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Las monjas que desafían al Vaticano

Hay estrellas pop como Sor Cristina, pero también hay mujeres valerosas que, con su ayuda a los más débiles, hacen tambalear los dogmas de la Iglesia Católica.

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Si nos tenemos por gente informada y al día, deberíamos desterrar la idea que tenemos de una monja y que, seguramente, nos forjamos en nuestra infancia: seres aburridos, preocupados solo en rezar y preservar la castidad de todo lo que se mueva a su alrededor. Personas obedientes y serviles a los dictados de su superiora, la congregación o el obispado. Frustradas amas de casa que emplean sus muchas horas de hastío en elaborar dulces, mantecados y bizcochos. Mujeres cobardes, que han preferido encerrarse en un convento a apostar fuerte en la ruleta de la vida. Quizás todos estos estereotipos coincidieron alguna vez con la realidad pero ya no, cuando Sor Cristina Scuccia gana la 1ª edición del concurso de televisión italiano La Voz, y no precisamente entonando cantos gregorianos, sino temas de Bon Jovi o Flashdance, acompañados de fuertes movimientos de hábito.

Sor Cristina es la heroína nacional en Italia, su vídeo alcanzó los 100 millones de visitas en Youtube y ha recibió tweets de felicitación y apoyo por parte de personajes como Alicia Keys o Whoopi Goldberg. El 11 de noviembre saldrá a la venta su primer álbum, cuya canción estrella, con videoclip incluido, que ya circula por la red, es, ¿cómo no?, Like a Virgin, de Madonna. Pero este trabajo incluirá también temas de Pink, Alicia Keys y Cyndi Lauper, entre otros.

El libro If Nuns Ruled the World: Ten Sisters on a Mission, editado en septiembre, ha sido escrito por Jo Piazza, una periodista norteamericana, agnóstica para más señas, que vive en Nueva York y que se empezó a interesarse por las hermanas a partir de las investigaciones que la iglesia católica hizo en 2012 a diferentes congregaciones de religiosas en EEUU. Un artículo del New York Times por aquel entonces, comentaba, “el Vaticano ha dicho que miembros del grupo The Leadership Conference of Women Religious, habían desafiado a la iglesia, enseñando sobre homosexualidad, la exclusividad del hombre en el sacerdocio y promoviendo temas feministas y radicales, incompatibles con la fe católica”. El artículo continuaba relatando la investigación que también se le hizo a Network, un lobby católico-social creado por monjas. Según el documento del Vaticano, las razones de esta supervisión eran que “el grupo se centraba demasiado en combatir la pobreza y las injusticias económicas, mientras mantenía silencio en temas de aborto o matrimonios del mismo sexo”.
 

Portada del libro ‘If nuns ruled the world’.

Open Road Media

Esta investigación que las altas esferas de la iglesia católica extendió a todas las órdenes religiosas femeninas de EEUU, fue la que llevó a Piazza a interesarse en el tema. “He estado en contacto con hermanas desde que iba a un colegio de monjas católico, pero esos hechos fueron los que despertaron mi interés como periodista”, cuenta Piazza a S Moda. “Quería saber qué era tan escandaloso para que el Vaticano llevara a cabo esa investigación. Pero mientras yo buscaba el escándalo encontré algo totalmente distinto. Hay un enorme e inaceptable doble rasero en la iglesia católica, que protege a los curas y amonesta a las monjas. Las hermanas que yo he conocido luchan en el frente de la injusticia social cada día, junto a los enfermos, los pobres y los marginados, y son las únicas que siguen los pasos de Jesucristo. No conducen coches caros ni llevan ropa de marca. Mientras, el Vaticano elige ir contra ellas y hacer la vista gorda cuando los curas cometen verdaderos pecados. Quise entonces contar las historias anónimas de estas mujeres, que nunca salen a la luz, y que casi siempre se quedan en su comunidad. Quería cambiar esto”.

Entre las heroínas con hábito que desfilan por el libro de Piazza hay monjas que reparten preservativos entre las prostitutas, para frenar el SIDA; las hay feministas, a favor de los derechos de las mujeres y del mayor protagonismo de éstas dentro de la iglesia católica, y las hay que hasta desafían las leyes civiles para salvar el planeta. La hermana Megan Rice es de estas últimas. En 1962 dirigió una escuela para niñas en Nigeria, en una remota área sin electricidad ni agua corriente. De vuelta a EEUU entró en grupos ecologistas que luchaban contra las armas nucleares. En 2012, con 82 años, tomó parte en una protesta llevaba a cabo en el complejo nuclear de Oak Ridge, en Tennessee, por lo que ahora está en prisión.

Jeannine Gramick, la monja que desafió al Vaticano por organizar liturgias para homosexuales.

Documental ‘In good conscience’

La hermana Jeannine Gramick, mientras se doctoraba en matemáticas, conoció a un homosexual católico que le pidió ayuda religiosa. Organizó un servicio regular para él, en casa, que acabó convirtiéndose en una liturgia para gays católicos en viviendas privadas. En 1977 fundó New Ways Ministry, para ayudar a homosexuales y lesbianas que abrazaban esta fe. El Vaticano ha tratado de acabar con ella y su orden, The Loretto Sisters, y le ha dado repetidas instrucciones para que abandone, pero ella resiste firme

Pero la monja que más impresionó a Piazza, al recopilar información para su libro, fue la hermana Madonna Buder, apodada “la monja de hierro”, que empezó a correr a los 47 años y ha completado a lo largo de su vida de corredora 366 triatlones. Según ella, su mejor edad fueron los 62 y ahora a los 82 se ha convertido en la persona más longeva que ha conseguido acabar un Ironman triatlón. Claro que sor Madonna tiene un secreto, “mi entrenador es el hombre de allá arriba”, ha declarado. Para Piazza, conocer a esta hermana significó un giro radical en su existencia, “me inspiró de una manera que cambió completamente mi vida y mi salud. Dejé de fumar, de beber, perdí peso y la próxima semana voy a correr una media maratón”

Madonna Buder, ‘la monja de hierro’, ha corrido 366 triatlones.

Getty

En España contamos con un ejemplo de monja de armas tomar, Sor Lucia Caram, dominica contemplativa del convento de Ntra. Señora de los Ángeles y Santa Clara, en Manresa, Barcelona. La obediencia, resignación y moderación no parecen ser las máximas virtudes de esta religiosa mediática, sin pelos en la lengua y con numerosos seguidores en las redes sociales. Aunque si cuenta con una enorme capacidad para la oratoria, la ironía y la retórica. Sor Lucia defiende los anticonceptivos, el matrimonio homosexual, la inclusión de la mujer en la jerarquía eclesiástica y la independencia de Cataluña; mientras trabaja para los más pobres. Ya ha creado un banco de alimentos, huertos ecológicos y un albergue.

A pesar de todas estas hazañas, muchos, como yo, pensarán que el gran reto de estas mujeres es preservar el voto de castidad y renunciar al sexo, aunque esto no es del todo exacto y las relaciones lesbianas no son ajenas a los conventos, como recoge el libro Lesbian Nuns. Breaking Silence, que se ha reeditado recientemente. Sus autoras, las norteamericanas Rosemary Curb y Nancy Manaham, recopilaron durante cuatro años testimonios de mujeres que, como ellas, habían sido monjas y en su madurez reconocían su homosexualidad. El libro se publicó por primera vez en 1986 causando gran revuelo en los círculos religiosos. Según cuenta Curb en el prólogo, “numerosas mujeres norteamericanas se hicieron monjas porque, aunque aún no eran conscientes de su condición, eran lesbianas y sentían la necesidad de entrar a un convento, no sólo como respuesta a la llamada de Dios, sino como refugio contra la heterosexualidad, el matrimonio y la maternidad”. Si alguien busca descripciones eróticas en la obra, puede abstenerse de leerla, ya que el libro está escrito en un tono austero, centrándose más en la psicología que en la fisiología de lo que el establishment religioso llamaría “malos hábitos”.

Le pido a Jo Piazza que acabe la sentencia que da título a su libro. ¿Si las monjas gobernaran el mundo…? “Este sería un lugar más justo y pacífico”, contesta. ¿Si las monjas gobernaran la iglesia católica…? “Esta sería más abierta de miras, más enfocada a la igualdad y más atractiva para los jóvenes de todo el mundo, como creencia”.

Sor Lucía

Ximena y Sergio

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