La costura ya no se compra, se imprime
Las impresoras 3D han cambiado las reglas de la confección a medida. Ahora los diseñadores ofrecen sus patrones en la Red, listos para reproducir.
Se acabó pagar por llevar una maleta extra. Gafas, zapatos, joyas, vestidos, regalos… Pronto podremos enviar ropa y accesorios como archivo adjunto en un correo electrónico, para –en el destino– descomprimir el equipaje con una impresora 3D. Es lo que augura el creador japonés Zhang Hongyu, quien en la pasada semana de la moda de Shangái presentó trajes de baño confeccionados con estas máquinas. «En el futuro, los clientes podrán mandar por e-mail los modelos y fabricar in situ la prenda conforme a las dimensiones de su cuerpo», comenta. Estamos ante el cambio del listo para vestir al listo para imprimir, como demuestra el diseñador industrial Francis Bitonti, quien ha desarrollado dos vestidos que pueden descargarse de forma gratuita en el portal Thingiverse.
Estas piezas, bautizadas como Bristle y Verlan, son complejas creaciones para las que hay que invertir 160 horas de impresión en la primera y 400 en la segunda, además de 135 y 40 horas de montaje respectivamente. «Lo más emocionante de estos patrones es que demuestran que las nuevas tecnologías pueden ser versátiles y artísticas», dice Bre Pettis, consejero delegado de la casa MakerBot, que acaba de presentar Replicator 2 para el hogar (a partir 1.450 euros). Esta firma domina el mercado, seguida por Reprap, que también ofrece modelos para particulares.
Entre el collar y el pañuelo de la línea Digicrafted de la española Laura Martínez, vestido de Iris Van Herpen de su colección otoño invierno 2013.
Filippos Hatzis
En la liga profesional, las más demandadas son 3D Systems y Stratasys, con precios desde 90.000 euros. «Es fascinante ver cómo se utilizan nuestros productos para llevar la moda a una nueva era», comenta Pettis. Pero al margen de estos elaborados diseños, en Thingiverse, propiedad de MakerBot, «hay joyas y complementos mucho más sencillos y rápidos de fabricar», nos cuenta Gustavo Ferrari, fundador de la empresa madrileña de StereoPrint. A este portal le han seguido tiendas especializadas como Recreus.com, en la que se venden los filamentos de colores que funcionan a modo de tóner –desde 29 euros–, Shapeways.com o la española Phygora.com.
«Respecto a los archivos que están a la venta, el principal problema al que nos enfrentamos es que no hay legislación que regule el copyright», asegura Carlos Escobar, cofundador de la web Impresoras3d.com. «Es como intentar controlar un documento de Word una vez está en la Red; pese a tener derechos de autor, es muy difícil de limitar», dice Ferrari, quien desde que fundó su empresa en 2008 ha visto cómo las peticiones han aumentado un 400%. Repasando la lista de solicitudes que recibe, asegura que la moda en 3D está en la Edad Media. «Los diseñadores solo piensan en crear armaduras, corazas, pecheras –con un costo de 3.000 euros–; piezas que recuerdan a los diseños de alta costura de Iris Van Herpen… o al vestido de Bitonti para Dita Von Teese, con el que no podía andar».
Patrón del vestido Verlan de Bitonti, disponible para descargar de forma gratuíta en Thingiserve.com
D.R.
Más rentabilidad. Espectáculo y practicidad se unen en el trabajo de la española Laura Martínez, afincada en Londres. La diseñadora fue la gran revelación en la última feria 3D Printshow con sus joyas, que fusionan tecnología y tejidos naturales, y que vende desde los 350 euros. «Fui la pionera en combinar las dos técnicas», dice. Tuvo una acogida tan buena que en la próxima edición (del 4 al 6 de septiembre) regresará a la capital británica convertida en estrella. «En esta ocasión me enfrento por primera vez a vestidos con bordados en 3D a modo de pasamanería». Una filosofía de consumo que siguen la firma Protos, especializada en gafas; la de calzado United Nude o las diseñadoras Continuum Fashion. Esta casa, fundada en 2011 por Mary Huang y Jenna Fizel, alcanzó la fama ese mismo año al producir el bikini Nº12 de resina. Ahora revalidan reputación con el D.dress. «Hemos creado un software sencillo con el que cada usuaria puede crear su vestido, posteriormente se exporta el patrón y se imprime a partir de triángulos textiles». Este diseño cuesta 720 euros y sus autoras, conscientes de que «no todo el mundo puede invertir esta cantidad en un vestido», ofrecen creaciones como collares y pulseras desde 60 euros.
Sin embargo, «la verdadera revolución no son las máquinas, sino la explosión de creatividad que ha provocado», afirma Ferrari. Como dice la diseñadora británica Catherine Wales, quien ha creado con nailon blanco su colección de ocho accesorios DNA Project, «esta tecnología ofrece la promesa de un mundo donde la imaginación no tiene límites; con el tiempo no habrá material que no se pueda reproducir como un objeto 3D».
El FabCafe, Texas, ofrecen a sus clientes usar estas impresoras.
Getty Images
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.