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La fascinante historia de Hellessy, la marca que arrasa en Nueva York

La diseñadora Sylvie Millstein trabajó 20 años en Japón para los grandes nombres del lujo. Ahora su propia firma causa sensación en la Gran Manzana. Nos abre su hogar lleno de arte y su universo creativo.

Sylvie Millstein, en su apartamento neoyorquino.
Sylvie Millstein, en su apartamento neoyorquino.Adrianna Glaviano

Como si de una cabaña perdida en los Alpes se tratase, la casa de la diseñadora francesa Sylvie Millstein está en pleno SoHo de Nueva York, pero huele a madera recién prendida. Se perciben los pasajes olfativos de la vela Feu de bois, de Diptyque, que se cuelan entre el mobiliario de Ronald Sasson, la alfombra de seda de Tai Ping y su colección de piezas de arte contemporáneo. «Me encanta que mi casa huela a madera, como la mayor parte de mis muebles. No tengo tiempo ni espacio para comprar y colocar flores», cuenta la diseñadora de ascendencia japonesa, nacida en Versalles, pero criada en París.

Sylvie Millstein es uno de esos casos insider del mundo de la moda que después de observar con atención cómo funcionan los más grandes se atrevió finalmente a emprender un camino en solitario. Se trasladó a Nueva York en 2012 desde Tokio, tras 20 años viviendo en el país nipón. Diez los pasó trabajando como directora de moda de las tiendas de Chanel; otros tantos como merchandiser en dos buques insignia del lujo como son Givenchy y Harrods. Tuvo la suerte de vivir la época en la que Japón era el primer mercado del consumo de alta gama, y diseñadores como Karl Lagerfeld o Alexander McQueen desplegaban grandes shows en la capital. Los conoció a ambos y de ellos extrajo una valiosa lección: «Cuando diseño, no hay ni una sola prenda que no esté hecha para que la mujer se encuentre guapa», comenta la creativa.

El arte y la madera son una constante en su apartamento del SoHo, con piezas como el díptico de Julien Opie (derecha) o las calabazas de Yayoi Kusama.
El arte y la madera son una constante en su apartamento del SoHo, con piezas como el díptico de Julien Opie (derecha) o las calabazas de Yayoi Kusama.Adrianna Glaviano

Al aterrizar en la Gran Manzana, Sylvie decidió que había llegado el momento da lanzar su propia firma. La llamó Hellessy, que son las primeras sílabas de su nombre y las de sus dos hijos mayores: Hendrix, Lennox, Sylvie. Su centro de operaciones era un despacho ubicado en el loft del SoHo al que se mudó con su marido. «Siempre he estado en el lado de la comercialización y de la comunicación, así que tuve que trabajar con una consultora que me ayudó a organizar el proceso industrial y de diseño. He pasado de trabajar sola en mi casa a contar con un equipo de siete personas», cuenta.

Los inicios de Hellessy no fueron un camino de rosas: «Yo misma busco las telas en Italia, diseño y dibujo hasta 100 bocetos cada temporada. Luego producimos todo en el Garment District de Nueva York». Millstein ha tenido que aprender a estar al otro lado de la moda y el proceso ha sido duro: «¡Es tan difícil lanzar una marca en Nueva York! En la era de Instagram nos cansamos de todo enseguida, hay que innovar en texturas y diseños continuamente; todo el mundo quiere hacerse notar». Su primera colección estaba compuesta de prendas de punto y básicos de fondo de armario, pero la propuesta ha evolucionado en una línea completa de ready to wear femenino en la que el plato fuerte son unos trajes de chaqueta que sientan como un guante.

Famosas como Rihanna o la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge (‘Fleabag’) eligen su marca. A la izquierda, uno de los ‘looks’ de la colección p-v 2019.
Famosas como Rihanna o la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge (‘Fleabag’) eligen su marca. A la izquierda, uno de los ‘looks’ de la colección p-v 2019.IMAXTREE, instagram@badgalriri, Pascal Le Segretain / Getty

El pasado mes de febrero Sylvie presentó su colección de Hellessy para el próximo otoño en la Semana de la Moda de Nueva York con la imponente imagen de la icónica modelo Pat Cleveland: enfundada en un vestido fluido, rojo y con capucha, y pantalón de paillettes del mismo color, dejó al público atónito. Ese día fue especial para la diseñadora, pero no solo por eso. Sylvie viajaba para recoger a sus dos gemelos varones, Ramsey y Giggo, recién nacidos por maternidad subrogada: «Por suerte en casa tenemos suficiente espacio para montar una guardería a pesar del despliegue de muebles y piezas de arte», explica.

Una instalación de Nicole Wermers da la bienvenida a la casa: «¡Mucha gente al llegar se sienta en la silla sin percatarse de que es una obra de arte!», exclama Sylvie. «Cuando tropecé con este objeto en la feria de Frieze, me obsesioné. No solo por su belleza particular, sino también por el mensaje que transmite [el abrigo sobre ella expresa la presencia de una persona ausente]. Decidí ubicarla en el hall pensando que las visitas se darían cuenta de que es una adquisición valiosa… pero siempre pillo a alguien acomodándose en ella», relata entre risas. Junto a esta obra, cuelga de la pared la foto de un tocado de Chanel por Irving Penn. Fue un regalo de su marido Lee, que quiso que así recordara para siempre los años en los que trabajó para la firma francesa.

Los referentes femeninos de Millstein son mujeres que proyectan confianza en sí mismas. Algunos ejemplos: cita a la modelo Naomi Campbell o a las actrices Cate Blanchett, Marion Cotillard y  Saoirse Ronan: «Su personalidad se traslada a su forma de vestir y a cómo lo llevan». Y le hacemos una pregunta obligada: a una parisina afincada en Nueva York, ¿qué le sugieren dos primeras damas como Brigitte Macron o Melania Trump? «Brigitte elige bien las chaquetas, los tonos y los accesorios. Melania abraza el color y las siluetas. Pero creo que ambas podrían arriesgar más en moda, apostando por diseñadores más jóvenes».

Esta apasionada del arte habita en un distrito que es toda una fuente de inspiración: «Hay tanta creatividad que siempre me motiva a hacer algo distinto. Y hay que ponerlo en práctica cada día porque la industria va cada vez más rápido». El siguiente paso serán los accesorios. Ahora valora lanzarse a la joyería personalizada. Además del SoHo, sus calles, sus galerías y su gente, a Millstein le conmueve  en especial la esencia de la estética japonesa, en particular la arquitectura de Tadao Ando: «Simple pero hermosa, conecta conmigo totalmente. No me gusta el ruido en la moda, encuentro que las líneas simples en un material bonito hablan por sí mismas». Sylvie Millstein se introdujo en el coleccionismo a través de su primo, un famoso marchante de arte en Japón.

Pero en Tokio vivía en un apartamento tan pequeño que nunca pensó en comprar arte, así que no fue hasta que se mudó a Nueva York, cuando tuvo la oportunidad de adornar las paredes vacías: «Al llegar ni siquiera había un espejo de cuerpo entero», recuerda Sylvie. Así que le pidió consejo a su familiar cercano: «La primera pieza que adquirí fue una lámina original de Warhol que tenía mi primo en su propia casa y ahora está colgada en la habitación de juegos de mis hijos. Realmente no colecciono con el fin de almacenar obra, es algo que hago más por disfrutar y que, al tiempo, me permite decorar mis espacios personales con cosas preciosas». Admira el trabajo de artistas como Tracey Emin o la obra de gran escala de Anish Kapoor y Jeff Koons, y confiesa que le queda poco tiempo al día para seguir la pista a artistas más jóvenes: «Entre dirigir la empresa, diseñar, mis dos hijos, Hendrix y Lennox, y mis dos gemelos recién nacidos, me centro en lo que atrae mi atención de forma inmediata. Normalmente suelo recorrer las ferias de arte a bastante velocidad y encuentro un par de piezas que captan mi interés. Así es como, por ejemplo, descubrí la instalación del díptico de Julian Opie que tengo en el salón: me encanta la obra animada de dos personas caminando y cruzándose por las dos pantallas. Sin duda, es mi pieza favorita».

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