Guerra abierta entre diseñadores por vestir (o no) a Melania Trump
Tom Ford se niega y Tommy Hilfiger cree que será «un honor», mientras algunos medios de moda se niegan a informar sobre la primera dama como lo hicieron con Michelle Obama.
![cover](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IFENB6ZEWFNM7NQ6QSWIEBFZUA.jpg?auth=913043af2900a92146f4ae211175c9ae992fe114beb4b4819f9ba4826617f2f9&width=414)
La batalla ideológica poselectoral también se libra en el armario de la primera dama. Y de qué manera. No ha pasado un mes desde que Donald Trump se hizo con la presidencia y los bandos en la industria ya toman posiciones. El dilema trata sobre si es adecuado vestir a Melania Trump y que su polémico perfil se asocie a su marcas. No es fácil acoger a una nueva primera dama después de Michelle Obama, con un legado más que fructífero en este ámbito. Ocho años de idilio inteligente, basado en el win-win, en los que Obama, a la que en su día Cathy Horyn describió como «la transformación de una madre abogada de Chicago, adicta a los cardigans y los vestido de tubo, en un auténtico sueño con el que los diseñadores fantasean vestir», convirtió su vestuario en una apuesta por el diseño made in USA.
Michelle no tenía favoritos (en 2010 llegó a vestir más de 50 diseñadores). Tampoco había una intención materialista o vanidosa en sus elecciones. Su vestuario se escogía con destreza institucional en sus apariciones oficiales, con la prensa ávida por reseñar hasta sus zapatos, y se erigió como la mejor carta de presentación de la moda estadounidense. Una relación de provecho que ahora pende de un hilo, con una futura primera dama que, a tenor de los últimos meses, básicamente ha vestido en sus actos de campaña lo que le gusta y lo que se compra (por algo es multimillonaria). Se colgó a lo power dressing un abrigo francés de Balmain el día de la votación, su vestido serbio de Roksanda Ilincic en la convención republicana se agotó a las pocas horas de lucirlo, y la camisa pussy bow de Gucci –italiana– en el debate presidencial hizo correr ríos de tinta. El mono blanco de Ralph Lauren con el que celebró la victoria (¿un guiño malicioso al diseñador de cabecera de Hillary?), se lo compró ella y jamás contactó con la firma, tal y como confirmó la propia marca a la prensa. Vanessa Friedman, analista de moda del New York Times, se preguntaba hace unas semanas si todo este romance entre Washington y la industria había llegado a su fin. Si las evidentes preferencias por el lujo europeo de Melania persistirán en enero, cuando su marido jure el cargo y lastre una fructífera relación de ocho años («eso sí que sería una auténtica declaración de independencia»).
![Melania Trump con el mono blanco de Ralph Lauren que vistió la noche que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PTTQ7HVUOJJ4ZAAHFI5DUTHFRU.jpg?auth=00c4ae3c3f4ce25e48d692295486cf50a125576b2ff9e0cfd6cfa5f919a609f2&width=414)
En contra
Pero antes de que todas estas incógnitas se despejen, los afectados ya están dejando claro de qué lado están. Y muchos no quieren estar en el de Melania. La primera en hacerlo fue Sophie Thallet, una diseñadora que colaboró estrechamente con Michelle Obama («mi ropa es incompatible con los mensajes racistas y sexistas», dijo, después de ensalzar a Michelle como una mujer que «ha contribuido a que nuestra marca sea reconocida en todo el mundo. Sus valores, sus acciones, su carisma me han marcado profundamente»). Ahora ha sido Tom Ford el que se ha subido al carro del boicot. De hecho, ha especificado que ya rechazó vestir a Melania hace unos años. «Ella, precisamente, no es mi tipo», ha dicho en el plató de The View.
Ford, demócrata confeso y simpatizante de Hillary Clinton, añadió que «es muy triste no verla (a Hillary) en la Casa Blanca» pero que su rechazo a Melania no es una cuestión política. «Aunque Hillary hubiese ganado, ella tampoco vestiría mi ropa. Mis prendas son demasiado caras para alguien en el mundo de la política, que debe sentirse cercano a la gente». Aunque sí vistió a Michelle Obama (para una cena con la reina Isabel II en Buckingham Palace, «aquello sí era apropiado, yo vivo en Londres y tenía sentido»), parece que Ford no se siente cómodo con la primera dama que no vivirá en la Casa Blanca los primeros meses del mandato de su marido.
![Melania Trump y la polémica camisa rosa de Gucci (‘pussy bow’) que lució en uno de los debates presidenciales.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/4EXRUDO7RRO5JCAK7O4FP5J6UA.jpg?auth=18e743d50d8b4d89243ce4224d407289a0cd86414e96298a2b97b2c37f22a791&width=414)
A favor
Los que han se ha posicionado en el lado más acogedor son el diseñador Tommy Hilfiger o André Leon Talley, colaborador de Vogue USA y pope de la industria. El primero, que nunca se posicionó a favor de Hillary Clinton, salió en defensa de la ex modelo cuando WWD le preguntó por la decisión de Sophie Tallet. «Creo que Melania es una mujer muy buella y cualquier diseñador debería sentirse orgulloso de vestirla«, dijo, y añadió que «Ivanka es igual de guapa e inteligente, aunque ella viste de su propia marca. No creo que la gente deba politizarse con esto. Todos fuimos muy felices de vestir a Michelle. Y a ellas les queda genial la ropa. No vas a tener a gente mucho más guapa que Ivanka o Melania».
André Leon Talley también tiene buenas palabras para la señora Trump. Él, después de todo, fue quien hizo el estilismo de su boda en 2005, vestido que después apareció en la portada de Vogue. Al colaborador de Anna Wintour no le tembló la voz cuando comparó a Melania (una «maravillosa» primera dama) con sus predecesoras como Jackie Kennedy, Michelle Obama o Laura Bush. «Tengo la esperanza de que será una gran, una gran presidencia de Trump… Melania será una de las grandes estrellas de la administración», dijo y añadió una serie de halagos a la futura primera dama. «Ella lucha por su individualidad, y es lo que la hace especial. Es alta, es una mujer orgullosa y atractiva».
Altuzarra, con una triple negación, dijo al NYT: «No quiero no vestir a gente con la que no estoy de acuerdo». Carolina Herrera traslada el peso de este dilema a la propia Melania, «todas las primeras damas del mundo deben promocionar la moda de su país» declaró a El País, recordando la responsabilidad institucional que ha labrado Michelle Obama.
![Melania Trump votando con abrigo de Balmain. A diferencia de Michelle Obama, la nueva primera dama opta por prendas compradas y características del lujo europeo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/BGIDJTU6LFLCBHQDOPFV5XPPUM.jpg?auth=98ecd2ff894b5da3c53cf386be792c0b6822b8adc11b539c5e4563b16eb06c96&width=414)
El boicot de la prensa de moda: «No normalicemos a los Trump»
Mientras tanto, los medios de comunicación especializados en moda también se mojan. Lejos de la frivolidad con la que algunos se empeñan en retratar a este sector, la prensa especializada se ha tomado muy en serio la tarea de informar sobre el estilo de la nueva familia presidencial. Desde Fashionista, una de las webs líderes del sector, emitieron un editorial en el que aplaudían la labor de apoyo con la industria de Michelle Obama estos ocho últimos años y condenaban las políticas de Trump y Pence, además de echar en cara a otra publicaciones que han abrazado, sin condiciones, la información sobre los Trump desde la victoria (no lo mencionaban, pero se referían a People). «Como individuos, no queremos contribuir a humanizar o destacar a una administración que amenaza a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y mas, y que tiene otras problemáticas que ignoramos, pero de la ques que no podemos hablar en profundidad, porque principalmente esta es una web sobre moda y belleza».
La web no silenciará la información sobre Melania, pero sí será crítica con ella. «No iremos tan lejos como para decir que no escribiremos sobre lo que la sra. Trump está vistiendo, pero nos lo reservaremos para ocasiones que sean noticiables: ¿Era su elección para la cena de Estado un homenaje al país que la Casa Blanca homenajea (como sí ha hecho Michelle Obama)? ¿Se ha puesto la prenda de un diseñador estadounidense que está despegando? ¿Existe algún significado escondido o cultural en algo de lo que lleva puesto, o ha comenzado una conversación expandida como hizo su camisa de Gucci?».
Desde el BoF también han querido evaluar qué pasará en las revistas de moda. Robin Givhan, la polémica analista de moda del Washington Post que en su día cuestionó el escote de Hillary Clinton durante las primarias contra Obama, explica en la publicación que las publicaciones no querrán perder la oportunidad de contar con una primera dama entre sus páginas (un portavoz de Vogue indica que todas las primeras damas, sin importar el color político, han sido fotografiadas por la revista). Laura Brown, editora de InStyle, disiente: «actualmente, no tenemos planes de cubrir la información sobre Melania Trump en InStyle«. Parece que algunas voces disruptivas quieren llevarle la contraria a esa relación entre poder y medios, y probar que la informar sobre moda es mucho más que describir el estilismo de la primera dama al bajar del Air Force One.
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