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Estas mujeres tienen menos de 30 años años y ya han fundado su firma de cosmética nicho

Con ganas de revolucionar el sector, estas jóvenes no tienen miedo a emprender en el mundo de la belleza.

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Nina Urgell

Montar una empresa de cosmética no es fácil. Y mucho menos barato. Antes de vender la primera unidad habrá que formular la crema, fabricarla, contar con los permisos y registros sanitarios, crear una red logística, dar a conocer la marca, proveedores, imagen, diseño de marca y posicionamiento. Si queremos empezar con un único producto, difícilmente lo lograremos con una inversión menor de 22.000 €, según publicó la cosmetóloga Valerie Patton en la web especializada The Chemists Corner.

Expertos como Pedro Catalá, farmacéutico y creador de Twelve Beauty, incluso lo elevan: “no menos de 30.000 € para algo muy básico y 50.000 € para algo más premium. Solo la formulación de un producto nuevo ronda los 1.200 €, aunque puedes ir a un laboratorio, comprar una fórmula de su catálogo y personalizarla ligeramente por unos 600 €”, explica.

Si al coste inicial le añadimos el factor de la juventud, que va asociado habitualmente a la falta de experiencia como empresarios, podemos pensar que las protagonistas de las próximas líneas se han vuelto locas. Ellas han hecho realidad su sueño de montar su propia firma de cosmética nicho antes de cumplir los 30, pero les sobra cordura. Este grupo de veinteañeras tienen en común su pasión por el mundo de la belleza y muchas ganas de cambiar lo que no les gusta de él, trabajando con honestidad y, sobre todo, mucho esfuerzo.

Es el caso de Alejandra Marañón (San Sebastián, enero de 1993). A finales del año pasado lanza Epiliscious. Lo hace en Ibiza y con una gama de tres productos pensados para iluminar el rostro, Skin Shine, que nace de su propia necesidad: “llevaba años en una pelea con mi piel, buscando el tratamiento perfecto”. Para ella, emprender en cosmética es más arriesgado que en otro sector. “Un producto que aplicas sobre la piel y que va a tener un efecto en ella debe transmitir confianza y seguridad. No es como una prenda que, si te sienta mal, te la quitas sin mayor consecuencia”.

Su valor fundamental es la honestidad. “Ser joven te perjudica en tanto que saben que hay pocos años de experiencia y trabajo detrás. Es cierto. Sin embargo, yo quiero transmitir un mensaje y una experiencia personal, mi propia historia, lo que yo he vivido y experimentado, lo que me ha funcionado y lo que no, y eso creo que es lo que me beneficia: una experiencia y un recorrido breves pero intensos. Durante años, la cosmética fue más una lucha que una pasión, por mis problemas de acné. Siempre buscaba una solución rápida que tuviese un efecto satisfactorio inmediato y no pensaba que aquello desembocaría en este proyecto”.

Más calculado fue el aterrizaje de Nina Urgell, que puso en marcha la firma Midnight 00.00 este mismo año. “Después de casi 6 años en la industria de la cosmética, tenía muchas ganas de poder plasmar todo lo aprendido en un proyecto propio, tranquilo y honesto”, explica. Lo hizo con cuatro productos que componen la gama Midnight Essentials, pensados para abarcar la rutina mínima con la que “empezar el día con buen pie”.

Para esta catalana ‘cosecha del 92’ su juventud no es un impedimento ni un problema, y que el producto fuera un éxito de ventas en pocos días en Laconicum lo corroboró. “Me encuentro en una etapa de mi vida muy fresca y vital, puedo ir a por todas. No creo que haya nada que me perjudique por el hecho de ser mujer y tener menos de 30 años y, si lo hay, no dejo que me influya. Lo único que creo que puede ir en mi contra es cuando me definen como ‘influencer’, porque es un término que hay que redefinir y pulir”. Su huella está en sus productos. “Una parte de mi día a día se encuentra en Midnight: la practicidad. En la marca no buscamos procesos complejos ni resultados exagerados, creemos en una cosmética real y simple. Por eso es minimalista y de calidad”.

También quieren dejar huella en Rowse, la firma franco-española nacida el año pasado con ganas “de aportar una alternativa a la cosmética industrial poco respetuosa de la piel y el medio ambiente”. Lo explica la barcelonesa Nuria Val. Junto a su socia Gabriela, quiere “transformar por completo la industria de la belleza. Es momento de preguntarse por qué estamos usando químicos y conservadores en nuestra piel, cuando los estamos evitando en la alimentación desde hace años. Nuestros productos son a base de plantas, orgánicos y producidos en España. Nos hemos comprometido a utilizar menos de un 10 % de plástico en nuestros envases, con el objetivo de llegar a cero”.

Rowse se ha lanzado con un solo producto: el aceite de cuerpo Winter Body Oil. “Estamos convencidas de que este nuevo movimiento de startups al que pertenecemos está haciendo que los actores tradicionales vuelvan a ver su compromiso con el planeta y el consumidor. No somos idealistas, estamos creando la marca de cosmética con la que soñábamos”, explica.

También busca luchar contra los estigmas Laure Bouguen, creadora de Ho Karan. Esta francesa de 28 años lanzó la marca cuando aun era estudiante en una escuela de negocios de Nantes. “Salvo la inversión, es un momento de tu vida en el que puedes tomar muchos riesgos”, explica. “Aunque te hablen de equilibrar, sabes también que lanzar un negocio implica no dejar de trabajar los primeros años”.

Ella ha tenido suerte. Su firma, que hace un uso cosmético del cánabis, es una de las beneficiarias del programa Sephora Stands, una incubadora de talento femenino que le permite, entre otros, que sus productos se vendan en el gigante francés de la distribución cosmética. Ella se ve “como una activista, más que como una empresaria. Emprender es el camino más eficiente para mí. Pero las lecciones más difíciles siguen siendo aprender que la gente que tiene dinero son las que pueden hacer los grandes cambios posibles en una economía capitalista. Al mismo tiempo, es muy raro que esas personas quieran hacer cambios, por lo que hay que ser paciente para hacerlos realidad”.

Fundar una firma nicho a los veintitantos no es cosa solo de europeas. En Asia también ocurre. Es llamativo el caso de Malasia, donde hay todo un ‘boom’ de pequeñas marcas. Mira Filzah creó MORA Essential con apenas 22 años, aupada por su éxito en redes sociales (4,8 millones de seguidores en Instagram) y sus coqueteos con el mundo del cine. También hacía lo propio Qistina Kamarulzaman, que lanzó Chique Cosmetics a pesar de que recién completó sus estudios de Arquitectura. Ambas, además, con una imagen en la que no renuncian a su hijab ni a unos productos respetuosos con su fe musulmana.

Unas y otras coinciden en su determinación por hacer de sus firmas algo más que un proyecto efímero. En sus manos está el cambiar el mundo de la belleza como lo conocemos.

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