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S MODA + BIMBA Y LOLA
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BIMBA Y LOLA da la campanada esta Navidad con los ‘it bag’ más deseados de las fiestas

La supermodelo de los noventa, Esther Cañadas vuelve para celebrar las fiestas junto a BIMBA Y LOLA en ‘Merry bimbaylolized’, un christmas alegre y un tanto camp, protagonizado por iconos de diferentes generaciones y las prendas más deseadas y festivas de la firma. Incluso Ana Obregón, Anne Igartiburu y Cristina Pedroche, los rostros televisivos que más nos han acompañado en estas fiestas, han sucumbido ya al espíritu ‘bimbaylolized’.

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En el arranque de Notas sobre el camp, Susan Sontag escribió que hay muchas cosas en el mundo que carecen de nombre; y hay muchas cosas que, aun cuando poseen uno, nadie ha sido capaz de describirlas. “Una sensibilidad estética constituye uno de los temas más difíciles de tratar, pero hay razones específicas por las que lo camp, en particular, nunca ha sido discutido. No es un modo natural de sensibilidad, suponiendo que tal cosa exista. Es más, la esencia de lo camp es el amor a lo no natural: al artificio y la exageración. El camp es esotérico: tiene algo de código privado, de símbolo de identidad incluso, entre pequeñas hermandades”.

Si recuperamos las notas de la ensayista estadounidense es porque no hay nada que describa mejor lo que BIMBA Y LOLA ha logrado también con bimbaylolized: poner nombre a un fenómeno tan identitario e identificativo como difícil de describir. Hacer comunidad de un gusto por la singularidad, el humor y una cierta extravagancia, manejando unos códigos compartidos que conjugan la intelectualidad con la cultura pop. Tampoco hay una época del año para practicarlo como esta. Porque, por supuesto, bimbaylolized también puede ser un sentimiento navideño.

Inspirándose en ese espíritu reconfortante y un tanto mágico de las películas navideñas, la firma nos felicita las fiestas con Merry Bimbaylolized, un christmas con historias entrecruzadas al puro estilo Love Actually, que nos devuelve oficialmente (y bimbaylolizada), tras una década alejada de la moda, a uno de los rostros más icónicos de los 90: Esther Cañadas. En una industria dominada por la androginia que insistía en que no encajaba, la modelo consiguió abrirse camino con su mirada felina y su aura de misterio, anticipándose a esa generación de supermodelos canónicas con estatus de estrellas del rock. Sobre la pasarela, las firmas se la rifaban –Donna Karan llegaría a pagar una cifra millonaria para que solo desfilara para ella–; en la calle, los paparazzi se encargaron de inmortalizar su relación con el supermodelo holandés Mark Vanderloo, dejándonos estampas que aún hoy se cuelan los moodboards de los estudiantes de moda.

Una carrera internacional frenética a la que solo impuso una condición: «Jamás renuncié a estar en el cumpleaños de mi abuela y pedía por contrato librar ese día”, confesaba a El País, en su vuelta a la industria, con 43 años. En la época más familiar del año, BIMBA Y LOLA y Esther Cañadas se juntan para envolvernos en espíritu navideño. La modelo pone en jaque el tradicional rojo, con un increíble vestido de terciopelo rosa –como aquellos con los que Peter Lindbergh la retrató–, reinventado con gracia barbiecore. Un flechazo absoluto al que le quedan todavía mejor los nuevos ‘it bag’ firma: el bolso trapecio y el bolso Moon, una silueta de media luna, tejidos de colores vibrantes y un hipnótico efecto dosmil. Directo a las listas de deseos. 

Cómo dar la campanada

Pero el espíritu navideño de BIMBA Y LOLA trasciende de la campaña para alcanzar el momento más kitsch de estas fiestas: ¿Qué sería de la Navidad sin la teatralidad y exceso de las Campanadas? ¿Y qué sería de las Campanadas sin las mujeres que hicieron de sí mismas —y de sus estilismos de fin de año—, un espectáculo? A Ana Obregón el furor bimbalolized la pilló frente a la Fontana di Trevi, en una animada postal casi sacada de la segunda temporada de The White Lotus, ataviada con su bolso trapecio blanco. Un color que nos agita la memoria y nos conecta con uno de los momentos televisivos que la presentadora y productora dejó sin habla a medio país: cuando apareció frente la puerta del Sol con un vestido encorsetado de inspiración lencera y una estola Old Hollywood, en las campanadas de 2005. Porque Obregón redefinió de algún modo el vestuario festivo, con un estilo que conectaba a la dominatrix de Thierry Mugler con aquella mujer explosiva de la peli de culto Cool Word. Un derroche de transparencias, siluetas vertiginosas esculpidas en brillos, y muchísima fantasía. Si hasta fue pionera en llevar capa.

También la presentadora Anne Irgatiburu, la misma que le cogió de la mano para despedir aquel extraño 2020, protagonizando uno de los momentos más históricos de la televisión —sería la primera vez que dos mujeres presentaran un momento así, las dos además que lograron imponerse a una industria que las trataba como a marionetas y las enfrentaban entre sí–, se dejaba envolver por el espíritu de la firma. En su caso, con el bolso trapecio en el color de la temporada. Porque Irgatiburu se ha ganado por derecho propio el título de reina de las Campanadas: dieciocho años en los que nos demostró todas las posibilidades de un vestido rojo –con siluetas dramáticas, encajes juguetones o corte sirena–, un color con el que debutó y al que solo renunció en contadas ocasiones. Siempre que mereciera la pena, como aquel vestido dorado de corte triquini, digno de la Princesa Guerrera, que encajaría perfectamente en el armario de BIMBA Y LOLA, junto a los vestidos de malla brillante y punto abierto con los que comparte espíritu.

Tampoco nos queda duda de que Cristina Pedroche ha sido bimbaylolized también. Al fin y al cabo, la madrileña ha recogido el legado de sus predecesoras, abrazando la extravagancia en cada una de sus apuestas estilísticas de fin de año, desoyendo los comentarios y los prejuicios sobre lo que era o no aceptable, para hacer de sí misma uno de los momentos más esperados del año. Desde aquel juego de transparencias en 2014, sus decisiones estilísticas cheesy se merecían un corner en la gala MET de 2019. De hecho, se ganó su sitio en el museo de cera con aquel bikini ajardinado con el presentó las campanadas en 2018, y del museo recuperó el traje reptiliano de Manuel Piña, para comenzar el año conciencia medioambiental y un vestuario de otro planeta.

«Merry Bimbaylolized»

Porque en las Navidades de BIMBA Y LOLA todo es posible y en su comunidad todo el mundo es bienvenido. Desde la cantante Natalia Lacunza y su capacidad casi sobrenatural para adaptar el armario de la firma a cada cita navideña, con el giro de 120º que BIMBA Y LOLA le ha dado a las camisas worker y los pantalones de corte noventa en su última colección; a la actriz Greta Fernández, que no se separará estas fiestas del nuevo bolso Moon Bag.

La firma nos traslada a un universo donde son los drones los que llegan de lejos para traernos los bolsos más deseados de la firma; las compras navideñas, con las deportivas y el plumas adecuado, se pueden hacer hasta sobre una cinta de correr, y a las cenas también están invitados esos adorables muñequitos Bimbaders, obra de la artista Friederike Hantel, que forman parte ya de la familia de la marca. La lista de regalos que nos propone la marca es igual de convincente: jerséis de punto y chaquetas furry que invitan a abrazarlos, glitter para las noches más especiales, y collares y pendientes de perlas con vocación naif con los que resulta imposible fallar.

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