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Los ‘socialites’ masculinos reclaman su trono

Imprescindibles en todas las fiestas que se precien, ellos han aprendido el oficio y están dispuestos a llevarse su pedazo de la tarta.

Derek Blasberg y Anna Dello Russo
Getty

'Socialite' es una de esas palabras que despierta curiosidad con el simple hecho de escucharla. Ya sea en su adaptación al inglés o en su aguda versión francesa, el término dibuja a su alrededor un escenario en blanco y negro, de altos tacones, ajustadas pajaritas, brillo, champagne, limusinas y fiestas en Chateau Marmont al que pocos se pueden resistir. Con una definición cambiante, la palabra ha servido durante décadas para denominar a la vertiente más pública de la élite social, aunque el paso de los años ha provocado que se devaluase hasta representar simplemente a un grupo de personas que hacen de las fiestas y la vida pública su modo de vida.

Sin embargo, pese a ser una expresión que abarca tanto a hombres como a mujeres, todavía a día de hoy seguimos relacionando el término casi en exclusividad con su vertiente femenina; dejando de lado un mundo que ha evolucionado paralelamente a éste. Un mundo que también cuenta con su Edie Sedgwick, su Bettina Zilkha o incluso una versión de Paris Hilton en forma de guapos hermanos adoradores de Suri Cruise y por el que los medios han pasado casi siempre de puntillas, a pesar de que no acabe de llegar a la ciudad.

Porque, al igual que nada tiene que ver Nan Kempner con Kim Kardashian; la historia del 'socialite' masculino también ha sufrido algunos cambios desde que John Fairchild, editor de WWD, acuñara el término 'walkers' para referirse ellos. La labor de los 'walkers' consistía en recorrer con las damas de la alta sociedad el circuito de fiestas –el llamado black-tie circuit– mientras sus maridos se ocupaban de sus negocios, fueran de la índole que fueran. Su cometido era sencillo: ser un acompañante. Pero no un acompañante cualquiera, eso sí, un acompañante culto y educado que sabía cómo hacer brillar más a la dama a la elegantemente escoltaban. Eran bien conocidos tanto por la prensa como por la alta sociedad, pero su función acababa cuando se apagaban las luces de la fiesta y acompañaban a la demandada 'socialite' a su lujoso apartamento para después emprender el camino de vuelta a casa andando, de donde proviene su apelativo. No había más. No había focos para ellos ni romances secretos, solo una puerta de entrada a un círculo social al que era harto imposible acceder.

Los hermanos Brant son la réplica masculina de las Kardashian, Paris Hilton o Nicole Richie.

Getty

Entonces ¿podemos encontrar a día de hoy a los descendientes de estos 'walkers' en las páginas del propio WWD o de cualquier otra publicación sobre la alta sociedad? La respuesta es negativa. Con el paso del tiempo, 'walkers' y 'socialites' acabaron convergiendo en un término común en el que, al igual que ellas, éstos no estaban dispuestos a dejar escapar ni un minuto de protagonismo y oportunidad. Así nació, pues, lo que hoy conocemos como 'socialites' masculinos, que no necesitan de un término propio, ya que su ocupación poco o nada difiere de lo que hacen las chicas más famosas del momento.

Nombres como Derek Blasberg o Luigi Tadini se han convertido a día de hoy en habituales de los medios; personajes que recorren cualquier fiesta que se precie y acaparan la atención de la prensa sin la necesidad de ir colgados de ningún brazo. Convertidos en su propia empresa, utilizan sus habilidades sociales y los contactos que brindan las veladas cargadas de alcohol para promocionar sus propios intereses tanto amorosos como profesionales; la escritura en el caso de Blasberg o el negocio de joyería de la familia Tadini. Hombres hechos a sí mismos que, como sus predecesores, han conseguido hacerse un hueco sin que les viniera regalado de casta, pero que han conseguido dar un paso más hasta convertirse ellos mismos en los protagonistas de la función.

No es este, por ejemplo, el caso de los hermanos Brant. Estos socialites 2.0 son una muestra de que casos como el de las Kardashian, Paris Hilton o Nicole Richie también han tenido su réplica masculina. Hijos del magnate de las revistas Peter Brant y de la modelo Stephanie Seymour, ambos han crecido rodeados por lo más destacado de la sociedad neoyorkina hasta que en plena adolescencia fueron descubiertos por los medios de comunicación que los convirtieron en unas de esas estrellas imprescindibles en sus publicaciones pero constantemente maltratadas por las mismas. Peter y Harry, de 20 y 18 años respectivamente, han entrado por la puerta grande en el mundo de los 'socialites masculinos, asistiendo a eventos del nivel de la Met Gala o colándose en las listas de los mejor vestidos de famosas publicaciones masculinas. Y su capacidad para dar titulares no es menor. Su cuenta de Twitter conjunta, en la que lanzaban al mundo mensajes como “a partir de ahora cuando alguien me pregunte qué soy, les responderé simplemente “icono” tuvo que ser renombrada para pasar a representar solamente a Harry después de que Peter revelara a modo de broma su plan para asesinar al presidente Obama. Su frescura y sus aspiraciones sin un rumbo definido, convierten a los Brant en un nuevo tipo de 'socialite' masculino que no ha necesitado girar los focos para que los iluminaran a ellos. Porque de esos focos salía la primera luz que vieron al nacer. Y ahora, en su mayoría de edad, todo apunta a que estos nuevos 'walkers' no están dispuestos a cedérselos a nadie. Porque saben perfectamente cómo usarlos.

Es frecuente ver a Derek Blasberg en el ‘front row’ de importantes desfiles.

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Los ‘socialites’ utilizan los contactos que brindan las veladas cargadas de alcohol para promocionar sus intereses. En la imagen, Luigi Tadini.

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Derek Blasberg en un evento de Ferragamo.

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