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El mono de Mugler que deja ver todo el cuerpo se convierte en el uniforme pop de las cantantes del momento

De Rihanna a Dua Lipa, de Beyoncé a Miley Cyrus, todas se han dejado ver con la prenda estrella de Mugler, un diseño arriesgado que también han resucitado otras firmas, y que se ha convertido en el nuevo e inesperado uniforme del pop.

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El escenario no es la calle, y la  indumentaria de las estrellas del pop tiene, en principio, poco que ver con las prendas del común de los mortales, pero eso no quiere decir que su estética no marque la del resto, aunque sea de una forma más implícita que literal. El metal del disco, el lujo subvertido del grunge o el imaginario fetichista de Madonna calaron hondo en tendencias masivas que a día de hoy se siguen revisitando. Madonna y Jean Paul Gaultier, de hecho, fueron los artífices del que quizá sea el icono pop más poderoso de todos los tiempos: el corsé de conos de Blonde Ambition Tour, que añadía referencias masculinas a un objeto codificado como un símbolo de opresión para, justamente, darle la vuelta. Con aquel corsé, el erotismo dejó de ser cosificación para ser apropiación; aquella herramienta de sujeción se convertía en señal de rebeldía y de un poder sexual recuperado por la propia portadora.

Salvando las distancias, el nuevo uniforme de las estrellas del pop condensa un discurso similar: un mono muy ajustado (o catsuit, como se llama concretamente en inglés) que revela distintas partes del cuerpo a travñes de aberturas y transparencias estratégicas. Lo llevan todas, de Dua Lipa a Billie Eilish, de Rihanna a Beyoncé, de Miley Cyrus a Cardi B. Y lo firma Casey Cadwallader, el joven diseñador americano que ostenta la dirección creativa de Thierry Mugler desde 2017. La primera vez que vio la luz fue hace tres colecciones, en la de primavera de 2020, y su enorme exposición mediática lo ha convertido en el ‘básico’ de la casa, en el producto de continuidad que se reversiona cada temporada. Cadwallader ha explicado en varias ocasiones que este y la mayoría de sus diseños esponden a dos motivaciones: la de actualizar el legado de Thierry Mugler y la crear piezas que sirvan a cualquier tipo de cuerpo como una forma de autoafimación. «Mi objetivo es crear una nueva cultura alrededor de Mugler, inspirada en un enfoque multidisciplinar. Quiero que se adapte a diferentes tipos de mujeres, de todas las edades, tallas y colores, y a todos los momentos del día. Quiero vestir a gente que me inspire, y a quienes la marca les inspire a su vez», explica el diseñador en la web de la firma.

El estilo arquitectónico de Thierry Mugler, sus siluetas anfibias y extremadamente poderosas irrumpieron en la moda de los ochenta y fascinaron a la cultura pop. Aquellos trajes ampulosos llevaban a otro nivel (y a otro discurso) la tendencia del momento, el power dressing, trajes sastre y hombreras marcadas con las que las mujeres que emepzaban a ostentar peustos de poder se uniformaban para ser tomadas en serio. Mugler le dio la vuelta al concepto; no se trataba de vestir como un hombre para expresar poder e independencia, sino de enfundarse en patrones que podían beber de lo masculino, pero cuyas curvas y volúmenes resultaban en piezas extremadamente femeninas. El pop se enamoró de aquella estética y juntos crearon un buen puñado de iconos para el recuerdo como el videoclip de ‘Too Funky’, en el que George Michael se rodeaba de las supermodelos del momento enfundadas en diseños de Mugler. El propio Thierry, retirado desde hace años y dedicado al vestuario de ópera y music hall, volvía al foco mediático en 2009 para diseñar el vestuario de Beyoncé e la gira ‘I am..’. Desde entonces, ha ido alargando su sombra vistiendo con piezas de archivo a Kim Kardashian o Cardi B., entre otras, y dando momentos gloriosos en la alfombra roja. Curiosamente, nunca quiso vestir a Madonna, arguyendo que lo suyo era, como diría en una entrevista en S Moda, «rodearse de mujeres que le aportaran».

La relación de Mugler, la marca, con el pop nunca ha dejado de agotarse. Basta mencionar la estrecha relación diseñador-musa, que mantuvo otro de sus directores artísticos, Nicola Formichetti, con Lady Gaga. Pero la de Wallader es la misma historia contada con otro estilo: sus prendas juegan con lo arquitectónico y lo sensual, pero de un modo mucho más funcional: chaquetas con volúmenes contenidos, vestidos con aberturas estratégicas o monos ceñidos de algodón, elastano y malla perfectamente llevables (para quien se atreva a ello, claro). Sus diseños no son básicos, pero sí muy cómodos, enfocados a culaquier siluetas sin importar las medidas.

El de Casey Wallader para Mugler es el rey de una tendencia que parece afianzarse. De hecho, la plataforma de datos Lyst afirma que las búsquedas estos monos ajustados o ‘catsuits’ han crecido más de un 30% en el último mes. En su informa cuentan, además que la popularidad de esta prenda tiene que ver con otras de estética similar, como los corsés. Curiosamente, el ‘catsuit’ se subió a la pasarela expresando lo contrario a lo que ahora expresa: uniformidad e incluso borrado de las barreras de género. Fueron Pierre Cardin y André Courr’eges quienes, en los 60, en pleno nacimiento del prêt à porter lo propusieron en sus colecciones futuristas como una forma de anticiparse a un porvenir unisex y carente de decoraciones superfluas. El imaginario de la ciencia ficción y el género de superhñeroes fueron, en parte, los responsables de ‘sexualizar’ aquellos monos, esculpirlos en vinilo o látex y darles la categoría erótica que aún hoy ostentan. Pero el cambio de mentalidad fue cambiando paulatinamente el significado. De Catwoman a Britney Spears jugando con los sentimientos de un astronauta en ‘Oops, i did it again’, de Beth Ditto usándolos en cada concierto de The Gossip a Beyoncé enfundada en uno de Marine Serre en Black is King. El ‘catsuit’, por su potencia estética y la dificultad de trasladarlo al día a día, ha sido una de las prendas favortias de pop. Pero ha pasado de ser el uniforme de la villana al de la heroína, o lo que es lo mismo, a ser una herramienta visual para enfatizar la apropiación del cuerpo. Ahora, que la moda busca emociones fuertes y regresa, entre otros temas, a la sexualidad y el poder, el mono ajustado resucita en varias colecciones: Charlotte Knowles, Kenzo, Ferragamo o Collina strada lo traen al presente y lo adaptan a sus respectivas estéticas. ocas prendas tan difíciles de llevar y, a la vez, pocas tan imponentes.

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