El año del ‘traje protesta’: ¿marketing hipócrita o altavoz necesario?
El ‘pussy hat’ rosa, camisetas con mensaje o celebrities reivindicándose en la alfombra roja han marcado un periodo en el que la moda también hizo negocio con el movimiento feminista.
Cuando Deva Pardue compartió su For All Womankind como pancarta gratuita para la Marcha de las Mujeres no imaginaba que la suya sería la ilustración del año. Las tres manos de distinta raza alzadas sobre un fondo rosa se convirtieron en un éxito instantáneo. Además de la viralidad que consiguió el pussy hat rosa, la imagen fue instagrameada por Reese Witherspoon, Rihanna o Naomi Campbell, entre muchas otras personalidades, y publicaciones de todo el planeta recurren sin descanso a su diseño como símbolo de la lucha feminista. Ante el furor cosechado, Pardue creó una plataforma donde vender sus diseños –con copyright– y destinar lo recaudado a organizaciones que luchan por los derechos reproductivos de la mujer. Once meses después de lanzarlo, la moraleja capitalista se ha impuesto en su contra: la diseñadora gráfica ha denunciado que en la web de Modcloth (que pertenece a Walmart y opera como una especie de Asos estadounidense) se ha vendido durante varios meses sin su consentimiento su diseño en una camiseta cuyos beneficios, obviamente, no se destinaban a organizaciones feministas. Pardue nunca se lucró con su diseño (en lo que va de año ha destinado 17.000 dólares a varias organizaciones), pero la firma que la vende sin su permiso sí lo ha hecho. Ella, que ha hecho público en todo momento cuánto ha destinado y a quién, exige ahora que Modcloth –que ya ha retirado de su web el modelo– especifique cuánto ha ganado vendiéndola.
.@modcloth owned by @walmart stole and monetized my copyrighted Femme Fists image which was designed to raise money for women's orgs. They've since ignored two cease & desist letters from my lawyer. A shameful example of huge corporations profiting from grass roots movements. pic.twitter.com/YZUXkNZnXT
— Deva Pardue (@DevaPardue) December 19, 2017
El caso de esta activista resume en cierta manera lo que ha sido 2017: el año de las contradicciones en el merchandising del activismo feminista. Por una parte, el activismo reaccionó frente a la administración Trump y provocó un efecto dominó global, que también repercutió en la moda. La fashion week de Nueva York de febrero fue la más implicada políticamente, con guiños anti Trump en desfiles, lemas feministas (Prabal Gurung) y alegatos a favor de la inmigración (Opening Ceremony). Tras el impacto visual que supuso la imagen de millones de gorros rosas en la marcha de las mujeres de enero, las manifestaciones feministas de marzo se tiñeron de rojo en EEUU y de negro en España. El traje protesta, desde ese prisma, ha sido un recurso eficaz y amplificador.
Por otro lado, este también ha sido el año en el que la moral neoliberal se apropió del mensaje para reforzar la teoría del ‘lifestyle feminista‘, vaciando de significado las reclamas y convirtiendo al movimiento en una moda de camisetas a 500 euros. Porque no tiene las mismas implicaciones ver a la madre de la camiseta-pancarta, Katharine Hamnett, aprovechar una foto con Margaret Thatcher en 1983 para denunciar la escalada armamentística de Gran Bretaña, que encontrarse en la cadena low cost de turno un modelo a cinco euros que diga The future is female, teniendo en cuenta las condiciones laborales de las mujeres que las confeccionan bajo la dinámica de producción externalizada y de abaratamiento de costes.
La alfombra roja como escaparate ideológico y activista
No solo de debates sobre lemas feministas ha vivido el traje protesta en 2017. Este también ha sido el periodo en el que las celebrities han reforzado su posicionamiento político aprovechando la visibilidad global e interés mediático que genera su ropa en las galas de premios. Desde momentos puramente anécdóticos –Karlie Kloss desafiando a su cuñada Ivanka Trump con lazo azul en los Oscar o el pin a favor de Planificación Familiar de Lola Kirke en los Globos de Oro–, a auténticos alegatos contra los roles de género como el de Evan Rachel Wood, que ha decidido no ponerse vestidos y acudir siempre con traje a las galas para «demostrar a las niñas y a las mujeres que ponerse un vestido no tiene por qué ser un requisito único».
De rechazar los vestidos a vestirse de negro. Esta es la decisión estilística que han tomado más de 30 actrices para acudir a los Globos de Oro del próximo 7 de enero. Su decisión busca mostrar el rechazo al acoso sexual estructural en el gremio por parte de depredadores sexuales como Harvey Weinstein y una abultada lista de acusaciones señalando a figuras prominentes como Dustin Hoffman, Louis CK, John Lasseter o Kevin Spacey, entre muchos otros más.
La decisión ha provocado una auténtica división entre el activismo de las actrices, más implicadas que nunca en la causa feminista. Rose McGowan, la más combativa en su cruzada contra el sexismo en la industria, acusó a las intérpretes que vayan vestidas de ese color de ser unas «hipócritas». Lo hizo desde su cuenta de Twitter, donde señaló directamente a Meryl Streep como cómplice de la situación actual: «Actrices como Meryl Streep, que trabajó felizmente para ese cerdo monstruoso –refiriéndose a Weinstein–, vestirán de negro en los Globos de Oro en una protesta silenciosa. Vuestro silencio es el problema», escribió McGowan. «Aceptaréis un premio falso sin aliento y no haréis un cambio real. Desprecio vuestra hipocresía. Tal vez deberíais vestir un Marchesa (la firma de la exmujer del productor)», añadió en un mensaje que eliminó a los pocos minutos. Asia Argento, que ha denunciado públicamente que Weinstein la violó, también ha criticado la opción silenciosa del negro y pide que no acudan, directamente, a la gala. «Boicotea los Globos, ¡envía a una víctima a recoger tu premio!», tuiteó. En un mundo en el que el negocio de la alfombra roja mueve millones en visibilidad hacia las marcas, con compromisos de las propias actrices que ejercen de embajadoras del lujo durante el resto del año y los egos, además, mandan; será dificil ver un boicot como el que plantean McGowan y Argento. El traje (o vestido) protesta será, posiblemente, la opción más cómoda para las nominadas.
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