Johanna Ortiz: «Todas las mujeres tienen derecho a verse bien sea cual sea su talla. Nuestro trabajo es lograrlo»
Hablamos con la diseñadora colombiana, exponente de la moda latinoamericana a nivel mundial, sobre la descentralización de la industria más allá de las cuatro capitales, el poder de un vestido y el valor de la artesanía ancestral.
Para Johanna Ortiz (Cali, 48 años) no hay azul más bonito que el del cielo de Madrid. La diseñadora colombiana, exponente de la moda latinoamericana a nivel internacional, presentó hace unos días su colección para la próxima primavera en París y aprovecha el viaje para pasar unos días en la capital. Con España comparte el gusto por los volúmenes y los volantes, el carácter – «españolas y latinas estamos empoderadas y somos muy seguras de nosotras mismas», afirma– y lo más evidente, pero significativo, el idioma. «Ya no estoy acostumbrada a hacer las entrevistas en castellano. Una vez en una conversación telefónica para una conocida revista dije que estaba en Cali y pensaron que hablaba de California», ríe al principio de nuestro encuentro.
La anécdota es sintomática de una industria que se mueve entre las cuatro capitales principales –París, Nueva York, Londres y Milán– y en la que no es fácil hacerse un hueco levantando una empresa fuera de esas localizaciones. Ella lo ha conseguido. En su Cali natal da empleo a 380 personas (un 95% de la plantilla son mujeres) y desde allí exporta la artesanía ancestral de su país y una forma de entender el armario femenino que pasa por la diversión, la elegancia y los vestidos capaces de levantar el estado de ánimo. «Al principio la gente me decía que me tenía que ir a Nueva York o a París para que mi marca cogiera más fuerza, pero mi vida es Cali y mi sueño es aprender a hacer empresa de moda allá», afirma.
Su empeño la ha llevado a ser un referente de la moda en el país acumulando hitos como ser la primera latinoamericana en colaborar con H&M. Ahora, inspirándose en la «belleza de los bosques», acaba de diseñar una colección navideña de cafés y regalos de edición limitada para Nespresso. Con la marca cafetera comparte, dice, compromiso con el medioambiente y amor por el equipo y por el producto. «Además, como buena colombiana, soy amante del café. Por las mañanas no arranco hasta que me tomo la primera taza. Es lo primero que hago antes incluso de coger el celular y me encanta beberlo en mi habitación, mirando por la ventana y dando gracias por el día que comienza. Es como una especie de meditación».
Tienes una escuela de moda para mujeres colombianas en riesgo de exclusión.
Somos de las pocas casas de moda que producen todo en Colombia. Tenemos nuestra propia planta de producción y esta escuela de formación que estoy pensando en replicar en otros países de Latinoamérica. En ella ayudamos a personas de grupos vulnerables que ya tienen principios básicos de costura a desarrollar su profesión en la moda. No tienen que terminar trabajando para mi marca necesariamente, también pueden montar la suya propia. La idea es profesionalizarlos para que tengan un salario digno.
La artesanía es otro de los pilares que definen tu ADN. ¿Crees que las marcas tenéis la responsabilidad de preservar los oficios de toda la vida?
Para mí es importante valorar esa herencia ancestral que tenemos en Colombia y rendirle tributo. Me siento honrada de poder aprender de esos artesanos. Dan forma a todo lo que me imagino y siempre lo mejoran. La palma de Iraca, por ejemplo, la trabajamos mucho en bolsos, pero si les pido que hagan unos pendientes con forma de orquídea son capaces de crear algo precioso. Eso no se puede perder. Hay que cultivarlo y festejarlo y por eso en todas mis colecciones incluyo artesanía ancestral y de comunidades indígenas.
Eres una de las diseñadoras que representa el diseño colombiano a nivel global. ¿Ha llegado el momento de descentralizar la moda o es imposible desvincularse de las grandes capitales?
Tenemos que descentralizarla. Gracias a la tecnología tenemos exposición global y ya no necesitamos estar ahí para pertenecer. Cuando me dicen que en Italia hay una manufactura increíble yo les digo: «Pues acá la vamos a hacer mejor». Saber quién hace tu ropa, estar en contacto con esas personas y ver el amor que les ponen a las prendas forma parte de mi compromiso. Y ojalá lo puedan replicar otras casas de moda a nivel mundial.
La música latina encabeza las listas de lo más escuchado en todo el mundo. ¿Crees que algún día ocurrirá un fenómeno similar con la moda?
La moda colombiana y latinoamericana está teniendo muy buena exposición porque estamos mirando nuestras raíces en vez de mirar qué pasa en París. Creo que tenemos un producto diferente y novedoso que es más atractivo hoy en día. Además, nos ayudamos mucho entre nosotros. Varios diseñadores colombianos tenemos un chat en el que aprendemos unos de otros. No nos vemos como competencia, sino como colegas. Es como debería ser.
La diseñadora uruguaya Gabriela Hearst fue nombrada directora creativa de Chloé hace unos meses. ¿Te gustaría recibir una oferta similar y capitanear una gran firma?
Hace un tiempo tuve una llamada y casi me muero del susto. Si me dejaran trabajar desde mi ciudad y mantener mi propia marca, sí me gustaría. Tendría que ser algo muy tentador profesionalmente para que me mueva a hacer algo así. Me parece genial lo de Gabriela y es increíble lo que ha logrado y lo que esta impregnando en Chloé. Es el gran referente que tenemos.
Una de tus primeras piezas virales fue el top Tulum (arriba en la imagen) en 2015. ¿Cómo ha evolucionado tu marca desde entonces?
Va cambiando con la experiencia y los años, pero creo fielmente en un tipo de mujer que está empoderada, a la que le encanta divertirse con la moda, que la disfruta, que es elegante y femenina. Siempre tengo muy claro a quién están dirigidas mis colecciones y, aunque ahora no haga tantos diseños off shoulder como al principio, trato de descubrir las partes que nos hacen sexis sin perder la elegancia. Quiero que mi marca sea reconocible en cualquier temporada.
Has vestido a mujeres con distintas anatomías y tallas como Jennifer López, Beyoncé o Bryce Dallas Howard. ¿Aún queda mucho por hacer para alcanzar la diversidad?
Sí, aún no es como debería. Yo diseño para mujeres y el 95% de mi equipo son mujeres. Cuando vemos que algo le queda lindo a la modelo, me lo pruebo yo que mido 1,60 y también se lo ponen otras que tengan diferentes cuerpos. Todas las mujeres tienen derecho a verse bien sea cual sea su talla y nuestro trabajo es lograrlo.
Tu madre es decoradora de interiores, ¿te ha inspirado para crear tu nueva línea de hogar?
Siempre me ha gustado recibir creando mesas que no sean como las de siempre, que tengan ese efecto sorpresa. Me encanta ir a los mercados y poner canastas de frutas, que todo lo que esté sobre la mesa se pueda comer. Decidí sacar vajillas artesanales pintadas a mano en Antioquía, canastas para el pan y otros detalles que me hacían falta y que no encontraba. También me gusta combinar todo eso con cosas que tengan historia. Me encanta ir a anticuarios en Madrid.
Cada vez más marcas están apostando por la decoración. ¿Hoy en día una firma de moda tiene que trascender la moda?
Sí, creo que las marcas construyen un estilo de vida. Se venden emociones. Quizá alguien no compra tu vestido, pero quiere uno de tus platos. Quiero dar la oportunidad de que experimenten lo que es Johanna Ortiz y lo que soy yo. Es una responsabilidad grande cuando tienes un nombre y te representa no solo como persona sino como marca.
Tanto en tus colecciones como en la cápsula que has hecho para Nespresso utilizas estampados florales exóticos y colores vivos. ¿Crees que la moda tiene que ser lúdica?
Siempre digo: «Diviértanse con la moda». Un vestido te puede cambiar el estado de ánimo. Cuando diseño siempre pienso cómo se van a ver las prendas caminando o bailando. O si eres la mamá del novio imagino cómo quedará en la foto en el portarretratos del salón en unos años.
En estos meses de escasos eventos sociales, ¿cómo has enfrentado la situación siendo tus diseños bastante festivos?
Este tiempo hemos aprendido a vestirnos más cómodos y eso no se puede perder, aunque volvamos a tener galas y fiestas. Yo no me dejé de vestir durante el confinamiento, aunque fuera para estar con mis hijos. Cada día cenábamos en una parte de la casa, ponía la mesa bonita y, aunque no me maquillaba e iba descalza, me vestía para disfrutar con ellos. No solo nos tenemos que arreglar para los demás.
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