Lou Doillon: «Esta pandemia ha demostrado la utilidad de las manos que nos salvan»
La polifacética Lou Doillon, hija de la actriz y cantante Jane Birkin y el cineasta Jacques Doillon, reflexiona sobre el significado de las manos en la crisis sanitaria a través de varias ilustraciones creadas para S Moda.
Tocar está prohibido. No podemos rozar a otros ni, casi, a nosotros mismos. Rechazar el abrazo cercano de un amigo, retirar el saludo antes preceptivo al final de una reunión o evitar nuestro propio rostro por miedo al contagio son algunos de los retos sociales que está dejando, sin fecha de caducidad, la crisis sanitaria. Pero, de forma paradójica, las manos, desprendidas de ese tacto ajeno y propio al que solían estar acostumbradas, se han convertido en un símbolo de resistencia contra la pandemia. No solo porque al impregnarlas de jabón se acaba con el virus, también porque asoman cada tarde en los balcones aplaudiendo el trabajo de quienes lo combaten en la primera línea, para ocultarse, después, bajo unos guantes de látex durante un paseo también cohibido.
«Las manos expanden la covid-19 tocando, sin que nos demos cuenta, nuestros ojos, nariz y labios. Pero también esta pandemia ha demostrado la utilidad de las manos que nos salvan, de las manos que nos alimentan, de las manos que hacen que la sociedad funcione», resume Lou Doillon. Hija de la actriz y cantante Jane Birkin y el cineasta Jacques Doillon, comparte profesiones con su madre y su hermanastra, Charlotte Gainsbourg, pero también es ilustradora en sus ratos libres. Dibujar manos es su obsesión por resultar, dice, «una de las partes del cuerpo más difíciles de representar debido a la extrema complejidad de los huesos, cartílagos, músculos y tendones».
Las ha trazado incluso para Gucci, firma a la que está muy unida como parte de la #GucciCommunity, colectivo de artistas cercanos a la casa italiana que estos días interviene en sus redes sociales fomentando la creatividad y animando a sus seguidores a apoyar la recaudación de fondos para combatir el coronavirus. La maison ha hecho dos donaciones a la causa de un millón de euros cada una: la primera dedicada a apoyar los esfuerzos del Departamento italiano de Protección y la segunda, al Fondo de Respuesta Solidaria Covid-19 de la Organización Mundial de la Salud. Además, difunde en todas sus redes los mensajes oficiales emitidos por la ONU.
La artista, que asegura que nunca formó parte de una tribu o pandilla en su juventud por miedo a acabar uniformada, participa orgullosa de esta comunidad porque no le exige comportarse o vestirse con algo que no refleje quién es. «Alessandro [Michele] y su equipo han sabido cómo rodearse de personas que son muy diversas, que provienen de oficios muy distintos, que tienen sensibilidades diferentes, que son globales y al mismo tiempo nicho», cuenta en referencia a ese heterogéneo grupo en el que coinciden fotógrafos como Martin Parr o cantantes tan dispares como Florence Welch y ASAP Rocky.
Los delicados trazos en blanco y negro de Doillon adquieren estos días un nuevo significado rindiendo homenaje a «esas manos que simbolizan el nacimiento de la humanidad, que nos han permitido dar forma al mundo que nos rodea como ningún otro animal lo ha hecho». Precisamente ha bautizado como Hand in Hand (mano a mano) los encuentros en directo que desde el inicio del confinamiento mantiene todos los días a las cinco de la tarde con sus casi 400.000 seguidores en Instagram. En esas reuniones lo mismo lee poemas de Maya Angelou, Joan Didion o Fernando Pessoa en francés e inglés que improvisa cantando guitarra en mano. «En total llevo más de 26 horas de poesía y otras tantas de música. No solo están potenciando la unión con mis seguidores a pesar de la distancia, sino que me han ayudado a mantener la cordura en estos días de encierro», confiesa. Sus directos, como los que están ofreciendo otros artistas, prueban que no siempre es necesario el contacto físico para tejer esos lazos invisibles que mantienen a millones de almas, recluidas en sus casas, un poco más cerca.
Esas manos que, en palabras de Doillon, «nos han permitido inventar, salvar, cuidar, aprobar, desaprobar, abofetear o comunicarnos con quienes no pueden hablar», quedan relegadas hasta nuevo aviso al eco de las ovaciones vecinales, el cobijo del látex y los dibujos de artistas como ella. Esperando el día en que, de nuevo, podamos volver a utilizarlas para «tocarnos unos a otros y sentir por nosotros mismos» .
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