‘Yo sí te creo’: 11 heroínas anónimas que salvaron 2017
El año en el que aumentó la violencia de género también fue el mismo en el que la sororidad de las españolas floreció al hilo de La Manada o los asesinatos machistas.
Los Mossos la encontraron porque «una mano sobresalía de la tierra«. El día de Nochebuena un hombre asesinó a su esposa, de 30 años, en Sant Adrià del Besós. Metió su cuerpo sin vida en un bolsa, cargó con ella a sus espaldas y después la abandonó, semienterrada, junto a las vías del tren en un descampado del barrio. El mismo día que lo arrestaron, el 26, se confirmó que a Andrea Carballo la mató estampándola contra una gasolinera, tras arrastrarla de los pelos hasta el coche, un ex que la había maltratado en el pasado y que ella había denunciado dos veces. El 28, otro hombre denunciado por malos tratos acabó con la vida de su pareja en Azuqueca de Henares delante de sus tres hijos. En menos de una semana, estas tres mujeres entraron a formar parte de la lista de 48 mujeres asesinadas por violencia de género en lo que va de año. Cuatro más que en 2016.
En 2017 nos han matado más, nos hemos deprimido más por culpa del machismo en la esfera doméstica y en la laboral volvemos a trabajar gratis desde el 8 de noviembre por una brecha salarial que no se desvanecerá, dicen, hasta dentro de un siglo. Todo mientras la mitad de Europa sigue creyendo que el sitio de las mujeres está en la cocina.
«Las treintañeras se sienten estafadas. Les dijeron que iban a ser iguales que sus compañeros de pupitre, han hecho las mismas carreras y tienen la misma experiencia, pero en cuanto tienen el primer hijo se encuentran con que tienen los mismos problemas que sus madres. Están iracundas», decía Pepa Bueno en esta entrevista en El Mundo, recogiendo el sentir de una generación a la que le prometieron el sueño igualitario del bienestar y se topó con la precariedad y el machismo estructural.
Enfadadas, deprimidas y cansadas. Pero también más unidas. En España este 2017 ha sido el de la sororidad. Hermandad intergeneracional florecida por las injusticias sobre mujeres anóminas erigidas en heroínas. Ha sido el año en el que Juana entró en la casa de todas , en el que las adolescentes colapsaron la Gran Vía gritando junto a sus madres al unísono «Tranquila, hermana, aquí está tu manada» y que con su ‘Stop señores’ escritos sobre cartón resumían en dos palabras ese hartazgo de tener arrebatada la voz y el poder de decisión sobre sus cuerpos y vidas.
Nuestro #MeToo también fue el #HermanaYoSiTeCreo con la víctima de la presunta violación múltiple de San Fermín. Los desgarradores relatos de dos víctimas de violaciones en la fiesta pamplonica reafirmaron la necesidad de la lucha feminista. Derramamos lágrimas de impotencia al escuchar ese «se sigue asesinando con impunidad» en la carta de la hija de Ana Orantes a su madre, 20 años después de que su padre la quemara viva delante de su hermano pequeño en venganza por haber contado en la televisión el calvario y maltrato que sufrió durante los 40 años que estuvieron casado.
Mientras en EEUU la revista Time premiaba como una de las silence breakers del año a Isabel Pascual (7), pseudónimo para una recolectora de fresas mexicana que tuvo el valor de denunciar el acoso que sufría de sus empleadores; en España, una alicantina de 17 años (Alicia Ródenas) nos abría los ojos frente al machismo arraigado con su vídeo 100 comentarios machistas que una mujer escucha a diario.
Eva Alcaide (9), árbitra de juveniles de 17 años, expuso en su cuenta de Twitter las vergüenzas del fútbol y probó lo normalizado que está el machismo y el acoso a las mujeres más allá del Shakira es de todos.
Por mucho que los medios quieran recurrir a la épica de la venganza del hijo de Woody Allen con Harvey Weinstein en su extraordinaria investigación en el New Yorker, este fue el año en el que dos mujeres periodistas, Jodi Kantor y Megan Twohey, fueron las primeras en abrir esa caja de Pandora que ponía nombre y apellidos de los poderosos depredadores sexuales.
Cuando quieren mostrar su admiración ante personajes anónimos, las redes acuden al recurrente «no todo los súperheroes llevan capa» para exhibirlo. En 2017 muchas de esas heroínas se la dejaron en casa para hacer algo con mucho más provecho: alzar la voz unidas.
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