De la necesidad al lujo y de lo masivo a lo individual: así es la primera exposición de moda dedicada a las mascarillas
La Universidad de Westminster acaba de inaugurar ‘Undercover’, una exposición digital que muestra, en orden cronológico, cómo este objeto ha ido adquiriendo distintos significados simbólicos en este último año.
En abril de 2020, pocos días después de que se decretara el confinamiento, Boohoo, el gigante digital de la moda rápida, lanzó una línea de mascarillas. «Si puedes leer esto, es que estás demasiado cerca», podía leerse en algunas. La polémica fue tan feroz e inmediata que tuvieron que retirarlas. Resultaba frívolo que en un momento así una marca de moda hiciera caja con un objeto de primera necesidad. De aquello ha pasado algo más de un año, y hoy no hay firma, del tipo que sea, que no cuente con una línea de mascarillas entre su oferta. La rápida conversión de una herramienta de salud pública en un símbolo capaz de condensar en un trozo de tela cuestiones como el estatus, el posicionamiento político o, simplemente, la condición de accesorio de estilo da para varios análisis y, de momento, para una exposición, la primera que trata el tema: Undercover: from neccesity to luxury. Está organizada por el departamento de moda de la Universidad de Westminster y puede verse de forma digital desde el 11 de mayo al 5 de junio. «La mayoría de los museos suelen ser rápidos adquiriendo material para sus futuras colecciones, y es bastante inusual que lo muestren de forma inmediata, pero en este caso es diferente», cuenta a S Moda Andrew Groves, uno de sus comisarios. «Ha habido cambios tan rápidos en el último año, no solo en lo que respecta a las mascarillas en concreto, sino al modo de aproximarnos al diseño y al consumo, que hemos creído que ahora, un año después de que empezara todo, era el momento de hacer balance, aunque todo esto siga formando parte aún de nuestra vida cotidiana».
La muestra se divide en dos partes: la primera ilustra en orden cronológico cómo un objeto aparentemente tan simple como la mascarilla ha ido adquiriendo de forma vertiginosa distintas capas de significado. De la citada primera mascarilla de diseño de Boohoo hasta la de lujo de Louis Vuitton median aproximadamente cincuenta unidades que son, de algún modo, cincuenta relatos distintos: las hay de logo discreto, de merchandising musical (sobre todo punk), corporativas, con mensajes entorno al Black Lives Matter, de partidos políticos, estampadas, recubiertas de logos de lujo… Si en un primer momento las empresas se pusieron al servicio de la salud apoyando su confección en las etapas de escasez, después «fueron afinando a partir de las demandas de sus consumidores», comenta Groves. De hecho, durante un tiempo se habló de la ‘economía de la mascarilla‘, es decir, de su diseño y confección como una alternativa para seguir a flote con las ventas en caída libre. «Los negocios pequeños reaccionaron rápido, y durante los primeros seis meses eso supuso para ellos una fuente de ingresos, pero a final de año muchos diseñadores pequeños dejaron de producirlas. Ahora las grandes marcas, como Louis Vuitton, Paul Smith o Burberry las incluyen como accesorio en sus colecciones estacionales, cambiando de versión cada temporada», afirma el comisario.
Pero más allá de la obvia carga simbólica que ha adquirido la mascarilla este año, Undercover pone de manifiesto un hecho igualmente relevante: su genealogía. La máscara oculta a la vez que remarca la presencia de quien la lleva, y la mascarilla, en sentido amplio, y antes de que fuera algo obligatorio para cualquiera, estaba asociada a nociones como miedo, seguridad o riesgo. Su uso, «históricamente ligado a lo militar y lo industrial la convertían en algo mayoritariamente masculino. De hecho, la mayoría de los hombres sigue vistiendo con referencias a la uniforme militar y la ropa de trabajo», afirma Groves. De ahí que la moda masculina se las apropiara antes que la femenina. «En 2017 las mascarillas ya eran microtendencia en algunas marcas nicho; Off-White, C. P. Company, Rick Owens, Matthew Williams o A-COLD-WALL* las incorporaban en sus pasarelas». Las circuntancias han hecho que la evolución de esta ‘tendencia’ sea otra: «Muchas de estas marcas han readaptado su oferta porque la intención es diferente. Ahora que todos tenemos que llevarlas, mucha gente las utiliza como modo de autoexpresión; en una situación como esta, en la que sentimos falta de control, este pequeño gesto de usar una u otra te hace sentir autónomo de algún modo».
La segunda parte de la exposición está compuesta de 365 fotografías, una por cada día del año, de mascarillas tiradas en las calles. Un modo de poner de manifiesto nuestra cultura de consumo (sobre todo con objetos tan efímeros e inmediatos como este) y la problemática ambiental que se entrecruza con la crisis sanitaria. La incógnita es qué pasará ahora. «Creo que mucha gente seguirá llevándola porque se han acostumbrado y prefieren no arriesgarse, por eso, por ejemplo, ves a gente llevando mascarilla sola dentro de su coche», opina Andrew Groves. «Pero me inquieta un hecho: durante estos meses hemos visto cómo algunos juzgaban e insultaban a los que no la llevaban bien puesta. Ahora, cuando esto pase y muchos se la quiten, ¿juzgaremos al que sigue llevándola? Quizá se convierta en un recordatorio de algo que se quiere olvidar».
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