El imperio de los ombligos al aire: la moda que quiere enseñar carne se impone en la pasarela
En la vuelta a la ‘normalidad’ de los desfiles, casi todos los diseñadores han jugado al reclamo de enseñar el cuerpo con tops, minifaldas y pantalones de tiro bajo. Tras años hablando de inclusión y diversidad, ¿vuelve la moda a promocionar los cuerpos perfectos?
Con permiso de Balenciaga y los Simpsons, el desfile más viral de la semana de la moda de París ha sido el de Miu Miu. No por la espectacularidad de las prendas o la originalidad del formato sino porque las modelos lucían tops cortísimos, minifaldas y pantalones de cintura muy baja. Miuccia Prada imagina una vuelta a la oficina en clave rebelde y juvenil, con básicos que encogen extremadamente su longitud y dejan ver piernas y estómago casi en su totalidad. Lo cierto es que Miu Miu, la segunda línea de Prada, ha construido su identidad en base a la estética adolescente (aunque muchas de sus clientas no lo sean) y esta vuelta al estilo de los primeros 2000, encarnado en los abdominales de Britney o Christina Aguilera, es quizá una de las macrotendencias claras para la próxima temporada, lo que en moda se llama la regla de los 20 años, el tiempo necesario para que algo vuelva a la paletras en modo revival. También es cierto que no es la primera vez que Miuccia tira de tijera: su colección para Prada en 2010 también se construía a base de jerséis y pantalones mínimos. Pero el hecho de que ella, siempre visionaria, haya recurrido al enseñar carne, confirma una tendencia que lleva viéndose todo este mes de desfiles: los escotes y la piel al descubierto vuelven a estar de moda.
Contaba Michael Kors en la conferencia de prensa vía zoom que realizó tras su desfile que «existe un deseo global de mostrar y celebrar el cuerpo, la piel”. En su caso, se tradujo en crop tops, faldas ajustadas y vestidos escotados. Durante este pasado año la tendencia mayoritaria en las pasarelas (digitales) era la evasión, prendas evocadoras y voluminosas que intentaban provocar escapismo ante la pandemia. Hoy, casi de vuelta a la normalidad, y con los desfiles físicos a pleno rendimiento, es la sensualidad la que ha ganado la partida. La semana de la moda de Londres comenzaba con el primer desfile de la flamante premio LVMH, Nensi Dojaka, que basa su éxito en el flossing, vestidos lenceros repletos de tiras anudadas y escotes estratégicos. Continuaba con Knwls, otro de los nuevos talentos mejor valorados en el sector, y sus piezas ajustadísimas y anudadas entre sí. Hasta Regina Pyo, que ha hecho negocio con una estética mucho más dulce y sencilla, se rendía ante el punto ceñido y las aberturas estratégicas. Mientras tanto, Instagram se llenaba de imágenes de la microchaqueta de Jacquemus que cubre poco más que los pezones. En Milán Prada recurría a la minifalda, y en París otro joven talento, Di Petsa, se estrenaba en el calendario oficial con sus icónicos vestidos efecto mojado que dejan ver la piel. Hasta Rick Owens, siempre entre lo monacal y lo galáctico, enseñaba las piernas de sus modelos y Loewe, mucho más experimental, creaba armaduras traslúcidas que dejaban ver la anatomía femenina. La tendencia está más que clara, nos espera una primavera repleta de piel al descubierto. La pregunta es por qué ahora. Por un lado, es lógico que en este reinicio de la vida la moda se utilice como un renovado modo de expresión y que esta idea de sensualidad y reapropiación del cuerpo sea una de las nociones clave sobre las que construir colecciones después de años entregados al oversize y 20 meses dedicados a la ropa cómoda. De hecho, los estudios aluden a la minifalda como símbolo de una época de optimismo. Es lógico, también, que la estética del cambio de siglo vuelva, con su culto a lo adolescente y sus accesorios excesivos, era el paso siguiente al espoleado estilo noventero. Pero, por el momento, se plantean dos incógnitas: la primera es si esta tendencia se podrá traducir en ventas, porque son pocos los que se atraven a embutirse en un microtop o un pantalón bajo y la llamada Generación Z es una clientela relevante, pero no mayoritaria. La segunda es más alarmante. A esta industria le ha costado décadas abrirse a otros cánones de belleza y convertir la diversidad no en la excepción sino en la norma. ¿Es esto un paso atrás?
Es cierto que hay enseñas, como Mugler o la propia Regina Pyo, cuyas propuestas incluyen todo tipo de cuerpos. También lo es que cada vez hay más desfiles con mayor diversidad de tallaje, pero en la semana de la moda de París, a excepción de Paloma Elsesser y Precious Lee no se han visto modelos que superaran la 36. Esta tendencia de mostrar un cuerpo perfecto llega, además, justo cuando acaban de filtrarse varios documentos internos de Facebook (propietario también de Instagram) que apuntan al daño en la salud mental que esta red social ejerce en los adolescentes. “Un 32% de las jóvenes admiten que Instagram les hace sentir peor con su cuerpo”, delata uno de los documentos filtrados. A la espera de saber si pondrán en marcha una nueva política en la red, la moda parece buscar lo contrario: llenar los muros de fotos de torsos y piernas perfectas.
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