Escritoras con estilo, la moda entre líneas
Unas emplean su vestuario como un vehículo más para expresar su mundo y reivindicar sus convicciones sociales y políticas. Otras como mero recreo de su gusto por la estética. Las novelistas cuidan su imagen.
Recogidas en su escritorio, a menudo se las retrata con el índice en una mejilla y el pulgar en la otra, y con la sobriedad de quien dedica todos sus mimos al intelecto y desprecia lo material. Pero las escritoras también ceden a la estética y ejercen la moda como un vehículo de expresión más. También para sus convicciones sociales y políticas. Es el caso de Fatima Bhutto, novelista pakistaní, sobrina de Benazir Bhutto y persona non grata entre sus compatriotas por su vestuario occidental: vaqueros, camisetas y bailarinas con grandes hebillas.
Los estilismos que lució con gusto para una sesión de Vogue en EE UU e Italia sirvieron para banalizar su obra en su país. Joan Juliet Buck, ex directora de la revista femenina en Francia, hizo el viaje inverso para acabar en la literatura. Su estilo la situó durante años en las listas de las más elegantes, gracias –entre otras piezas emblemáticas– a una chaqueta de seda y vivos dorados de Louiseboulanger, que adquirió en una tienda de segunda mano a la que le llevó Karl Lagerfeld en 1971.
A fuerza de vestidos de Lanvin, Céline y Donna Karan y coloridos tocados para la cabeza, Zadie Smith llamó la atención de las revistas hasta convertirse en un icono en Reino Unido, algo que no termina de agradar a la escritora jamaicana. La autora de novelas románticas Danielle Steel no reniega, en cambio, de su pasión por la alta costura. Sus favoritos: los básicos de Prada, Chanel y Givenchy; los pantalones de Jil Sander; los bolsos de Hermès y los zapatos de Roger Vivier, Blahnik, Vuitton y Zanotti. Con menos éxito en los photocall, pero muy a tono con sus novelas románticas, la dublinesa Cecelia Ahern luce vestidos de estilo tierno y posa con ellos como en una alfombra roja. Hija del ex primer ministro irlandés, Bertie Ahern, en 2010 se casó con un vestido de Oscar de la Renta, un gesto que despertó la susceptibilidad de los diseñadores locales.
No así Elvira Lindo, que, cuando se pone «de tiros largos», recurre a Lorenzo Caprile. Lydia Delgado figura entre sus favoritos españoles, y en ocasiones se permite incluso pecar en Prada. Para diario, su armario ofrece una gran variedad de tejanos. Los vaqueros parecen ser el uniforme infalible de muchas escritoras. Carmen Posadas reconoce que no tiene otros pantalones, y los combina con chaquetas de tweed. También son un básico para Nicole Krauss –novelista norteamericana y esposa de Jonathan Safran Foer–, y para la argentina Pola Oloixarac, que los incorpora en su versión más francesa: melena despeinada bajo los cuellos del chaquetón, y una mirada enmarcada en sombra negra que emerge de la maraña.
Otras novelistas, en cambio, se entregan al pragmatismo. Isabel Fonseca cultiva la estética de la bohemia demócrata estadounidense y se muestra despreocupada por la cosmética. Y Ángeles Caso admite que usa ropa vieja y holgada. Excepto cuando recogió el Planeta con un vestido de seda verde que no pasó desapercibido.
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