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André Leon Talley, en la piel de ‘Monsieur Vogue’

Es un imprescindible de las pasarelas, los diseñadores le piden consejo y tiene habitaciones en lugar de armarios. La estrella de la biblia de la moda, discípulo de Warhol y de Diana Vreeland, hace gala de un estilo extravagante y estudiado.

André Leon Talley
Cordon Press

En 1989 tenía 40 años y sus amigos ya lo llamaban Monsieur Vogue. El apellido de este apodo es el que lo ha hecho famoso en el mundo entero, pero André Leon Talley siempre fue Monsieur. Cuenta Bob Colacello sus comienzos en Interview bajo las órdenes de Andy Warhol: «Lo apodamos André de Interview, porque siempre respondía el teléfono con un festivo “¡bonjour!”». Talley se había graduado en la Brown University y en la Escuela de Diseño de Rhode Island, pero su función inicial en la revista fue la de contestar las llamadas, además de cubrir los pases de moda.

«En su primer día de trabajo apareció vestido con una camisa caqui de safari y unas bermudas. Los calcetines, a juego, le llegaban por las rodillas y, para terminar el look, un sombrero de cazador de Abercrombie & Fitch», recuerda Colacello. Siempre fue más personaje que periodista. Eso, su olfato para lo bello y el padrinazgo de Warhol y de Diana Vreeland, mítica editora de Harper’s Bazaar, hicieron de él uno de los directores creativos de moda más brillantes. «Son los diseñadores quienes le piden consejo», cuenta Nati Abascal, que lo conoció en sus años de modelo en Nueva York.

Esa creatividad la lleva al extremo en su propio aspecto. Leon Talley cubre sus 2,04 metros con pieles, bufandas de Louis Vouitton, grandes abrigos y túnicas hasta los pies de Ralph Rucci. Una buena colección de sombreros y ropa interior, camisas, corbatas y pañuelos de Charvet por los que paga 500 dólares en Bergdorf Goodman. Sus pasos los firman Manolo Blahnik y Roger Vivier. Y con traje, le encanta lucir bailarinas rojas o negras. «No tengo armarios, sino habitaciones extra donde guardo la ropa, separada por temporadas». Pero su gran lujo, dice, son su cama con dosel y las sábanas. Hoy se gastaría el dinero en un juego de cama extraordinario. «Lujo es ver la naturaleza y oler las sábanas que se secan al sol en un tendedero».

Esa es el clase de pompa que A.L.T. –como firmó sus memorias en 2003– disfruta en su casa de campo. Riega las plantas, pero no cocina. Así que, cuando se retira allí, visita a diario los restaurantes pueblerinos de White Plains. De vuelta a la ciudad, devora Mad Men: «Me encanta lo que ha hecho Katherine Jane Bryant con Mrs. Draper». A sus 63 años aún trabaja para Vogue, donde siempre quiso escribir. Sus columnas están llenas de historias de la moda. Muchas, contadas de primera mano.

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