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La increíble aventura de Salaria Kea, la brigada internacional negra que salvó vidas en la Guerra Civil

Dejó Harlem para embarcarse hasta Portbou y ofrecer asistencia sanitaria en el Batallón Lincoln por España. Esta es la historia de una activista contra la segregación que puso su cuerpo para salvar las vidas del bando republicano.

alema
Twitter/ Collage de Ana Regina García

«¿Qué tienen que ver los negros con España? ¿Qué tiene España para nosotros? […] Más allá de la amplia cuestión del valor humanitario, la respuesta es simple. La Italia fascista había invadido Etiopía. Esto fue un golpe terrible para los negros de todo el mundo. […] Italia avanzaba con sus tropas hacia España. Allí estaba esta segunda pequeña nación, feudal y subdesarrollada. […] El linchamiento de negros en América, la discriminación en trabajos y educación, la falta de material hospitalario para los negros en la mayoría de ciudades y en las más pobres, todo esto formaba parte de la estampa del fascismo». Esta fue la motivación que llevó a Salaria Kea (1917-1990), una joven enfermera residente en Harlem y nacida en Georgia, a embarcar el 27 de marzo de 1937 en el SS Paris, junto a otras ocho enfermeras y un grupo de cinco médicos dirigido por el cirujano Edward Barsky hacia España para formar parte y enrolarse en el Batallón Lincoln, la organización de voluntarios estadounidenses para apoyar la causa de la Segunda República en la Guerra Civil. Lo explicó en el (cuestionado) panfleto Una enfermera negra en la república española. Era la única enfermera afroamericana que formó parte de la Third Medical Mission organizada por la North American Bureau to Aid Spanish Democracy, una organización creada en 1936 asociada al partido comunista estadounidense. La suya es una historia llena de luces y sombras por supuestas vivencias inverosímiles, pero también es la de una mujer que luchó contra el fascismo poniendo su cuerpo y cruzando el Atlántico para salvar vidas en el bando republicano.

Hija de un asistente de un hospital psiquiátrico que fue apuñalado cuando ella apenas era una niña, Salaria Kea decidió trasladarse a Nueva York y abandonar Ohio, donde estudió enfermería, para trabajar en el hospital de Harlem. Tal y como recoge Margarita del Valle en Salaria Kea, la enfermera ‘roja’ que vino de Harlem, Kea ya tenía experiencia en el activismo antifascista pese a su juventud. Fue en Nueva York donde «comprendió que eran los negros quienes debían luchar por hacer valer sus derechos y adquirió cierta popularidad al encabezar una campaña contra la segregación racial». Allí también lideró, en 1935, otra campaña para organizar la asistencia médica en Etiopía, tras ser invadida por Italia y tras vivir el rechazo y ser «despreciada» para trabajar como voluntaria en la Cruz Roja («La única razón, según se me dijo, es que mi piel causaría más problemas que lo que podría ayudar», explicaría años después según apunta del Valle).  Kea «regresó indignada a Harlem, donde conoció a través de la prensa «la forma en que Alemania estaba tratando a los judíos… era como el Ku Klux Klan» y se enfureció «con las noticias de los bombardeos de Hitler contra los civiles españoles», explica la investigadora. Al poco después, decidió unirse al equipo del doctor Edward Barsky para marchar hacia España y ofrecer asistencia médica con los brigadistas.

Kea llegó a Portbou el 3 de abril de 1937 y según relata en Una enfermera negra en la república españolaun niño abandonó la multitud que los recibió y tomó su mano espontáneamente:

-¿Por qué no llegasteis ayer?, le preguntó.

-¿Por qué ayer?, le dijo Salaria.

-Porque ayer los fascistas llegaron con sus aviones y lanzaron bombas. Mi madre, mi padre y mi hermano pequeño murieron. No teníamos médicos y enfermeras para cuidar de ellos tras el bombardeo. Quédate. Si los fascistas vuelven las bombas probablemente nos matarán a todos si no te quedas.

Este episodio narrado en Una enfermera negra en la república española precede a su paso por su primer destino,Villa Paz, una antigua residencia en Cuenca del rey Alfonso XIII que los brigadistas habilitaron como hospital. «Pronto descubrió las graves carencias hospitalarias de la República. Apenas había suministros tan elementales como agua caliente y vendajes. Hasta el extremo de que tuvieron que improvisar complicadas operaciones de cabeza o de pecho, ‘sólo iluminados por la luz de las linternas'», explica del Valle en su investigación sobre la enfermera.

Una historia personal cuestionada 

De su paso por España existen un buen puñado de fotografías en los archivos de las brigadas Lincoln y otros documentos fotográficos o fílmicos, así como varios textos autobiográficos de la enfermera, pero algunos investigadores han puesto en duda la veracidad de algunas de sus experiencias narradas, como la supuesta captura por un batallón franquista, donde supuestamente presenció varios fusilamientos y del que logró escapar con vida. Movida por el interés que despertó una de estas fotografías, así lo descubrió la investigadora Dolores Martín, que viajó hasta Nueva York para conocer más a fondo la labor de Kea. Lo explicó en la conferencia Salaria Kea’s memories from the Spanish civil war en 2016, un año antes de que una retrospectiva en Nueva York ahondase en la figura de la enfermera que dejó Harlem para viajar hasta España y volviese a poner sobre la mesa la relevancia de la enfermera.

En su charla, a propósito de su investigación Warriors without weapons: humaniratian action during the spanish civil war and the republican exile, Martín explica por qué las imágenes de Kea son tan cautivadoras. «Al escoger una foto de Salaria, una mujer y activista antifascista, desafiábamos la idea de que la ayuda humanitaria debe ser neutral y llamada ‘humanitaria’, es decir, la idea de no estar políticamente implicado con uno de los lados del conflicto. […] ¿Por qué los antifascistas no pueden ser humanitarios? ¿Por qué no entender esta operación humanitaria como un medio de denuncia, una especie de ingerencia humanitaria, de la misma forma que organizaciones contemporáneas como Médicos sin fronteras?», dijo en su charla. Durante su viaje a Nueva York y tras hablar con investigadores del departamento de Spanish Studies de la NYU y de los Lincoln Archives, a Martín le dijeron «que no debería fiarse mucho de Salaria» porque, además de las contradicciones de Una enfermera negra en la república española, se ha podido comprobar que algunos de sus posados que aparecen en documentales (Victorie de la vie y The Good Fight) eran fingidos y que, al final de su vida, la enfermera sufrió demencia y contó que también había sido capturada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Es más, la directora del documental Into the Fire, American Women in the Spanish Civil War, Julia Newman, también pone en entredicho el relato de que Kea fuese capturada por los franquistas cerca de Teruel, tal y como relata en sus textos autobiográficos: «Lo siento,  pero Salaria nunca fue capturada ni bombardeada… lo que tú llamas narración es solo un panfleto, lo que probablemente estuvo maquinado por el Comité Nacional Negro. Salaria se convirtió en un mito construido para apoyar la causa de los negros», explicó Newman a Martín.

Fingiera sus cuidados o no para posados específicas, lo cierto es que la enfermera Salaria describió parte de lo que vio en su etapa española en sus textos: «Soldados de casi todas las razas: checos de Praga y de pueblos bohemios, húngaros, franceses y finlandeses, alemanes e italianos, exiliados o escapados de campos de concentración; etíopes de Djibouti, que intentaban recuperar la libertad de Etiopía estrangulando las fuerzas de Mussolini en España, negros de los estados del Sur de Estados Unidos».

Fue en España donde conoció a un conductor de ambulancia irlandés, Patrick O’Reilly y se casó con él. Carmen Cañete, investigadora de la Florida Atlantic University, también indagó sobre la enfermera tras toparse con una noticia del poeta, novelista y columnista Langston Hughes mientras trabajaba como corresponsal para el Baltimore Afro-American durante la guerra civil en España. Allí publicó una nota sobre las nupcias de Salaria Kea con O’Reilly, y cómo se conocieron cuando él llegó como herido de guerra en Villa Paz. Supuestamente, tras escapar del bando franquista, Salaria consiguió huir y volvió a EEUU. Acabaría residiendo con su marido en Nueva York. Viuda, volvió a Akron, Ohio, donde fallecería en 1991 la que el propio Hugues describió en su texto como “una delgada muchacha color chocolate”. La misma que, según defendió en sus (cuestionados) textos, salvó las vidas de aquellos que «con diferencias de razas, color, nacionalidad y religión se superaron para hacer de España la tumba del fascismo».

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