Kylie Jenner o el fenómeno de las mujeres que parecen irreales
En un contexto tecnológico en que la imagen de la mujer se sigue desarrollando según los patrones arcaicos de servilismo y objetificación (‘Oye, Siri’), las redes sociales perpetúan el modelo rindiendo culto a mujeres de apariencia cada vez más irreal.
“¿Están empezando las mujeres a parecer un poco más irreales?”. La periodista Amanda Hess lanza la pregunta con la publicación de un vídeo en The New York Times (Por qué los robots sexys se apoderan de internet). Desde ejemplos actuales como Siri o Alexa, las asistentes de Apple y Amazon que operan por defecto con voz femenina, y la tendencia generalizada de crear perfiles de mujer con funciones serviles o sexuales en la inteligencia artificial, a otros presentes ya en la cultura clásica y pop, como el mito de Pigmalión dando vida a la mujer ‘perfecta’ esculpida a su voluntad o las hipersexualizadas ‘fembots’ de Austin Powers. Todos se traducen por una tradición de “objetificación y deshumanización de la figura femenina” que, como explica la artista visual y experta en comunicación y género Yolanda Domínguez a S Moda, en la actualidad encuentra su origen en el hecho de que “la tecnología todavía está dominada por mentes masculinas que diseñan con una estética e interfaz seductora y atractiva para otros hombres” (en datos del Eurostat, el 82% de los trabajadores tecnológicos en 2014 eran hombres). Su coincidencia en el tiempo con los casos de mujeres reales que adoptan una imagen también cada vez más deshumanizada, con Kylie Jenner como máxima representante y artífice de un imperio que se lucra con ello, sacan a relucir el problema.
Solo hace falta darse una vuelta por la cuenta de Instagram de Kylie para ver de qué se trata. De un post a otro su cara ha cambiado (con más o menos labio, con o sin pecas), su color de pelo (a menudo usando pelucas) varía de platino a oscuro, de rosa flúor a azul y de corto a largo. La piel completamente lisa, la constante falta de expresión y las imágenes repetidas en bucle tipo boomerang suman a ese aspecto robótico que desprende. “Esta proyección de un canon estético muy concreto, casi imposible e inalcanzable, le viene muy bien a la industria de la belleza, que nos promete conseguir estos atributos pero que lo que único que consigue es causarnos frustración”, apunta Yolanda Domínguez.
Explotando su propia imagen, Kylie Jenner ha levantado un imperio de 900 millones de dólares, según recoge Forbes en su último número. Sus labios, conseguidos a golpe de cirugía, han centrado la atención de las redes sociales con challenges que promueven dudosas técnicas, como la de los vasos de chupitos, que prometen conseguirlos a base de hacer ventosa. Y ha sabido aprovecharlo creando su propia marca de cosméticos, Kylie, centrada en labiales. “Esa imagen como de muñeca, que tiene que ver con la construcción estereotipada de la feminidad de nuestra sociedad, es lo que predomina. No usamos el maquillaje como los tatuajes maoríes, que indican a que familia se pertenece, lo usamos para promover la eterna juventud a base de productos”, explica Asunción Bernárdez Rodal, experta en comunicación y género de la Univerisdad Complutense de Madrid y autora del libro Soft power: heroínas y muñecas en la cultura mediática.
La tendencia se expande. Las curvas imposibles, también marca de la familia Kardashian, se han popularizado de tal manera en redes que ya forman parte de lo que se entiende por apariencia ‘instagramer’. El lanzamiento al mercado de muñecas sexuales de estas características, bajo el reclamo ‘modelos de Instagram’, lo confirma. Los selfies o la repetición de fotografías tomadas frente al espejo teléfono en mano en las que este parece una extensión del propio cuerpo con lo que Hess en su artículo ha señalado como “apariencia cyborg” (de nuevo Kylie marcando la pauta). Y otras modas adolescentes como la de grabar vídeos con musical.ly, con un estilo propio caracterizado por los cortes y movimientos rápidos o el caso de las modelos chinas capaces de hacer hasta 30 poses en 15 segundos, también causan ese efecto de ‘robotización’ que fascina al social media.
Está todo construido en torno a la imagen y al artificio de tal manera que empiezan a surgir en Instagram perfiles de influencers que directamente prescinden de seres humanos reales. Generados por ordenador en función de los rasgos y características que más éxito causan en Instagram, estos llamados influencers digitales, se convierten en prescriptores de moda y productos. Lil Miquela, que se define en su perfil como «robot», es el caso de más éxito con más de un millón de seguidores en Instagram. Existen otros dos personajes, Blawco (su hermano) y Bermuda, anterior enemiga que la empresa que ha creado los perfiles, Brud, acaba de transformar incorporándola a sus filas y ahora ‘posan’ los tres como la “panda Brud”. Otro caso parecido es el de Shudu, que se presenta en su biografía como “modelo digital”, con imágenes de estilo editorial que promocionan, entre otras marcas, a Fenty Beauty. “Que existan personajes de ficción que a la gente les gusten no me parece mal, el problema es que en este caso solo están ahí por su dimensión física”, apunta Yolanda Domínguez.
Ya ha quedado claro que la artificialidad se premia. Otro de los casos que rescata Amanda Hess es el de Poppy, la ‘youtuber’ y estrella pop que actúa y habla como si fuera un cyborg y viste inspirada en la estética de las lolitas japonesas. “El éxito de Poppy es este, ya que el triunfo se consigue con lo artificial, ella directamente no lo disimula. Si lo que gusta es esto, ¿por qué no imitarlo directamente en vez de imitar a otras mujeres artistas de carne y hueso? Este planteamiento está muy relacionado con la prefiguración de lo femenino de nuestra sociedad”, explica Asunción Bernárdez.
Para ambas expertas el modelo no cambia, solo el formato. “Es el mismo sexismo de siempre pero vestido de modernidad”, señala Domínguez. En un contexto social de importantes movilizaciones feministas, muy impulsadas precisamente desde redes sociales, que promueven (también con éxito) tendencias del bando contrario como el positivismo corporal (#mujeresreales), ¿cómo se puede combatir la perpetuación de estos roles? Para Asunción Bernárdez, desmontar estos modelos tan arraigados en nuestra cultura popular “no es un cambio que se consiga de un día para otro. Las prácticas humanas, la educación y los medios juegan un papel crucial y lo más positivo es que las mujeres por primera vez en la historia estamos teniendo una voz pública muy importante”. Yolanda Domínguez explica que, en su opinión, “es muy difícil que cambiemos el modelo si no lo vemos. Las marcas que generan estas imágenes son las principales responsables. Si en el ámbito tecnológico hay cada vez más mujeres diseñando y cambiando la mirada, irá cambiando el concepto de feminidad, esa sería la verdadera feminización de la tecnología. A nivel usuario también es importante demandarlo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.