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Miguel Adrover: «No quiero crear un imperio, solo alzar mi voz»

S Moda habla en exclusiva con el creador mallorquín Miguel Adrover, que este mes vuelve a la pasarela neoyorquina. Es el regreso más esperado de un genio inconformista y mesiánico.

Miguel Adrover

Su nombre se convirtió en la gran esperanza de la moda norteamericana hace más de 10 años. Ha tenido que desaparecer para poder reinventarse. Su hábitat sigue siendo Nueva York, pero confiesa que hoy se siente «más libre en países del tercer mundo donde puedes experimentar con la ropa».

En 2008 EL PAÍS apuntaba: «Ha pasado casi cuatro años lamiendo sus heridas en su isla natal y ahora ultima el que será su tercer o cuarto renacimiento». Este mes Nueva York vuelve a ser testigo de un nuevo renacer. ¿Por qué ahora?

Porque entiendo la moda como una forma de expresión social y necesitaba mostrar toda la información que he ido acumulando estos últimos años. Porque mi trabajo para Hess Natur no refleja mis inquietudes, sino la filosofía de una compañía con la que, eso sí, coincido en muchos aspectos. Sin embargo, hay otras ideas que con ellos no puedo expresar y quería sacarlas a la luz.

¿Hay alguien detrás de este regreso?

No, en absoluto. Todo pasa porque tiene que pasar. Yo no tengo ni planificación empresarial ni campaña de marketing, ni lista de clientes o algún plan de producción. Todo eso para mí es algo secundario. Esta colección nace de una necesidad de expresión personal. No pretendo crear un imperio como Giorgio Armani. Solo quiero alzar mi voz. Porque hay mucha gente desengañada en la industria. Todo se ha supercomercializado. Las multinacionales controlan los mercados. La única ilusión de un diseñador que acaba de graduarse es trabajar para una multinacional, tener una tarjeta oro, viajar en primera clase, dormir en un hotel de cinco estrellas, etcétera. La gente ya ni siquiera se plantea la creatividad. Viven la moda como un negocio.

¿Ha cambiado su visión de la moda desde que empezó?

Cada día aprendo. Me niego a quedarme estancado como otros, que siempre repiten la misma fórmula. ¡Podría haberlo hecho! Muchos han bebido de mis ideas y mis siluetas. Lo que yo hacía hace 10 años está ahora en la calle. Y estoy encantado. Porque un creador debe mostrar su trabajo para que los demás se alimenten de esas ideas. Me gusta que me copien. No creo en el concepto de copyright.

En 2000 usted criticó la dictadura de los logos. Una filosofía que hoy abrazan firmas como Louis Vuitton con bolsos que buscan la exclusividad a través del anonimato.

Cuando empecé con la customización tampoco había nadie que lo hiciera; y ahora puedes adaptar cualquier diseño a tu estilo. Un coche, un reloj, un bolso… Lo que quieras. La industria intenta engañarte. Te dicen que puedes ser tú misma, pero tienes que volver a comprar cada seis meses. Un ritmo frenético que está agotando los recursos del planeta. Apenas hay suelo sin cultivar. Debes pensártelo antes de meterte en esa rueda. Hay otras soluciones.

¿Se considera un visionario?

No. Simplemente me considero una persona que sacrifica su posición social por la verdad. Reflejo lo que veo y lo que siento. Soy un privilegiado. Tengo amigos en países como Cuba o Egipto que ni siquiera tienen la oportunidad de viajar y descubrir un mundo más allá de sus fronteras. Y yo quiero expresarme también por ellos. Por todos los que no tienen voz. Ellos son el germen de la colección que voy a presentar en Nueva York [esta entrevista se realizó tres días antes del desfile]. Imaginé un avión que sobrevolaba el Amazonas. Se abren las compuertas, el equipaje cae en medio de la selva y tribus que han vivido aisladas descubren las maletas. Personas sin clichés estéticos preestablecidos, que interpretan la moda con libertad. En esta colección no hay telas ni patrones. No es una propuesta sartorial. Son looks que he cosido a mano con prendas de mi armario. Sábanas, trapos, chaquetas… Ropa de la que no quería desprenderme. Pero hay gente que no tiene nada y me parece injusto.

La realidad social es la fuente de la que beben sus colecciones. ¿Qué opina de las protestas de los indignados de Puerta del Sol y Wall Street?

Estoy con ellos. Yo fui uno de los primeros indignados. Es una reacción normal ante un engaño insostenible.

¿Se ha sentido víctima de la industria?

No, al contrario. Yo trabajo y me expreso en esta industria. Algo que hace 20 años era normal. Piensa en el movimiento punk de los años 70 o los nuevos románticos en los 80. Detrás no había una industria. Había una revolución social, como la primavera árabe. En moda no ha habido una evolución. Lady Gaga, Beyoncé… Detrás de cada uno de los iconos actuales están las mismas corporaciones.

¿Cree que la ecología ha sido solo un eslogan pasajero?

La ecología ha sido un arma de marketing para muchos, que juegan y te dicen que están ayudando al planeta, cuando lo único que hacen es incluir una camiseta de algodón orgánico en toda la colección, mientras siguen cultivando con pesticidas e insecticidas y tiñendo la ropa con químicos que perjudican a los clientes y al medio ambiente.

¿Cuál es su gran pilar?

La libertad.

¿El talento tiene precio?

Lo que tiene precio es un diamante. Porque en esta sociedad el brillo fascina. Poco importa el valor real.

Dicen de usted que es un creativo muy exigente. ¿Qué criterios debe cumplir un proyecto para que acepte asumir la dirección creativa?

Corre el rumor sobre una «posible» propuesta de Dior. ¿Y por qué no? También hay que vivir. Sé que podría hacerlo. Para mí la gran diferencia está en el objetivo: trabajar para construirte un palacio o hacerlo para conseguir la financiación necesaria para llevar a cabo un proyecto mucho más personal. Y yo no sueño con un trono.

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