La exposición ‘Christian Dior Designer of Dreams’ llega a Oriente Medio: ¿qué significan lujo y costura en el mundo pospandemia?
Esta muestra consiguió superar en afluencia a la retrospectiva de Alexander McQueen, con medio millón de visitas en Londres.
En el medio de una sala de paredes oscuras, iluminada tenuemente, se alza espectacular, como si emitiese luz propia, una chaqueta de seda shantung blanca, pieza de costura que pone el énfasis en el busto, la cadera y la cintura del maniquí completamente negro que la porta. La prenda se presentó por primera vez un 12 de febrero de 1947 en el 30 avenue Montaigne y con ella el couturier Christian Dior daría comienzo a un tiempo nuevo definido por una estética creada por él mismo que significaría también la piedra angular de un imperio que llega hasta nuestros días con un esplendor indisputado. Ahí está el germen del New Look, la chaqueta Bar que vio la luz para una colección de primavera-verano, 70 años después, intacta, como congelada en el tiempo, en un lugar inverosímil: dentro de una sala en el M7, el centro de diseño e innovación de Msheireb, el distrito creativo de Doha, la capital de Qatar.
Aunque fuera estamos a 36 grados centígrados, a media mañana en pleno mes de octubre (en verano las máximas son de 50), en la sala la temperatura es perfectamente óptima para su conservación: “Antes de decidir si llevamos las prendas de archivo y esta exposición a un lugar les mandamos una lista de requerimientos impresionante. Este lugar los cumplía absolutamente todos”, dice Olivier Gabet, director del Museo de Artes Decorativas de París y comisario de Christian Dior: Designer of Dreams, la exposición más exhaustiva que nunca se haya hecho sobre el universo del costurero más famoso de la historia. Desde el M7, la familia real catarí, y en particular la jequesa Al Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al Thani, heredera del gusto por la moda de su madre, la legendaria jequesa Mozah Bint Nasser —cuyo estilo ha sido objeto de seguimiento y alabanzas por la prensa internacional de moda desde hace décadas— quiere promover las artes y las industrias culturales en todo Oriente Medio. Uno de los gestos simbólicos de este nuevo esfuerzo por reorientar una economía hasta ahora únicamente basada en la producción del petróleo, es acoger en su suelo la primera gran muestra de esta envergadura y trascendencia que ha tenido lugar en esta zona del mundo, ahora en el centro de la actualidad informativa por la celebración del Mundial de fútbol de 2022.
Christian Dior: Designer of Dreams es un despliegue espectacular en el que el visitante no solo puede ver una selección de 150 vestidos que representan la esencia de la obra de los principales directores creativos de la casa —el propio Dior, Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano, Raf Simons y ahora Maria Grazia Chiuri—, sino una recreación de los diferentes universos que forman parte del código genético de la casa: desde los suntuosos jardines de Versalles, cuya atmósfera se recrea mediante proyecciones que reproducen su ambiente desde el amanecer hasta el atardecer, hasta la sala destinada a las diferentes culturas del mundo que inspiraron la obra de los diseñadores de la firma.
A pesar de que ya ha estado antes en el Museo de Artes Decorativas de París, en el Victoria & Albert Museum de Londres (donde se convirtió en la exposición más exitosa de la historia del museo —con medio millón de visitas— y superó el récord antes batido por la de Alexander McQueen), el Long Museum del West Bund de Shanghái, el Museo de Arte Contemporáneo de Chengdu (China) y el Brooklyn Museum de New York (la última parada de su interminable periplo internacional), la exposición no ha sido la misma en ninguna de las localizaciones. “Porque una exposición jamás es la misma”, dice a S Moda pocas horas antes de la inauguración en Doha Olivier Gabet, como si para cualquier interlocutor fuese tan obvio como para él —uno de los mayores expertos del mundo en este tipo de proyectos— que el hecho de que cambie el espacio expositivo lo altera todo. “Pero es que no es solo que este sea un espacio diferente a los anteriores, es que además hemos trabajado en cambios concretos de escenografía para darle un protagonismo especial a las piezas únicas que solo se pueden ver en esta muestra, como la colección de vestidos propios que nos ha cedido la jequesa Mozah Bint Nasser. Y además hemos traído piezas que no estuvieron presentes por ejemplo ni en Brooklyn, ni en Londres ni en Shanghái. La chaqueta Bar solo estuvo en la primera gran muestra de París, lo que significa que hemos aceptado traer aquí algo que para nosotros es como la Monna Lisa”.
La exposición incluye una especie de herbario de costura donde se muestran los exquisitos bordados de Rebé junto a trabajos botánicos de entre los siglos XIV al XIX, un espacio enteramente dedicado a J’Adore, donde sobre una cascada de 3.000 gotas de cristal, creada con los frascos del icónico perfume, se pueden ver vestidos tan inolvidables como el que Charlize Theron llevó en el anuncio que ya forma parte de la historia de la publicidad o una instalación realizada específicamente para esta muestra por el artista Joël Andrianomearisoa con 1.000 pañuelos de Dior ensamblados con técnica upcycling, una zona dedicada a los 50 bolsos Lady Dior que fueron reinterpretados para el proyecto Dior Lady Art, en el que se le dio carta blanca a escultores, diseñadores y artistas de todo el planeta para intervenir este símbolo que hizo célebre la princesa Diana (cuyo vestido más célebre también forma parte de la exposición) y otra, llamada Diorama, en el que se pueden ver cientos de objetos organizados por colores que forman parte de las diferentes líneas de productos que ofrece Dior: desde sus sombreros hasta las miniatura de vestidos creadas específicamente para el mercado japonés, pasando por los maquillajes; aunque la responsable de la escenografía de la exposición, Nathalie Crinière, quien es la artífice, entre otras cosas, de los increíbles fuegos artificiales que clausuran la muestra (y que dan vida propia a los teatrales vestidos de Gianfranco Ferré) o de los espectaculares y muy calculados juegos de luces que conceden diferentes niveles de protagonismo a los distintos diseños, explica a S Moda que su rincón favorito en esta ocasión es el gigante ascensor montacargas que permite moverse desde la primera planta hasta la segunda, y que ella ha convertido en una habitación de toiles móvil, que al llegar al segundo nivel del edificio se abre para dar acceso a un pasillo donde continúa la apabullante exhibición de prototipos: retroiluminados en ventanas individuales parecen un ejército de espectros que unen el pasado y el futuro, y fueron pensados por Crinière “como una forma de homenajear a las petit mains [costureras], mujeres anónimas sin las que Dior no habría llegado tan lejos”.
La llegada de esta exposición a Qatar con un formato único empezó a gestarse ya en 2017, cuando la jequesa acudió a París a ver la primera puesta en escena, que se convirtió en éxito de público sin precedentes e, impresionada por lo que había visto, se puso en contacto con la casa Dior, de la que es cliente histórica. Así fue como comenzaron las conversaciones con Olivier Gabet, quien encuentra particularmente fascinante poder colaborar mano a mano con la propietaria de un fondo de armario real para exponer sus piezas más valiosas. “Ten en cuenta que muchas veces cuando hablamos de nuestras grandes clientas y sus vestidos más icónicos son mujeres que ya no están entre nosotros o que son celebrities. Para un historiador de moda como yo, ver una colección viva y que sigue creciendo es una oportunidad única”, explica.
Con esta ilusión mutua se pusieron a trabajar y en 2020 la muestra ya iba a ser una realidad, pero entonces irrumpió la pandemia, acontecimiento fatídico que le da un nuevo significado a la idea de lujo, y para Gabet, esta exposición es la mayor muestra de que esto es así. “Durante esos meses en los que tuvimos que comunicarnos a través de vídeos y en los que la noción del tiempo y del espacio quedó totalmente trastocada para todo el mundo, se hizo obvio que disfrutar las cosas sin la mediación de ninguna tecnología, la presencia física, lo corpóreo, eran lujos… y esta exposición brinda la oportunidad de acercarse de manera física a la experiencia de la moda, ver las creaciones en persona, deambular por estos espacios increíbles entrando en contacto con un mundo de sensaciones. ¡Creo que por todo esto me negué a que ninguna parte de la exposición incluyese pantallas!”, exclama entusiasta.
La interactividad, pues, se ha creado de otra forma en esta exposición: hacer ver al espectador la estrecha relación que existe entre las propuestas de los diferentes diseñadores de Dior y la historia del arte. “Cuando estaba preparando la de París, por ejemplo, acudí al Museo de Arte Egipcio para pedirles que nos prestaran algunas piezas propias para ilustrar una colección concreta de Galliano. El director del museo, que no es un experto en moda, nos entregó un jarrón de su fondo que, según él, le había evocado uno de los vestidos. Cuando me puse a revisar las carpetas de documentación y bocetos que Galliano había usado para aquel diseño… ¡había una foto de ese jarrón exacto! ¡Aquella pieza era la que le había inspirado originalmente!”, cuenta Gabet. “La actual directora creativa de la casa, Maria Grazia Chiuri, es exhaustiva en sus procesos de documentación y esa característica suya es la que le ha hecho poner en valor elementos del legado de Dior en los que sus predecesores no se habían fijado”. Este tipo de sinergias, simbiosis y superposiciones creativas entre todos los grandes nombres que han estado al frente de la maison son, de hecho, el resumen conceptual de esta nueva entrega de Christian Dior: Designer of dreams. “Dior era un mago del marketing: escogió un relaciones públicas americano que se hizo con Hollywood, sabía cómo comunicar, en su primer año ya hizo un desfile en Australia… ¡él inventó la globalización en la moda!”, explica el legendario sombrerero británico Stephen Jones, quien también asesora creativamente a la casa desde hace décadas y ha acudido a Doha para esta gran inauguración, que ha conseguido concentrar en esta ciudad de Oriente Medio a las figuras más importantes de la casa, considera un punto de inflexión para el lujo tras dos años fatídicos: “Esta crisis ha demostrado que la gente de la moda no somos cirujanos, ni salvamos vidas, pero que la creatividad también salva y une a los humanos. Que en los momentos más oscuros, nuestro trabajo hace señora. Cuando atraviesas el pórtico que imita la fachada de avenue Montaigne y entras en la primera sala principal te sientes casi como si estuvieses en una gran fiesta organizada por monsieur Dior. Es un sentimiento maravilloso que creo que se acrecienta por el hecho de que estamos de fiesta, porque después de la pandemia tenemos que celebrar que seguimos aquí”.
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