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Las bellas piden (y consiguen) dinero solidario

Hacer acto de presencia en una gala contra el sida u organizar un mercadillo de ropa a favor de las mujeres en África forma parte de la agenda de las tops.

Tops solidarias

Más allá de la lista Forbes o la de Models.com, las tops también compiten por figurar en otro ranking: el filantrópico. Si hace cuatro días Natalia Vodianova recaudaba en Londres unos 700.000 euros en una noche, para su fundación Naked Heart, a favor de niños enfermos y en riesgo de exclusión, Naomi Campbell podría haberse hecho con cuatro millones de euros contra el ébola a golpe de desfiles benéficos en Nueva York y Londres, con su plataforma Fashion for Relief.

En el Olimpo de la belleza cada vez son más las modelos que dedican el tiempo libre que les dejan pasarelas y campañas publicitarias en enrolarse en iniciativas solidarias. Y eso que a veces, tanto afán de ayudar despierta cierto escepticismo. Por ejemplo, hace un par de semanas, tras la presentación del documental The Hospital in the Sky, en el que participa Cindy Crawford junto a la firma de relojes Omega y la ONG Orbis (que combate la ceguera), un cronista del periódico New York Observer escribía, mordaz: «Es una película tan emotiva que hizo falta mucho Veuve Clicquot, antes y después». «Tratándose de un acto altruista, no habría que hacer alarde de ello. Por no hablar de lo que se embolsan los patrocinadores, claro», opina Fernando Merino, booker de Uno Models que ha trabajado con Carmen Kass o Isabeli Fontana.

Vodianova corre en París a favor de su fundación.

Naked Heart Foundation

Recientemente, Toni Garrn organizó en Nueva York un mercadillo solidario de ropa, entre desfile y desfile, con un buen propósito: destinar los beneficios a la organización Plan International. La top alemana lo anunció también en su Instagram: «Gracias a mis generosas amigas que han abierto sus corazones por una buena causa», escribió. Entre otras, mencionó como donantes de prendas o compradoras a Jourdan Dunn, Kasia Struss, Suki Waterhouse, Constance Jablonski o Christy Turlington quienes, al parecer, también abrieron sus armarios y sus carteras.

Decirlo o no, esa es la cuestión. «El caso de Garrn, embajadora de la firma Closed, que ha creado una línea para colaborar con la campaña Because I am a Girl en apoyo a niñas y mujeres de Burkina Faso, es un claro ejemplo de consumo vinculado a un compromiso social», dice Silvia Ortega, profesora de Luxury Brands & Premium Lifestyle de ISEM Fashion Business School (Navarra).

Kelly Osbourne, en el desfile solidario Fashion for Relief organizado por Naomi Campbell en Nueva York.

Cordon Press

«Es una relación en la que todos ganan –prosigue Ortega–. Para Garrn es un proyecto personal con el que empatiza, la empresa manifiesta sus valores y el consumidor encuentra una asociación con la que se siente identificado. Es una de las herramientas que tiene la moda para involucrarse con los sectores más desfavorecidos. ¡Qué más da si contribuye a mejorar o construir la imagen de una modelo! Mientras sirva para ayudar a los demás…», apostilla. Coincide con ella Catalina Parra, socia fundadora de la asesoría Philanthropic Intelligence: «Aportar es siempre válido». Según su experiencia, la tendencia española de llevar la filantropía en secreto es contraproducente: «En otros países se le da más publicidad, pero no necesariamente porque el implicado quiera darse autobombo, sino porque sabe que puede servir de ejemplo para la sociedad. Las tops transmiten un patrón positivo porque además de belleza evocan sensibilidad». Acerca de la capacidad que puedan tener las modelos de inspirar a otros, Ortega, argumenta: «Su poder de convocatoria es indiscutible: por recursos, recorrido vital y circunstancias personales».

Karlie Kloss, junto al actor Jeremy Piven en la gala de la Foundation for AIDS Research (amfAR) de Nueva York, que este año ha logrado recaudar más de dos millones de dólares para combatir el sida.

Getty Images

Aun así, a veces resulta imposible que la sombra de la frivolidad no planee sobre ciertos eventos. Las 500 personas que pagaron 1.300 euros por disfrutar del First Fabulous Fun Fair hace unos días –el megaevento ideado por Karlie Kloss y Natalia Vodianova a favor de la Naked Heart Foundation–, compraban la posibilidad de besar a Vodianova o hacerse un selfie con ella. «Damos a quienes nos apoyan la oportunidad de pasarlo genial y, por supuesto, de ayudarnos», decía días antes a S Moda Asya Zalogina, presidenta de esta fundación, que desde su creación ha percibido unos cuatro millones de euros. El fin podría justificar los medios: «Su imagen es su herramienta de trabajo –subraya Catalina– y el modo más eficiente de ponernos al servicio de los demás es partir de lo que sabemos hacer mejor». Pero Vodianova suda la camiseta: el próximo 8 de marzo se calzará las deportivas para correr (pese a admitir que lo detesta) la media maratón de París. Valdrá la pena: el año pasado reunió haciendo lo mismo más de 74.000 euros.

Jourdan Dunn (la tercera por la izda.) recaudó fondos en Nueva York contra la enfermedad de las células falciformes.

Cordon Press

Por otro lado, ser la top que más recauda es un medidor de popularidad. Lo sabe bien Naomi Campbell. «Sus ‘travesuras’ de jovencita le han pasado factura –cree Francisco Oteo, sociólogo, economista y profesor de Publicidad en la Universidad Abat Oliba CEU–. Pero si muestra una actitud generosa hacia sus congéneres, el valor del producto, que es ella misma, sube como la espuma y, por tanto, se cotiza más. Al negociar un contrato, la tendencia es al alza, porque su imagen afecta a los productos del contratante. Eso sí, un añadido: la actitud ha de ser real, no para la foto».

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