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Guerra abierta entre la moda y los grafiteros

El artista urbano Kidult se oculta tras una máscara y una capucha para boicotear tiendas de lujo, ¿Denuncia real o estrategia mediática?

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Fulvio De Filippi (Getty Images)

Peta, Femen, incluso las propias modelos llaman al boicot de la industria de la moda. Ya sea por usar pieles animales, por fomentar una imagen perniciosa del cuerpo femenino o, como en el caso del colectivo de tops Balance Diversity (comandado por Iman y Naomi Campbell), por no visibilizar la diversidad racial. Lo que pocos saben es que existe un colectivo que lleva años enfadado con ciertas firmas de lujo: el de los graffiteros.

El pasado verano, el trío de artistas urbanos Revok, Reyes y Steel demandó a Cavalli por apropiarse de una de sus murales para estampar sus camisetas."Nada es más antitético para una banda callejera dedicada al graffiti que la asociación con el chic europeo, el lujo y el glamour", explicaban en la demanda. Hace unos días, Mint & Serf, grafiteros de Brooklyn, clamaban en las redes sociales por una presunta copia de Moschino a uno de sus diseños. Pero la palma sin duda se la lleva KIdult, un activista del graffiti encapuchado y oculto tras la máscara de una calavera que, desde hace algunos años, se dedica a boicotear los escaparates de las marcas de moda que han utilizado el arte urbano y la cultura callejera para diseñar colecciones o, simplemente, que han levantado cierta polémica social al hilo de declaraciones o lanzamientos.

Eso precisamente fue lo que ocurrió hace pocas semanas cuando la enseña A.P.C. presentó su colección masculina, una serie de propuestas ancladas en el look deportivo y que contaban con la colaboración de la marca de botas Timberland. En el furor de la pasarela, el diseñador de la colección levantó una pancarta en la que se podía leer: "Los últimos niggas de París", teniendo en cuenta que nigga, o negrata, es utilizado como un insulto hacia los negros, el autor no lo arregló demasiado cuando posteriormente declaró: "Llamo a este look los últimos niggas de París porque es una mezcla entre el guetto y la película El último Tango en París". Curioso, viniendo de una firma que ha llenado las arcas trabajando junto a Kanye West. A los pocos días, Timberland retiró su colaboración, pero para algunos no fue suficiente.

La semana pasada la tienda de APC en el barrio parisino Le Marais aparecía manchada con una enorme pintada en la que podía leerse: Niggas. Al lado, estampaba la definición que el diccionario hace  del vocablo, que alude explícitamente a sus connotaciones racistas. Kidult había vuelto a actuar.

Desde 2012, el graffitero desconocido ha dejado sus reivindicaciones en multitud de templos del lujo. Días antes de que se pusiera a la venta la colaboración de Margiela y H&M una de las tiendas de la firma belga amanecía pintada con la palabra Love y un enorme corazón. La razón, esta vez, tenía que ver con el uso inapropiado que, según Kidult, la marca realizaba de los graffitis en la publicidad para "vender cultura política a precios de lujo". Chanel es otro de sus blancos favoritos.  Kidult decoró una de sus vitrinas como si anunciara "rebajas para el día de la crisis", con descuentos del 50 y el 70 %.

Tras ellos llegaron Louboutin, Vuitton, Agnes B., Kenzo y un sinfín de enseñas que, por algún motivo u otro, habían cabreado a este garante de la pureza del graffiti. Pero sin duda su víctima preferida es Marc Jacobs, no porque sea especialmente polémico, sino porque el diseñador neoyorkino no enmudece ante sus sprays.

UNa de las muestras de la ‘guerra’ entre Kidult y Marc Jacobs: mientras este hacía camisetas con el boicot, aquel hacía camisetas con la camiseta del diseñador

Instagram

En 2012, este Banksy anti moda decidió intervenir el frontal de la tienda que Jacobs posee en el Soho con la palabra Art, dando a entender que la moda no es un arte y, por lo mismo, no debería promocionarse como tal. Una semana más tarde, Jacobs vendía una edición limitada de camisetas con la imagen de la fachada impresa en ellas al precio de 686 dólares (algo más de 500 euros), una respuesta cargada de ironía ante la denuncia de Kidult sobre los precios abusivos de la industria del diseño. El grafitero coontratacó con otra pintada, 686, en otra de las tiendas. Jacobs no sólo hizo carísimas camisetas con ella, también gorras y otros productos, y hasta fotografió a su equipo con este irónico uniforme.

"La reapropiación del graffiti por estas marcas me lleva a luchar por devolvérnoslo. En el fondo de este conflicto yace la brutal oposición entre dos visiones diferentes; la comercial y la libre y reivindicativa que yo defiendo", escribe el boicoteador anónimo en su manifiesto. Pero, ¿hasta qué punto esta defensa del arte urbano como herramienta política es tan pura como quiere hacer creer?

No se trata únicamente de que todos sus boicots queden documentados en su blog o su canal de Youtube, tampoco de que detalle su trayectoria en una cuidadísima página web, sino de que hace caja con algunas de sus protestas. Acaba de agotar un cuadro en el que customiza el logo de Coca Cola con la palabra ëbola, y aunque sostiene que los beneficios van destinados a la lucha contra la enfermedad, lo cierto es que la pieza costaba alrededor de 300 euros, demasiado para un grafitero que lucha por que el arte urbano no entre en los circuitos artísticos y de la moda. También ha comercializado, entre otros objetos, camisetas que denuncian los altos precios de las marcas (junto al logo de Chanel, una de sus camisetas rezaba: 'Nuestra miseria, vuestro lujo'). Pero hay un hecho que indica que tras las reivindicaciones se intuye un amplio deseo de celebridad: el famoso videoclip de ASAp Rocky, 'Fashion Killa' muestra a Kidult realizando en vivo la citada pintada en la tienda de Marc Jacobs. ¿Casualidad?

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