Tres cosas que aprendiste de tu madre sobre cómo perfumarte
Hay gestos que se aprenden en casa. Como el de aplicarte una fragancia. En víspera del Día de la Madre recordamos esas notas que marcaron tu infancia.
Por mucho que discutamos y nos enfademos hay un nexo indestructible que une de por vida a las madres con sus hijas. Aprender a hablar, caminar o convertirnos en adultas con dos dedos de frente es tarea de ambos padres. Pero los rituales de belleza pasan de madres a hijas. Gestos de coquetería que primero imitamos a escondidas ante el espejo del baño. Que levante la mano quien no se ha pintado los labios con la barra de su madre. O la que no haya tomado prestado sin permiso el perfume de mamá para sentirse ‘más mayor’. Y que, años después, con solo sentir ese aroma sienta cerca la mano protectora de su madre aunque ella ya no esté.
Con los años esas licencias infantiles se convierten en confidencias y consejos en ambas direcciones. Las hijas, habitualmente mejor informadas gracias al consumo de revistas y blogs especializados, comparten trucos, novedades o tendencias. Las madres miran complacidas a esas alumnas aventajadas en que se han convertido sus herederas. Por eso no hay mejor regalo para el Día de la Madre que esa fragancia que da aroma a su vida y marcó nuestra infancia y adolescencia. Es el caso de la mítica Eau de Rochas. Creada en 1948, esta eau de toilette fresca y cítrica evocaba la libertad de las mujeres de la Riviera Francesa en aquellos años. Convertida en un clásico atemporal hoy sigue siendo una de las más vendidas en España año tras año. Y uno de esos secretos que unen a las madres con sus hijas… aunque con matices.
1. Cuidado con el sol. De niñas nos fascinaba ver a nuestras madres perfumándose como las grandes divas de Hollywood: en las muñecas y en el cuello. Se decía que una mujer debía ponerse el perfume allá donde deseaba ser besada (y donde el recato lo permitía). Ahora sabemos que el alcohol del perfume puede causar manchas si nos exponemos al sol. Así que la opción más segura, y más camino del verano, es aplicarlo en zonas de piel no expuestas o pulverizar de manera sutil sobre la ropa. Incluso no jugársela y optar por una loción corporal de la misma gama olfativa.
2. Fidelidad compartida. Echando la vista atrás se nos vienen a la memoria infinitas escenas con nuestra madre. Siempre envuelta en el mismo aroma. Ese con el que se sentían cómodas, con el que se identificaban. Esos acordes que, con solo olerlos en el ascensor, sabíamos que ella ya había llegado a casa. O que acababa de salir. La fragancia de su vestidor, la del abrigo que le cogíamos sin que se diera cuenta cuando ya teníamos su talla. Posiblemente ella lleve usándola toda la vida, fiel como el primer día. Las hijas, como mandan las tendencias actuales, se sienten libres para probar. Ahora se llevan las notas gourmand, hace tres tardes, el oud y las esencias exóticas, mañana quién sabe qué se llevará. Acumulan varios frascos de perfume y, entre todos, siempre hay un básico, ese que nunca falta y que nunca pasa de moda. La misma fragancia que marcó a su madre y que las nuevas generaciones entienden como ‘ese que nunca falla’.
3. Mucho más que un nombre. Hasta hace poco bastaba con mencionar una marca para saber que su filosofía te encajaría como un guante. Rochas lleva impreso en su ADN la elegancia sin artificios, la feminidad con un punto de fragilidad. A la madre eso le bastaba y le sigue bastando hoy. La hija husmea en los ingredientes. Sabe que un perfume es una composición en tres movimientos. Que los cítricos en las notas de salida aportan frescura juvenil. Narciso, jazmín y rosa en las notas de corazón hablan del eterno femenino, dulce y suave. Y unos acordes amaderados de mirra, vetiver y musgo de roble en las notas de fondo vehiculan todo el frescor y ponen un discreto toque de opulencia. La combinación perfecta para cualquier ocasión que convence a la hija. Aunque eso la madre ya lo sabía desde mucho antes.
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