Un día en las oficinas de Bimba y Lola: “Estamos muy orgullosos de decir que venimos de Vigo”
Por primera vez, la marca abre las puertas de su sede en Vigo a un medio de comunicación para narrar su historia


Además de las vacas pastando, visibles desde cualquier parte del edificio, lo primero que llama la atención de la sede de Bimba y Lola en la avenida de Madrid (a media hora a pie del centro de Vigo) es una enorme escalera transversal que divide la construcción en dos mitades y comunica las tres plantas de forma directa. Está decorada con dos grandes bolsos “por casualidad. Los hicimos para un evento interno y aquí siguen. Igual hasta los dejamos”, relata José Manuel Martínez, CEO de la compañía. Salvo en las zonas necesarias (estudio, sala de reuniones, etc.) apenas hay paredes, lo que refuerza la idea de la enseña gallega de presentarse como “un colectivo creativo”. “En las oficinas anteriores, en Mos, era mucho más difícil reunirse y estar en contacto continuo”, explica, “hemos vivido grandes momentos allí pero, además de estar mucho más ‘apiñados’, ya se nos hacía cuesta arriba la dinámica de trabajo”.

“Es más difícil renovar que construir de cero, mucho más”, cuenta Alfonso García, responsable de arquitectura y servicios generales, refiriéndose a esta nave de 1965 que el arquitecto vigués Desiderio Pernas (alumno de Mies van der Rohe) concibió como un concesionario y taller de coches. Uxía Domínguez, presidenta de la marca, y Alfonso se “enamoraron” del edificio al instante, “pero no fue un proceso fácil”, confiesa García. Dieron la señal meses antes de la pandemia, con la suerte de que los anteriores dueños respetaron ese dinero cuando, un año después, formalizaron el contrato. En estos tres años se han encontrado con “las típicas sorpresas de un edificio de hace 60 años, pero siempre tuvimos claro que queríamos seguir adelante y respetar la construcción original lo máximo posible”, cuenta García con orgullo. “Hemos conseguido la certificación de excelencia de la BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment Methodology). Hay un grado mayor, el excepcional, pero bueno, con el tiempo”, comenta. La firma culminó el traslado de sus algo más de 300 empleados el pasado noviembre, coincidiendo casi con su vigésimo aniversario, que se celebra este año, y con el umbral de las 300 tiendas propias superado. Pese a que todo el mundo conoce su nombre y gran parte tiene alguno de sus diseños, es la primera vez que Bimba y Lola comparte su historia y deja ver sus entresijos a un medio de comunicación.

Los inicios de las hermanas Uxía y María Domínguez, es decir, de Bimba y Lola, se podrían resumir en una mezcla de intuición y experiencia. Uxía trabajaba en el área de diseño de la empresa familiar, Sociedad Textil Lonia, dueña de CH Carolina Herrera y Purificación García, creando accesorios de lujo. “María y yo decidimos probar con una marca de accesorios de diseño y buena calidad de gama media, porque en aquel momento no había ninguna española”. Su padre, Jesús Domínguez, se asoció con ellas: “Para tener un buen precio con buena calidad, había que hacer una tirada más o menos amplia. Lo bueno es que, con su experiencia, se aceleró la apertura de puntos de venta. Consiguió locales excelentes incluso antes de que se hubiera visto el producto, porque confiaban en él”, apunta José Manuel. Así que un año después de su creación, en 2006, Bimba y Lola ya contaba con 42 puntos de venta en España y Portugal. Sus inicios fueron bastante más fáciles que los de la mayoría de marcas, pero otra cosa muy distinta es saber mantenerse. “A nosotros por ejemplo nos han hecho mucho daño las falsificaciones”, cuenta el CEO, “no solo en ventas, sino a nivel imagen, pero supongo que es lo que ocurre cuando tienes éxito”.
De Vigo al mundo
Pese a haber facturado más de 234 millones en 2024 y ser una de las escasas firmas nacionales influyentes a nivel global, en estas dos décadas Bimba y Lola ha preferido centrar sus esfuerzos en el producto y concebirse como un colectivo sin una cara visible (no hay imágenes, de hecho, de sus fundadoras). Uxía no tiene despacho, solo una mesa en la tercera planta, junto a las de los diseñadores y patronistas. José Manuel, el director general, otra en la segunda, frente a los equipos corporativos y de gestión. “Concebimos la marca como algo que está vivo”, cuenta Uxía, “y en las decisiones importantes siempre prima por encima de todo cómo queremos que avance y crezca”.

Esa cultura del organismo vivo se percibe paseando solo unos minutos por la tercera planta: en el centro, una sala acristalada acoge un pequeño taller de bolsos donde se realizan algunos de los prototipos que piden los diseñadores, así se agiliza el proceso si surgen nuevas ideas y se establece un diálogo directo entre el creador y el ejecutor: “Pero hay que poner un servicio de turnos cuanto antes, porque se nos forma cola”, bromea una de las artesanas. En un lateral se acumulan prototipos de bolsos (más de un centenar cada temporada, teniendo en cuenta las referencias de color) y al fondo se apilan varios de archivo en estanterías: “Tenemos que pensar una fórmula para poder verlos de un vistazo sin necesidad de ir a por ellos”, dice Uxía. Los diseñadores y los jefes de compras debaten sobre cuáles producir (en Portugal, en Italia, España y las piezas básicas de gran volumen de rotación en China) y cuáles no. También el resto de empleados, que prueban las novedades para saber si los bolsos y zapatos son o no funcionales al cabo de los días. “En general solemos estar de acuerdo. En general. Bueno, cada diseñador defiende lo suyo, como es lógico”, bromea Mirian Méndez, chief product officer, es decir, la persona que lidera el equipo creativo. Cuando hay una apuesta unánime van a por ella en colores, detalles o tamaños variados. De hecho, un vistazo rápido permite comprobar cuál será, por ejemplo, su apuesta de calzado para el año que viene. Pero más allá de modas y demandas, en Bimba y Lola tratan de cubrir todo el espectro sin perder identidad. “Intentamos tener productos para distintos perfiles, porque siempre hay personas que van buscando un estilo concreto que no encuentran en otros lugares”, comenta Méndez. Es el caso, por ejemplo, de la bisutería, imponente en forma y tamaño, que ya se ha convertido en una de sus señas de identidad. O de las zapatillas 13 19. “Ahora mismo tenemos una facturación equilibrada. Un tercio de las ventas es ropa, otro tercio bolsos y otro el resto de accesorios”, explica. Eso les permite arriesgar en cada categoría sabiendo que el grueso de ventas se mantendrá más o menos estable. “Además, nunca se está seguro de lo que va a tener éxito. Ocurre sobre todo en Asia (abrieron su primera tienda en Corea hace ahora 10 años). Allí de repente se pone de moda un producto, por razones a veces azarosas, y se agota”, dice.

En la sede hay una tienda piloto (una para tiendas propias y otras para centros comerciales) que rota cada dos o tres semanas, en función de lo que quieran destacar. Ahora hay, entre otros, un bolso en el que puede leerse “Vigo, 2005” bajo el logo, como en muchas firmas de lujo clásico: “Estamos orgullosos de poner que venimos de Vigo y de España. Es algo que fuera, en marcas de otros países, tienen totalmente asumido”, dice Uxía, “lo ves, por ejemplo, cuando viajas a Estados Unidos y en los centros comerciales, pese a tener marcas famosas, ponen las suyas más visibles”. Actualmente poseen 310 tiendas. Todas las dirige Teresa Vaquero: “Al principio nos encargábamos de unas 50 tiendas. Ahora estoy por la mañana atendiendo a Asia y por la tarde a América”, dice. “He ido aprendiendo a hacer el trabajo con los años; lo que necesita cada país, cómo gestionar los problemas de cada zona... pero todo a medida que íbamos abriendo e iban surgiendo las cosas”. Teresa, como muchos de los altos cargos, lleva en la empresa casi desde su fundación. Llama la atención, además, que una aplastante mayoría de empleadas son mujeres. “Pues tendrías que ver el almacén. Allí son casi todas, y eso que muchos lo consideran un trabajo masculino”, dice.
El acelerón global de Bimba y Lola ocurrió la década pasada: en 2010 abrieron su tienda digital, en 2011 llegaron a México, en 2015 a Asia y en 2018 superaron la barrera de las 100 tiendas. Esta expansión vino acompañada de un cambio de imagen integral: se despidieron de su logo anterior (el galgo) y apostaron por una visión más atrevida y colorista. Puede que el gran público no lo sepa, pero en los últimos años han trabajado con creativos como Petra Collins o Venetia Scott o han contado con rostros conocidos como Lourdes León, Pamela Anderson o Caroline Polachek, entre otras, como imagen de sus campañas.

A nivel creativo, están más cerca de esas marcas de vanguardia que combinan la audiencia nicho con la viralidad que de una enseña de gama media con presencia mundial. Por algo tienen más de tres millones de seguidores en redes: “El otro día metimos aquí un coche antiguo y no sé cuántas cosas más”, explica Elizabeth Fernández, directora de arte, que también lleva en la marca casi desde sus inicios. Entre otras labores, gestiona el funcionamiento del estudio en la planta baja, un enorme plató y una sala para fotografiar prendas para el e-commerce. En proceso de decoración, por ahora la zona la adornan un peluche gigante y un cuadro realizados por Dean JG y Jacob Grandt, dos de los muchos artistas que han colaborado en el diseño de sus colecciones. No importa cuán famoso sea el nombre: pueden ser zapatillas Veja, los zapatos de goma Melissa o el diseñador Palomo Spain, pero también la joyera Georgina Treviño, el artista Kentaro Okawara, la National Gallery o, próximamente, el Museo Reina Sofía. Da igual su fama mientras les encaje: “Lo interesante de Bimba es que el motor de su éxito es la creatividad. Las campañas y colaboraciones son parte de esta cultura de estar siempre presentes”, opina Iria Domínguez, responsable de comunicación y una de las artífices de estas sinergias con los personajes del momento. “Tenemos esta forma de trabajar, queremos conectar con personas que están haciendo cosas nuevas. También es una manera de darles una plataforma para que se expresen, y nosotros, la verdad, recibimos a cambio algo superbonito”.

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