF: ‘fashionistas’ y feministas. «Pensamos en las mujeres de hoy y en su entereza, que es esperanzadora. Diseñamos para una chica que se pone unos zapatos planos y una chaqueta y sale a la calle para luchar por una causa importante. Una fémina que tiene fuerza para hacer escuchar su voz. Que no se queda encerrada en el baño acicalándose. Esa no es la actitud. Hoy no vale quedarse de brazos cruzados. ¡Habla!, ¡actúa!», insiste.
Así es el espíritu que se respira dentro de los estudios de diseño. «Todos nuestros amigos están alzando la voz. Salen a protestar con sus abuelas, con sus hijos. Para nosotros las últimas tres semanas han sido increíbles. Ser testigo de un movimiento como la marcha de las mujeres es un chute de energía brutal; que te obliga a inyectar ese mismo sentimiento en cada uno de tus diseños. La unidad es inspiradora. Es algo que se respira en Nueva York», reflexiona Jack McCollough. Curiosamente, Proenza Schouler se fundó en 2002, poco después del 11 de septiembre, otra fecha que movilizó a la ciudad y que convirtió Manhattan en un símbolo de resistencia y unidad.
Cómo se traduce ese espíritu reformador en las prendas: «Tienes piezas de piel, pantalones que emulan bolsas de basura, e imprimen belleza al término ‘refugiado’. Hemos querido hacer bellas piezas que otros tacharían de desecho o basura», dice McCollough. «Hay abrigos de piel de cordero plastificados; vestidos de guipur con una capa plástica que confiere un aire industrial a la prenda». Además de tops técnicos y vestidos asimétricos que, como si de un vendaje contemporáneo se tratasen, cubren unas partes del cuerpo y dejan otras al descubierto.
El detalle: El tratamiento del logo, que aparece en etiquetas extralargas que cuelgan de cremalleras en las chaquetas cruzadas y también en los bolsos.
El aplauso de otros creativos: El diseñador belga Raf Simons, que días antes había hecho su debut al frente de Calvin Klein, entró al backstage para felicitar al tándem.
Cambio de agenda: Llevamos meses de desconcierto, de reajustes de calendario, de modificaciones en las reglas que distinguen entre semanas de la moda (entre prêt-à-porter de mujer y prêt-à-porter de hombre; además de altura costura), de temporadas (con seis meses de espera o fórmulas «lo veo, lo quiero»). El desfile otoño-invierno 2017/2018 que hemos visto en Nueva York es el último que presentan siguiendo el formato tradicional. «Son demasiadas colecciones, demasiados meses de espera», razona McCollough. Conscientes de que la pre-colección acaba teniendo más peso en las tiendas que la línea principal, han decidido unificar ambas propuestas en una única. En lugar de cuatro citas al año con prensa y compradores, a partir de ahora habrá solo dos (aunque el producto entrará en tiendas por tandas para alimentar las ansias de novedad). La convocatoria, siguiendo la política de Vetements, se hará en París durante la semana de la alta costura.
El próximo destino para poner en marcha el reajuste: París, «queremos exportar el sentimiento que se respira en Nueva York al resto del mundo», concluye Hernandez.
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