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Julia y Renata: túnicas para la vivencia mística de ‘La ruta del Peregrino’ en México

Más de 200 años, 117 kilómetros en las entrañas de Jalisco, una virgen milagrosa y dos diseñadoras mexicanas que, a fuerza de oír leyendas fantasiosas, crearon los vestidos de aquellos que quieren dejar de cargar, despojarse, vaciarse.

Peregrinas. Ahí, puestas sobre la pasarela del Merceds-Benz Fashion Week México, las modelos vestidas de linos azules, de piezas que creaban capas que se arrastraban por el suelo y dejaban ver su senda al caminar, se volvieron peregrinas. Unas que invocaban a miles de peregrinos reales que, desde los tiempos más viejos, esos que recordaban los bisabuelos, han caminado la senda que une a Ameca con Talpa de Allende. Allá, en Jalisco, en México. Todo para ir a ver a la virgencita. La del Rosario. 

 Las diseñadoras mexicanas Julia y Renata trazaron sus vestidos, los imaginaron, después de que el pasado 24 de diciembre, al estar cenando juntas con su madre, fueron testigos de un momento de lucidez inesperado de su vieja. “Aunque siempre nos había contado esas leyendas desde niñas, mi madre nos empezó a narrar con tremendo realismo cómo su bisabuelo había cruzado ‘La Ruta del Peregrino’, para pagar una manda hecha por un muerto que se le había aparecido. Entonces él va y le ofrece ese camino a esa persona muerta y en un paraje se encuentra con una serpiente coralillo, típica de la región, que se le enreda en el sombrero y le pinta la piel y la cabeza con sus colores, justo antes de que se lo llevara el río crecido de donde salió enfermo de pulmonía. En Talpa, al terminar el peregrinaje, murió”, rememora Renata.

Estas hermanas, que diseñan desde 1993, sabían que la historia del bisabuelo era una leyenda llena de elementos fantasiosos, pero no pudieron dejar de pensar en ese camino real que, por más de 200 años, ha servido y le sigue sirviendo a dos millones de personas cada año para purgar. No pudieron más que dejarse llevar por la inquietud que despertó en ellas esa devoción mágica que lleva a tantos a peregrinar hacia la virgen de Talpa, que, se dice, fue esculpida por los indios tarascos en el Siglo XVI y a la que se le atribuyen un millar de milagros.

Lo diseños de Julia y Renata se completaron con sombreros de Lordag & Sondag y alpargatas de Xuxes.
Lo diseños de Julia y Renata se completaron con sombreros de Lordag & Sondag y alpargatas de Xuxes.Fotos:Isr@el Esparza

“Empezamos a pensar en la ropa que vestiría a esos caminantes que recorren 117 kilómetros de caminos secos y calientes para conseguir algo. Al momento de diseñar y cortar la tela, en la cabeza me rondaban tres palabras: Carga. Despojo.Vacío”, recita Renata como si se tratara de un mantra, del predicamento de un rosario, más bien. 

Caminar por sacrificio, por expiación, por fé, por uno mismo, por alguien más. Las diseñadoras empezaron a crear sus propias devotas y las imaginaron vestidas de túnicas para subir el cerro El Obispo -a 2,000 metros de altura-, ataviadas con capas amplias que sirvieran de cobijo al pasar por ‘El Espinazo del diablo’, un pico ineludible del camino. Pensaron los pesos que llevan los viajeros en la espalda y se concentraron en crear volúmenes y drapeados. Diseñaron mantas que se pudieran anudar aquí y allá y mantuvieran a la vez la austeridad propia del rito de purificación. 

Propensas como son a drapear el lino y la seda y a deconstruir los patrones, empezaron a jugar con dos figuras geométricas esenciales: el círculo y el cuadrado íntimamente relacionadas al acto de peregrinar. “El cuadrado como símbolo del hogar, de la superficie que sustenta, del cuerpo. Y el círculo, como el infinito, lo eterno, lo divino”. 

Su pulsión por las geometrías en esta colección, no sólo derivaba de su estilo sino de las peculiaridades arquitectónicas propias de ese camino, que inesperadamente y para sumar a las leyendas del peregrinaje, alberga plataformas monumentales, que rompen el paisaje y el silencio. Construcciones hechas por el artista chino Ai Weiwei, el estudio Christ & Gantenbein y HHF, el arquitecto chileno Alejandro Aravena, el estudio Dellekamp y Tatiana Bilbao, entre otros.

Por décadas, se vio a los penitentes, con sus caras de angustias y alabanzas, soportando un sol inclemente, sin albergues, ni posadas para descansar los pies -como las de El Camino de Santiago- y con una polvareda blanca que levanta la tierra y que Juan Rulfo, en su cuento titulado ‘Talpa’ inspirado en este camino, describió así: “un polvo blanco como tamo de maíz que subía muy alto y volvía a caer; pero los pies al caminar lo devolvían y lo hacían subir de nuevo; así a todas horas estaba aquel polvo por encima y debajo de nosotros”.   

Fotos:Isr@el Esparza

Esa desprotección de los millares de caminantes cambió en 2008, cuando el gobierno de la región le encomendó a nueve arquitectos y tres estudios de diseño que creara parajes que le ayudaran a los devotos en su travesía. Se crearon, desperdigados en la ruta, una capilla abierta, tres miradores, un santuario, dos albergues y servicios generales. ‘La Gratitud’, una capilla abierta hecha por la mexicana Tatiana Bilbao muestra, por ejemplo, cuatro imponentes columnas blancas que rechinan con el sol, dos de 18 metros, una de 14 y otra de 16 creando con la aridez del paisaje un espacio inverosímil de introspección.

El artista chino Ai Weiwei, por su parte, creó ‘El santuario’ un mirador macizo y alargado hecho de piedra local que permite observar todos los picos del camino y que a la vez sirve como una extensa banca en donde se puede descansar. 

Las líneas y los vericuetos de esas masas de cemento atravesando los terrenos, pero a la vez amaparando con su sombra o su cobijo las necesidades de quienes hacen el camino, llevaron a Julia y Renta a crear una colección en donde convivieran arquitectura y pagamentos, fantasías y bloques de concreto que se amalgamaron en negros, azules cielo, índigo y blanco.

Los accesorios también tienen su leyenda

Para acompañar cada una de las creaciones de Julia y Renata, las diseñadoras echaron mano del talento efervescente de los creadores mexicanos y convocaron a marcas que, con sus materiales y sus narrativas, terminaban de conferir un grado de sacralidad a sus vestidos.

Para los sombreros, pieza fundamental de todo el que se aventura a recorrer un camino que va a curtir la piel, convocaron a la marca ‘Lordag & Sondag’ que se inspiró en los sombreros altos y alargados, como tronco de árboles, que las comunidades de la Sierra Mazateca de Oaxaca usan para la Danza de los Huehuentones, durante el Día de Muertos. La palabra ‘Huehues’, proveniente del náhuatl, hace referencia a los ancianos, así que, la danza de este nombre es la de las almas viejas que se visten ese día para danzar entre los vivos. 

Uno de los sombreros de Lordag & Sondag, presentados en el desfile de Julia y Renata.
Uno de los sombreros de Lordag & Sondag, presentados en el desfile de Julia y Renata.Fotos:Isr@el Esparza

Muerte y vida unidas así por estos sombreros hechos a base de una fibra que los locales conocen como G’noo Xombe Nisin, una enredadera recolectada en el bosque por las mismas familias que la tejen.

Los huaraches, por su parte, la forma mexicana de llamar a las cotizas o alpargatas fueron creados por la marca artesanal Xuxes, de Mérida, que, cien por ciento hecho a mano, mezcla dos fibras, el hule y henequén, y crea un nuevo material que llama ‘xux’, con el cual moldean todo tipo de objetos, esta vez, cómodos zapatos que dejan el pie descubierto para afrontar un largo viaje.

“Cuando hablamos con caminantes de esta y otras rutas de peregrinaje, nos dimos cuenta de que la gente empieza llena de cosas que, en realidad, luego van dejando atrás hasta hacerse lo más liviano posible. Muchos incluso se quitan las botas y eligen unas sandalias, unos huaraches. No necesitan más”, explica Julia.

Con la colección ‘Talpa’ y con la unión con marcas pequeñas y artesanales, las diseñadoras mexicanas resumieron lo que define hoy a la moda mexicana, y sobre todo la de Guadalajara: una moda que a la vez que bebe de los acervos más profundos y místicos de sus pueblos, dialoga bellamente con siluetas limpias y contemporáneas.

Al final, al vestirse con las túnicas de estas diseñadoras no se puede dejar de sentir la libertad del camino y esa transformación que narra Rulfo en su cuento de ‘Talpa’ cuando finalmente se llega a ver a la virgen: “Ella sabía hacer eso: lavar las cosas, ponerlo todo nuevo de nueva cuenta como un campo recién llovido. Ya allí, frente a Ella, se acabarían sus males; nada le dolería ni le volvería a doler más”.

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