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Lee Miller, la modelo que dejó la moda para ser fotógrafa de guerra

Una exposición explora el papel de la mujer en los conflictos bélicos a través de los ojos de esta maniquí que eliminó las barreras entre la moda y el reportaje de guerra.

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Lee Miller con David E. Scherman/ © Lee Miller Archives/ Cortesía de Imperial War Museums

Tras meses cubriendo los horrores de la guerra, Lee Miller se tomaría una de sus fotos más simbólicas en la bañera de Adolf Hitler en el 16 de Prinzregentenplaz en Múnich, el mismo día que el Führer se suicidaba. Fotografiada por su compañero David Scherman, su gesto y sus botas embarradas nada tenían que ver con aquella época dorada en que se vestía con diseños de firma y acudía a las soirées de la alta sociedad neoyorquina.

Pocos podrían pensar años antes que aquella modelo posando para Edward Steichen acabaría teniendo un destino algo similar al del fotógrafo que Vogue hacía llamar “El Coronel”. Si éste ejerció como fotógrafo de la armada de los Estados Unidos antes de dedicarse a la moda, Lee Miller dejaría de lado su trayectoria de musa para lanzarse de lleno a los brazos de la guerra. Como una de las reporteras bélicas más representativas del s. XX, el Imperial War Museums de Londres inaugura una exposición que explora la experiencia de las mujeres en época de guerra e incide por primera vez en la cuestión del género a través de la visión particular de la fotógrafa.

Para el descubridor de Miller, el magnate Condé Nast, esta mujer tenía “esa cualidad intangible de chic”. Es lo que pensó cuando se la encontró en una abarrotada calle de Manhattan a comienzos de 1927. Ella tenía solo 19 años. Con su cabello ondulado encajado en un cloché, Elizabeth Miller protagonizaría unos meses más tarde una de las portadas de Vogue más significativas del Art Decó. Su artífice, Georges Lepape, daría alas a la que se convirtió en favorita de diseñadores como Lanvin o Chanel. Le sucederían sesiones de fotos y anuncios, con polémica incluida. Un año más tarde, uno de sus retratos tomados por Steichen fue utilizado para ilustrar un anuncio de compresas de la firma Kotex, algo que escandalizó a la conservadora Poughkeepsie, al norte de Nueva York, donde nació en 1907.

Autorretrato de Lee Miller tomado en los estudios de Vogue en Londres, 1940.
Autorretrato de Lee Miller tomado en los estudios de Vogue en Londres, 1940.© Lee Miller Archives/ Cortesía de Imperial War Museums

A pesar de ser uno de los rostros más icónicos de las páginas de las revistas, tras dos años decidió emprender su aventura como fotógrafa. Según se recoge en una biografía suya, fue el propio Steichen el que le metió esa idea en la cabeza. Lo dejó muy claro cuando el diario New York World Telegram se refirió a ella como “una de las chicas más fotografíadas de Manhattan”, a lo que ella contestó que “prefería tomar una foto antes de ser una”.

Su intención de ponerse detrás de las cámaras la llevaría en 1929 hasta el café de París Le Bateau Ivre, donde conocería al célebre Man Ray. Además de convertirse en su mentor en el arte de la fotografía, el artista la llevó a su cama (poco tiempo más duraría con Kiki de Montparnasse) y a su estudio. Hizo del cuerpo desnudo de Miller una sala de despiece en la que experimentaba su fotografía surrealista, de una manera más salvaje a como su propio padre la hacía posar sin ningún tipo de ropa ante su cámara estereoscópica. Su periodo de formación también dio sus frutos para Man Ray, que descubriría de la mano de la ex modelo la técnica de la solarización. Elizabeth Miller abrazó el surrealismo, con Picasso, Dalí o Jean Cocteau entre su círculo de contactos. Incluso aparecería en la película de este, The Blood of a Poet (‘La sangre de un poeta’)

De vuelta a Nueva York, consiguió un éxito arrollador desde su propio estudio inmortalizando a personajes de la talla de Charles Chaplin o Gertrude Lawrence y trabajando para compañías como BBDO y marcas como Elizabeth Arden o Saks Fifth Avenue. Su espíritu libre ajeno a convencionalismos le hizo cambiar de rumbo muy pronto. Tras un periodo viviendo en El Cairo, donde se casó con el diplomático Aziz Eloui Bey, volvió a rodearse del círculo de intelectuales del momento. Hacia finales de los años 30 conoció al surrealista británico Roland Penrose, con quien viajaría por los Balcanes explorando a través de la fotografía la vida rural de zonas remotas. Con él se mudaría a Londres en 1939, tras separarse amigablemente de Bey.

A la izq., Lee Miller retratada por Georges Lepape para ‘Vogue’ en 1927. A la dcha., Miller con otras corresponsales de guerra (1943).
A la izq., Lee Miller retratada por Georges Lepape para ‘Vogue’ en 1927. A la dcha., Miller con otras corresponsales de guerra (1943).Cordon Press

Vogue no solo sirvió a Lee Miller para catapultar su carrera como modelo, también sería el soporte en el que la fotógrafa publicaría gran parte de su material gráfico sobre el conflicto. Como corresponsal de guerra acreditada, cubriría el ‘blitz’, el día-D, la migración de los refugiados por Europa, o la liberación de París. Según relatan en el documental Lee Miller through the glass (1995),Vogue abrió sus páginas satinadas a los acontecimientos del mundo. Sus fotos del bombardeo de Londres o de los campos de concentración de Dachau fueron publicadas en la revista, con textos escritos por ella. Esta doble visión no solo fue una novedad para una publicación femenina, sino también para los reportajes fotográficos. De la mano de Scherman, con quien se bañó en el domicilio de Hitler, también publicaría varias historias en Vogue.

Máscaras de fuego, una fotografía de Lee Miller tomada en Reino Unido en 1941.

Se cuenta que cuando oyó el rumor de que su amada París estaba a punto de ser liberada en 1944, viajó hasta allí para vivirlo en primera persona. “No seré la primera mujer periodista en escena, pero sí la primera dama fotógrafa”, dijo al respecto. Ella sentía que la fotografía “encajaba a la perfección con las mujeres como profesión”, ya que pensaba “que las mujeres eran más rápidas y flexibles que los hombres. Creo que tienen una intuición que ayuda a entender personalidades más rápido que los hombres”.

La guerra sacaría todo su potencial como fotógrafa, pero le dejaría unas secuelas de por vida. Los horrores presenciados, enmarcados por una complicada infancia en la que no faltaron rumores de violación (no confirmados) la llevaron a poseer, según relataba The Guardian, desórdenes de estrés postraumático y brotes de depresión. Continuaría trabajando puntualmente con proyectos para Vogue o los retratos que hizo a Picasso o a Tapiès para los escritos que haría sobre ellos su marido, Roland Penrose. Alcohólica, murió en su casa de Farley Farm en East Sussex, Reino Unido, en 1977.

Lee Miller con un casco de acero especialmente diseñado para usar una cámara. Normandía (Francia), 1944
Lee Miller con un casco de acero especialmente diseñado para usar una cámara. Normandía (Francia), 1944© Lee Miller Archives/ Cortesía de Imperial War Museums
Lee Miller junto a Pablo Picasso y Dora Maar (1937).
Lee Miller junto a Pablo Picasso y Dora Maar (1937).© Lee Miller Archives/ Cortesía de Imperial War Museums

* ‘Lee Miller: A Woman’s War’ se podrá ver en el Imperial War Museums de Londres, del 15 de octubre al 24 de abril de 2016.

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