«El machismo es una enfermedad que tiene cura»
Hablamos con Gloria Poyatos, presidenta de la Asociación de Mujeres Juezas, sobre la perspectiva de género en el mundo de la Justicia y cómo, según sus palabras, «el maltratador no nace, se hace».
“La violencia contra las mujeres hunde sus raíces en las relaciones de género dominantes como resultado de un notorio y sistémico desequilibrio de poder. En la civilización occidental, desde sus orígenes, el sexo ha venido funcionando tradicionalmente como un decisivo factor de discriminación a la hora de reconocer a las personas derechos y obligaciones de acuerdo con la cultura judeocristiana, con clara persistencia en el derecho visigodo, agudizándose en la Edad Media al recuperarse entonces principios básicos del derecho romano que han estado presentes en nuestro ordenamiento jurídico español hasta hace pocas décadas”, afirma Gloria Poyatos, la jueza que hace apenas un año organizó la Asociación de Mujeres Juezas de España. Es parte del contundente prólogo de Todas, un libro editado por Libros.com que cuenta mediante reportajes que todas nosotras hemos sido tocadas. Poyatos denuncia que nuestra sociedad vive una cultura de la igualdad simulada que violenta las mujeres en todos los ámbitos, también el suyo, el jurídico. “Nuestro derecho sigue padeciendo severas carencias de perspectiva de género, tanto en el fondo como en la forma, y conserva aún numerosos vestigios de desigualdad”, señala.
La magistrada cuenta con el Mallete de Oro de 2017, galardón otorgado por la ONG Women’s Link por defender, junto a sus compañeros, “la mejor sentencia del mundo de género”.
El movimiento feminista cada vez denuncia más que la Justicia es patriarcal. ¿Qué significa aplicar perspectiva de género al mundo de la Justicia?
Significa integrar la mirada feminista en la Justicia, para interpretar un ordenamiento jurídico (construido con severas carencias de género), de forma equitativa, contextualizada y respetuosa con los derechos humanos de las mujeres. Aplicar un enfoque de género supone franquear los estereotipos sexistas, porque jueces y juezas nacemos, nos educamos y opositamos en la misma sociedad machista que el resto de profesiones y estamos igual de contaminados, pero con mayor responsabilidad social porque nuestras decisiones tienen gran impacto humano.
Para romper los estereotipos machistas dentro del mundo de la Justicia, hacen falta cambios endógenos y exógenos. Actualmente somos más juezas que jueces en España (52% ). En cambio, la representación femenina en el Tribunal Supremo es pura anécdota (de 77 integrantes, solo 11 mujeres). Y el mismo patrón se reproduce en el Tribunal Constitucional, donde de 64 integrantes a lo largo de su historia, solo 6 tienen nombre de mujer. Eso es una anomalía democrática que no representa la mirada completa de una sociedad formada por mujeres y hombres. El feminismo reivindica la igualdad entre hombres y mujeres, al igual que nuestra Constitución, que ordena remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud.
Márqueme esos estereotipos.
Los estereotipos y prejuicios de género asignan determinados patrones a hombres y mujeres, como el rol de cuidadoras y madres para ellas frente al rol de proveedores de los hombres. Para corregir eso, hay que aplicar una justicia con perspectiva de género, crítica y contextualizada para dar espacio a los derechos de las mujeres. La sociedad debe cambiar y aplicar realmente el principio de igualdad que dicen las leyes. Vivimos en una cultura de igualdad simulada que devalúa continuamente la imagen de las mujeres.
Los estereotipos están por todas partes. En Derecho hay una larga historia de ellos sobre las testigos mujeres como intrínsecamente mentirosas o no confiables. El ejemplo más claro es el caso de Ángela González, una víctima de violencia de género que había presentado 51 denuncias ante juzgados y comisarías frente a su exmarido, para evitar las visitas sin vigilancia de la hija común del matrimonio. No fue atendida, y su hija Andrea, con tan solo 7 años fue asesinada por su padre de un disparo. Por ello desde la ONU se condenó a España en 2014.
También fue importante la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias de marzo de 2017, que revocó una decisión judicial y definió, por primera vez en España, la técnica de juzgar con perspectiva de género. En ese caso se dudaba de las 10 denuncias que había presentado una mujer, cuestionando la declaración propia de la víctima. Recientemente hemos dictado otra importante sentencia frente al Grupo Endesa, donde se impidió el acceso a un puesto de trabajo a una mujer a pesar de existir empate de méritos. No se aplicaba la acción positiva prevista en el convenio. Creer que las mujeres somos intelectualmente inferiores también es un estereotipo. Y otro muy frecuente, sobre todo en el ámbito de los delitos sexuales, es el del consentimiento sexual implícito de las mujeres.
Parece ser que la dificultad estriba en que ellos, para que se dé la igualdad, deben renunciar a privilegios.
Más que plantearlo como una batalla prefiero pensar en cómo captamos a los hombres para que entiendan que la igualdad es un avance para toda la sociedad (hombres y mujeres). Yo siempre digo que la cultura patriarcal ahoga a las mujeres, sí, pero aprieta a los hombres, que también son maltratados. Porque ellos también tienen y sufren determinados estereotipos. Por cada mujer cosificada, hay un hombre que tiene que demostrar en todo momento una gran potencia sexual; por cada mujer lista cansada de actuar como si fuese tonta, hay un hombre que debe aparentar saberlo todo; por cada mujer fuerte en apariencia débil, un hombre debe demostrar su fuerza. Un sistema que no respeta a la diversidad de las personas, también les maltrata a ellos.
Debemos actuar desde la educación. ¡Claro que hay que cambiar la Justicia!, pero tengamos en cuenta que nosotros al fin y al cabo gestionamos el fracaso social. Hay que actuar desde la prevención. El maltratador no nace, se hace. El machismo es una enfermedad de transmisión social que se cura. Su vacuna se llama educación.
El nombre de la organización que fundó, Asociación de Mujeres Juezas, ¿no es redundante?
Sí, claro, pero de forma intencionada. Queríamos destacar nuestra faceta como juezas pero también, y más importante, como mujeres. Entre otras cosas, porque reivindicamos la histórica invisibilización de lo femenino, que pasa sin duda por el lenguaje. Porque el lenguaje es un reflejo del pensamiento y el instrumento a través del cual nos relacionamos y mostramos nuestra manera de ver el mundo y puede erigirse como un arma de discriminación masiva. Por ello desde nuestra Asociación enviamos una carta a la RAE, en la que solicitábamos la eliminación del Diccionario normativo de determinadas acepciones discriminatorias. Es muy sencillo, las juezas no somos la mujer del juez, ni las zapateras del zapatero… Y todo eso debe cambiarse.
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