_
_
_
_

El armario de los Borbones: retrato de una época

Natacha Fernández Gallardo, la directora de vestuario de la serie de Telecinco, El Rey, desvela cómo ha conseguido las prendas que llevaba la familia real española desde los años 50 a los 90.

El armario de los Borbones

Una pila de libros de Slim Aarons, una montaña con todos los escritos sobre la familia real española, tomos de historia de la moda, recortes de publicaciones femeninas de los años 50, 60 y 70 y decenas de revistas antiguas españolas como ¡Hola! conviven en el escritorio de Natacha Fernández Gallardo. Ella es la directora de vestuario de El Rey, la última serie de Telecinco que aún no cuenta con fecha de estreno. En su ordenador y en su cabeza tiene clasificadas por carpetas miles de fotografías, películas y vídeos que ha usado de referencia. «Con todo este material, diseñamos un dossier con cientos de instantáneas de referencia que le sirven como documentación a todo el equipo», explica. Este trabajo encuadernado cuenta con 1.050 páginas y es la carta de presentación de Natacha ante el director, Norberto López Amado, que tiene que aprobarlo todo.

Pero no es su primera producción, la avalan más de 15 en diferentes cadenas. «Cuando hice Alfonso, el príncipe maldito me introduje en el mundo de la casa real, y como El Rey ha tardado en salir dos años, me ha dado tiempo a leerme todos los libros de Juan Balansó, visionar el NODO, los programas de RTVE que hay en su web y estudiarme las fotografías que aparecen en los libros de la familia real. Por ejemplo, leí María la Brava porque hablaba mucho de María de las Mercedes y ella juega un papel muy importante en la serie. El libro cuenta que era una mujer muy alegre, divertida. Que sus hermanas le llevaban de Sevilla las telas de lunares y ella se las daba a sus modistas para que le hicieran los vestidos. Estos datos son importantísimos para poder vestir al personaje con rigor».

La serie comienza con la llegada del rey Juan Carlos I a la España gris de 1948, cuando tenía 10 años, y finaliza con la muerte de su padre en 1991. Cinco décadas de historia para las que Look Art, la empresa de Natacha, ha utilizado aproximadamente 2.600 trajes: 65 uniformes militares (que ha confeccionado Cornejo), 567 estilismos para actores principales y el resto destinado a figuración. Solo para el rey se hicieron más de 100 cambios, y 80 para la reina.

«Este modelo lo compré en la web de Bohemian Bisoux. Se lo puse a la reina Federica de Grecia».

Mirta Rojo

«Desde el principio tuvimos muy claro que había que marcar la diferencia entre cómo vivía la realeza en el exilio europeo y cómo lo hacía en España. Y lo hicimos sobre todo con el uso del color. De la claridad y la viveza que reinaban en las prendas que se exhibían en Estoril a los negros, marrones y grises que imperaban en el vestir de la sociedad española de Franco».

Para lograrlo es muy importante la comunicación y colaboración entre el director de fotografía, Juan Molina en esta ocasión, y el equipo de vestuario. «La manera de iluminar una escena puede cambiar completamente la atmósfera e incluso el tono de los trajes», explica. «Había que recrear el ambiente de la familia de Juan Carlos viviendo felizmente en Portugal: el azul del mar, la playa, el clima perfecto…».

Como base de partida debían tener en cuenta que en ese momento Estoril era el lugar donde se reunía toda la nobleza y realeza europea. La ciudad se había declarado neutral en la Segunda Guerra Mundial, no había sufrido como el resto de los países. «Hay un libro de Ricardo Mateos, llamado Estoril, los años dorados, que nos sirvió de inspiración. Además de explicar cómo vivían allí, cuenta cómo Franco enviaba espías que le reportaban cartas que rezaban cosas del tipo: «En este lugar están muy avanzados, hay latas de Coca-Cola, las mujeres se cambian siete veces al día y hasta fuman en público». Estos datos han sido reveladores a la hora de crear todo el estilismo: «Las gamas cromáticas saturadas de los 60 y 70 y los colores vivos siempre han caracterizado el modo de vestir de la realeza. No hay más que ver la última coronación de los reyes de Holanda en la que todas vestían de fucsia, azul o verde». La diseñadora también confiesa que les ha ayudado mucho la mirada con la que retrataba la alta sociedad de los 50, 60 y 70 el fotógrafo Slim Aarons. Él decía: «Solo fotografío gente apetecible, en lugares apetecibles, haciendo cosas apetecibles», y eso era Estoril.

El bautizo del Príncipe: «Tardé un mes en encontrar la tela del traje que lleva Carmen Polo. Es de una col- cha de Zara Home que pudimos con- vertir en un dos piezas».

Natacha Fernández Gallardo

Búsqueda de los originales. Desde que Natacha aceptó el proyecto y comenzó la labor de documentación supo que iba a ser complicado encontrar en España las prendas que quería. «Lo que hay aquí es mucho más tristón, más Cuéntame. Yo quería remarcar que la realeza tenía acceso a cosas que el resto de la sociedad española no tenía, y que era una familia con otro perfil sociocultural». Por eso recurrió a muchas tiendas de Estados Unidos por Internet. «Hoy en día con los presupuestos que se manejan es tan importante ser una buena figurinista y diseñadora de vestuario como tener recursos y capacidad para hacerlo en el tiempo y con el dinero que te dan. Me habría encantado incorporarme un año antes, como hizo Deborah Lynn Scott –la diseñadora de vestuario de Titanic–, y viajar por toda Europa buscando los cuadros. Pero me tuve que conformar con Internet, donde lo consigues todo y sin jet lag». El resto han sido golpes de suerte, donaciones o compras directas de señoras de la alta sociedad que le presentaron las dueñas de la tienda Altraste (Ramón de Santillán, 4, Madrid). «Allí van a vender muchas piezas. No digo nombres porque me han pedido que no lo haga, pero he accedido a joyitas de Pertegaz, Miguel Rueda y Elio Berhanyer, diseñadores que en los 60 y 70 vistieron a Sofía. Y también he tenido la suerte de que a la actriz Cristina Brondo le valieran».

Las réplicas. Las 21 piezas que ha realizado la sastra de Look Art, María Galea, junto a Un Taller en Justiniano (Justiniano, 9, Madrid) es lo que más éxito ha cosechado. «María es tan perfeccionista que se ha ido a ver algunos de los originales en persona. En el Palacio de Aranjuez están expuestos los trajes de Sofía y Juan Carlos del día de la coronación, y ella fue a estudiar el fucsia que le hicieron las hermanas Molinero a la reina». Allí descubrió que el bordado que llevaba en el bajo del vestido era una flor de lis y pidió presupuestos a bordadores durante un mes hasta que encontró uno. «Al final solo el bordado nos costó más de 800 euros, pero mereció la pena. Igual luego en pantalla se ve solo un minuto; pero si los actores se sienten como los personajes reales, se meten más en el papel. Alguien puede decirme que en ese plano no se verán los pies, pero yo opino lo mismo que le dijo Blake Edwards a Villalonga durante el rodaje de Desayuno con diamantes. El director le pidió que fuera a buscar una pitillera porque quería que la llevara en la secuencia de la fiesta. Una vez la tuvo, Villalonga la sacó para coger un cigarrillo y Edwards le espetó: “No quiero que la saques, solo que la lleves guardada, porque un hombre con una pitillera de oro en el bolsillo no se mueve igual que si no la lleva”. Eso mismo ocurre con nuestros trajes en la serie. A lo mejor el bordado no se ve y la productora me despide por lo que ha costado, pero no hay color con el resultado».

«Sofía, interpretada por Cristina Brondo, lleva un Elio Berhanyer de la época cedido. Y las niñas, vestidos de Un taller en Justiniano»

Natacha Fernández Gallardo

Encontrar las telas tampoco ha sido un camino de rosas. El equipo no quería nada que se hubiera visto en otra película o serie, y eso les impedía utilizar el mismo distribuidor de trajes de alquiler al que acuden las demás productoras. En el bautizo del príncipe Felipe, por ejemplo, Carmen Polo llevaba un dos piezas cuyo tejido fue un milagro encontrar. «Estuve meses buscándolo. Unos amigos me invitaron un día a su casa y vi una colcha de Zara Home, ya descatalogada, con la tela perfecta para hacer el vestido. ¡Era idéntica! Así que se la pedí y María metió los patrones en ella haciendo un puzle para que pudiera salir la prenda al completo. ¡Y vaya si salió!».

Por suerte, debido al éxito de Mad Men y gracias a todas las colecciones actuales que han revisitado en pasarela los años 50, han podido adquirir prendas actuales de Valentino o Lanvin inspiradas en aquella época para el rodaje. «Las complementábamos con un prendedor de flores o un sombrero y parecían totalmente de la época. Lo mismo ha pasado con la vuelta del tacón carrete que han recuperado Jimmy Choo, Dolce & Gabbana o Manolo Blahnik, con los que hemos calzado a las actrices lo más parecido posible a como iban en la época».

La improvisación también es un punto clave en una buena directora de vestuario. En mitad del rodaje deEl Rey, Natacha no solo recibía por correo las últimas prendas y accesorios adquiridos por Internet que se habían quedado paralizados en alguna aduana, también conseguía vestidos casi por arte de magia. «Una tarde estábamos Miguel Apresa y yo en el paseo marítimo de Estoril y pasamos por delante de una de esas maravillosas casas que aún se mantienen en pie. Estaba en obras y depositaban todo lo que tiraban en un contenedor. Nos acercamos a mirar y vi un trozo de tela que asomaba. Miguel comenzó a tirar… ¡y salió un vestido increíble! Lo llevamos al hotel, lo metimos en la bañera con mucho detergente y al día siguiente se lo pudimos poner en una escena a María de las Mercedes. ¡Fue genial!». Hubo trajes que llegaron a teñir para utilizarlos dos veces en un mismo día.

«A Olghina de Robiland, el amor imposible del rey, quise represen- tarla con tonos cálidos como este vestido que adquirí en Bohemian Bisoux, para representar lo prohibido»

Mirta Rojo

La importancia de la figuración. Cada uno de los extras que aparecen en los tres capítulos de El Rey ha tenido tratamiento de actor. Los visten, maquillan y peinan desde que llegan al rodaje como si tuvieran un papel más relevante. «Es importante. Y más en una serie que retrata la clase alta. En el caso, por ejemplo, de la pedida de mano de la prima María Teresa de Baviera en los años 50, todas las figurantes tenían que ir con trajes largos, tiaras y alta bisutería que simula grandes joyas. Algunas aparecen con Courrèges auténticos de los años 60. A mí me apasiona trabajar con figuración. Existen verdaderos profesionales que se estudian cómo vestían en la época, cómo se movían y de los cuales he aprendido mucho».

En la escena de la pedida de mano participaron más de 30 figurantes. Comenzaron a vestirlos a las cuatro de la tarde y hasta las 11 no rodaron. «Algunas piezas llegaron el mismo día. Menos mal que cuento con mis ayudantes Beto y María, que iban cortando y cosiendo encima de las actrices. Es importante tener profesionales que sepan sacarte de apuros en un rodaje de estas dimensiones. Eso sí, lo mejor al acabar una serie como esta es tener una contemporánea y que, cuando en el guión dice “aparecen 15 transeúntes”, no tenga que llevarme las manos a la cabeza pensando en el trabajo que me llevará».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_