Cinco razones para no perderse el documental ‘McQueen’
Madrid Fashion Film Festival y S Moda lo presentarán en exclusiva el próximo 5 de junio. Esto es lo que puedes esperar de la cinta de moda del año.
«Si te vas sin emocionarte no he hecho bien mi trabajo. No quiero que sea como una comida de domingo. Quiero que salgas sintiendo rechazo o euforia, pero que sea una emoción». Mucho antes de que Alexander McQueen se convirtiera en la firma de los vestidos de alfombra roja perfectos y los diseños para la realeza (Kate Middleton es fanática), su creador, Lee Alexander McQueen, solo buscaba provocar y conmover con piezas aterradoramente bellas. Ocho años después de su muerte –se quitó la vida en febrero de 2010–, el documental McQueen, dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, se adentra en el trabajo y la vida personal del diseñador a través de imágenes de archivo y entrevistas con su hermana, su madre o sus amigos más cercanos. Una cinta en la que el espectador pasa de la risa a la aflicción en cuestión de minutos hasta llegar al fatal desenlace. La historia de cómo un muchacho de clase obrera se convierte en uno de los diseñadores más influyentes de nuestro tiempo transformando sus demonios en la creaciones más bellas.
El documental, que se estrenó en el festival neoyorquino de Tribeca, llegará a los cines españoles el 8 de junio. Tres días antes, Madrid Fashion Film Festival en colaboración con S Moda, organizará un preestreno al que acudirán destacadas personalidades del mundo de la moda. Después de verlo podemos asegurar que nadie abandonará la sala con la sensación de haber asistido a una comida de domingo. Estas son las cinco razones para no perdérselo:
1. No es solo un documental de moda. Ser experto o apasionado de la moda no es requisito indispensable para disfrutar la cinta. McQueen no trata sobre la marca (es más, ni siquiera afronta el presente de la enseña tras la muerte del diseñador ni cómo Sarah Burton, actual directora creativa, continuó su legado). El enfoque está centrado en Lee Alexander McQueen, como diseñador y ser humano, pero, sobre todo, como genio. «Es el Saint Laurent del siglo XXI», dijo de él la famosa editora de moda Isabella Blow, que también fue su amiga y principal impulsora.
2. No idealiza su figura (pero tampoco la condena). Una infancia marcada por los abusos, problemas con la cocaína, una vida sexual extrema y una salud delicada (era seropositivo y sufría una fuerte depresión) fueron algunas de las causas que precipitaron su prematuro adiós. Sin recrearse en detalles sensacionalistas, la cinta baja a los infiernos de Lee –como le llamaban los más cercanos– y refleja la parte más oscura de un hombre que, pese a tenerlo todo, jamás logró ser feliz. Su complicado carácter, que se va endureciendo al ritmo en el que crece su fama y sus adicciones, también aparece reflejado en fragmentos de grabaciones personales y anécdotas recuperadas por sus parejas, amigos y miembros de su equipo. Sin embargo, también muestra su cara más afable, familiar y divertida. Tenía un sentido del humor tan inglés como «vulgar» y una relación muy especial con su hermana y su madre. Tras el suicido del diseñador se publicaron muchos reportajes que lo retrataron como un ser despiadado sumido en las adicciones, McQueen lo presenta como el hijo de un taxista que, a pesar de ascender vertiginosamente a los altares de la moda, jamás pudo sobreponerse a su propio dolor.
3. Repasa sus desfiles más inolvidables. Robots disparando pintura sobre un vestido giratorio, modelos caminando sobre charcos de agua o Kate Moss convertida en holograma son solo algunos de los históricos momentos que nos dejaron sus shows. El propio documental se estructura en torno a sus cinco colecciones más importantes: desde la polémica Highland Rape (Violación de las Tierras Altas escocesas) hasta su último desfile, en el que presentó sobre la pasarela sus míticos zapatos Armadillo y dejó boquiabierta a la prensa especializada y a todo aquel que se asomó a su universo único vía streaming. Su creatividad e impactante puesta en escena hacían de sus desfiles un espectáculo artístico mucho más allá de las prendas. Tras el suicidio de la excéntrica Isabella Blow, McQueen rindió homenaje a su amiga como mejor sabía: dedicándole una colección (La Dame Bleue) junto al sombrerero Philip Treacy, otro protegido de Blow. Uno de los momentos más difíciles de su vida –y de su carrera– en el que supo, una vez más, transformar la oscuridad en arte. «Si quieres conocerme, solo tienes que ver mi trabajo», afirmó el propio McQueen en una ocasión.
4. Muestra el frenético ritmo de la industria de la moda. McQueen llegó a crear 14 colecciones al año. A los 27 años lo ficharon como director creativo de Givenchy, justo después de que Galliano abandonara la firma para irse a Dior. A pesar de que cuando estudiaba en la Saint Martins se coló en un desfile de Givenchy y sentenció que la colección no era más que «un montón de basura», McQueen decidió aceptar el puesto «porque estaba muy bien pagado». Él, que descendía de una familia humilde y se costeaba las telas para sus colecciones con el subsidio del paro, quería ganar dinero suficiente para hacer de Alexander McQueen algo grande. Lee y su equipo –unos chavales tan jóvenes e inexpertos como él– se mudaron a París para debutar por todo lo alto: una colección de alta costura para Givenchy creada en solo 25 días. «No se nos ocurrieron ideas hasta el último momento», reconocía el diseñador. En el año 2000 vendió el 51% de las acciones de su marca a Gucci (Tom Ford admiraba mucho su trabajo) y dejó su puesto en Givenchy que, según decía, reprimía su creatividad. Poco después volvía a estar haciendo decenas de colecciones anuales, alimentando también su línea asequible: McQ. Un ritmo de creación frenético que ni uno de los diseñadores más creativos de nuestro tiempo pudo soportar.
5. Mantiene viva la leyenda. Dicen que McQueen enviaba insultos y chistes obscenos al príncipe Carlos de Inglaterra escondidos en el forro de las chaquetas que confeccionaba para él en su etapa como aprendiz de sastre en Sabile Row. Una leyenda que no se confirma en el documental pero se antoja más creíble que nunca después de que el diseñador italiano Romeo Gigli –del que también fue becario– confiese que se encontró la frase «Fuck you Romeo» dentro del forro de una chaqueta que le había mandado repetir tres veces. También es cierto que hubiera preferido que la firma Alexander McQueen hubiese acabado para siempre con él. Este último deseo no se cumplió: Sarah Burton, la que fuera su mano derecha, está al frente de la casa desde su muerte. Para analizar cómo ha reinterpretado su legado tendremos que esperar a otro documental.
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