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Hay que hablar bien, por Eva Hache

Mando un saludo a los políticos que pusieron de moda el «Yo pienso de que…»

Cuadernos rubio
Aarón Serrano

Me molesta mucho que se hable mal. Me llega a irritar. No porque sea filóloga, no va con el título. De hecho, conocí a uno que alardeaba de que no por ser filólogo tendría que gustarle leer. No. Cierto. Pero es como si a un mercero le diera alergia la pasamanería. Una vergüenza. La lengua la hacemos entre todos, pero los que hablan para otros se lo deben trabajar. Más. Mucho más.

Por eso mando un saludo cordial a los políticos que pusieron de moda el «Yo pienso de que…». Un besito muy fuerte para los presentadores de televisión que empiezan todas las frases con la bellísima expresión «Bueno, pues…». Últimamente hay que aplaudir de pie a incorporaciones como: «Detrás tuya», «delante mío», «alante vuestra» o «atrás nuestro». Expresiones del demonio en las que la norma inventada por la Real Academia del Catetismo recomienda que se efectúen cambios según el hablante sea del género masculino, género femenino o género bobo.

Ya. Ya. Soy consciente de que muchos estarán sangrando por los lagrimales. A otros se les habrá desprendido la retina. No se preocupen. Hay estupendos profesionales que podrán poner remedio a sus males por un precio escandaloso contando con los años que llevan ustedes cotizando a la ¿Seguridad? Social. Estábamos acostumbrados a que se nos acoplaran los oídos, pero verlo escrito es otro cantar.

Ese es el problema. Que aquí siempre se ha hablado mucho, bien y mal, sabiendo y sin saber. Y nos hemos hecho a escuchar casi cualquier barbaridad casi sin pestañear. Pero, de un tiempo a esta parte (y gracias a las telarañas sociales y al poco dinero que la gente tiene para gastar en los bares), también se escribe mucho. Pero mucho. Bien y mal. Sabiendo y sin saber.

Me río yo de esa gente que se queja de que, por culpa de los teclados, se ha perdido el noble arte de la caligrafía. Lo mismo decían cuando mi generación iba al colegio y empezaba a usar calculadoras: que el hábito del cálculo mental se volatilizaría y nos convertiríamos en inútiles numéricos y nos engañarían en las tiendas. Perdone, señora, pero si es cuestión de dinero, ya le digo yo que no se le engaña ni a un niño de cinco años. No son las tiendas las que engañan. Ojalá tuviéramos a los responsables ahí quietos, todos los días a la misma hora, detrás del mostrador. Y perdóneme más, señora loca que añora la buena letra porque ¡menos mal que no hay escritos a mano! Si tuviéramos que descifrar en correos electrónicos, muros de Facebook o tuits la letra de cada cual… Me juego el cuello a que aún estaríamos contemplando la llamarada del señor Rubio quemándose a lo bonzo cubierto con todos sus cuadernillos. Dejémoslo estar. Incluso si a alguien le molesta la economía de la escritura en casos como: «Xq n t kdas knmgo?», que se relaje. Que compre vocal en la Ruleta de la Fortuna de la Vida y andando.

Ahora sí, pongan cuidado, que lo escrito se queda ahí. Y ojalá, como dice @eltrampero: «Los que confundís ‘a ver’ y ‘haber’ deberíais ser juzgados por el Tribunal de La Haiga». O @1000ojos: «Hay un círculo del infierno destinado a los que escriben ‘haber’ en vez de ‘a ver’, El Haberno».

Por supuesto, me pueden mandar sus quejas y correcciones a @eva_hache. Con hache, como ‘hecha’, de ‘hecha y derecha’. No como ‘echa’ de ‘echa de menos’ o ‘echa de más’, en lo que lo primero que se echa es la hache. Ah, y… ¡Flz Ñ Nvo!

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