Las expertas que explican cómo afrontar una cita de forma feminista
Descubre cuáles son las señales que indican que estás quedando con un hombre machista y por qué lo empoderador es reconocer tales signos y alejarte de ellos al respetar tus límites y valores
¿Ha de enfrentarse a las citas del mismo modo una mujer feminista que una que no lo es? Robin Clark, dating coach, cree que el acercamiento es completamente diferente. Ofrece un curso llamado Date like a feminist en el que enseña a sus alumnas a “borrar el barniz patriarcal de sus vidas para reclamar así su poder” e identificar las señales que indican que es el momento de que se alejen de sus parejas o citas. “Deja de intentar enseñarles. Deja de actuar como una madre. Deja de suavizar las cosas. Deja de aceptar disculpas sin que cambie de comportamiento. Deja de darle una docena de oportunidades”, les dice.
“Despídete de tu identidad como amortiguadora emocional. Defiéndete a ti misma. Prioriza tus necesidades. Haz solicitudes claras. Establece límites. Aléjate del peligro. Y comienza a verter toda la energía que has estado vertiendo en ellos en la persona a la que está destinada: ¡tú!”, explica con esmero en sus redes sociales. Es ahí donde da algunas señales de que estamos ante un hombre machista.
‘Red flags’: es un machista de manual
Bárbara Zorrilla Pantoja, directora del Centro de Psicoterapia y fundadora de Psicoterapia Integral Mujer, explica a S Moda las banderas rojas (red flags) que le parecen más preocupantes a la hora de detectar a un hombre machista. Entre ellas, destaca que tenga un discurso estereotipado y unas ideas rígidas sobre cuáles son los roles, funciones o atributos propios de cada sexo. “Por supuesto, no es corresponsable en las tareas de cuidado ni del hogar, porque ‘es lo que se ha hecho toda la vida y nos ha ido muy bien’. También ataca a la autoestima de las mujeres, con comentarios degradantes y humillantes, menospreciando sus opiniones. Por ejemplo, insinúa que si una mujer ha llegado a un puesto de poder, no es por su talento”, explica.
Otra señal que ha de activar las alarmas es que necesite mantener el desequilibrio de poder en la relación, ostentando el control sobre su pareja, saltándose sus límites personales, priorizando sus propias necesidades e ignorando las de ella. “Tampoco se hace cargo de la anticoncepción: deja la responsabilidad en manos de la mujer, porque ‘es su problema’. Dice que tus amigas solteras son un peligro, porque el fin de toda mujer es encontrar un hombre. Por supuesto, critica la libertad sexual de las mujeres y se siente amenazado por mujeres fuertes y seguras”, advierte la psicóloga. “Por descontado, criticará el movimiento feminista, bien abiertamente, hablando de feminazis, tergiversando su significado o igualándolo al machismo, diciendo que él lo que quiere es la igualdad, o con comentarios menos manifiestos como que ya existe la igualdad de género y la lucha no es necesaria, ya que las mujeres de ahora exageramos, o que la violencia no tiene género”, añade.
Salvarse a una misma (no al otro)
Para la dating coach Robin Clark, tener citas siendo feminista exige ser fiel a una misma, saber ver las red flags de las potenciales parejas pronto y cambiar la pregunta “¿Le gusto?” por “¿Me gusta? ¿Es esta conexión saludable para mí?”. Asegura que uno de los momentos más empoderadores es aquel en el que las mujeres deciden dejar de intentar ser salvadas para cuidarse a sí mismas. “A los hombres se les enseña a buscar a alguien que los cuide emocional y domésticamente, mientras que a las mujeres se les enseña a buscar a alguien que les cuide financiera y físicamente”, advierte. Clark cree que intentar “arreglar” al otro es un profundo error. Eva Campos Navarro, autora del libro Y te doy mi corazón, coincide plenamente. “Si se tiene como valor básico y no negociable no mentir, no se puede generar una pareja sana con un mentiroso compulsivo y tratar de enseñarle que con amor y cariño, cambiará. Esta no deja de ser otra trampa del romanticismo tóxico y machista que posiciona a la mujer como la que se tiene que sacrificar para que la rana se convierta en príncipe o, quizás, un reflejo de que tenemos la necesidad de ser salvadoras de corderos descarriados, porque nuestra autoestima está tan dañada que solo tenemos valor si convertimos a los lobos en corderos”, explica.
Asegura que siendo feminista, es esencial establecer límites y aspectos no negociables. “Si nos encontramos con un hombre que asegura odiar el feminismo o que no sabe diferenciar entre igualdad y odio —o misandria— y dice odiar el feminismo —igualdad—, todo apunta que, antes o después, esos valores saldrán a relucir. En las relaciones es básico tener los mismos valores o, al menos, tener la apertura mental para conocer otros diferentes y poder aceptarlos si vemos que esos nuevos valores congenian más con nosotros”, explica.
María Esclapez, autora de la novela Mujeres que arden, ahonda en la importancia de saber reconocer el chantaje y la manipulación. “Es vital también establecer lo que no es negociable. Dos ejemplos: Uno, si piden mirar el WhatsApp alegando que es para proteger o porque no se fía de este u otro amigo. El segundo: no quiere ponerse condón, aunque para la mujer sea imprescindible, y echa en cara una supuesta falta de confianza al insistir en que se lo use”, advierte.
¿Qué hacer si en una cita salen a relucir las banderas rojas?
“Podemos empezar por señalar lo que resulta ofensivo y ponerle nombre a ese comportamiento, explicando las razones y dando la oportunidad de modificarlo. Pero mi recomendación es no perder el tiempo, o al menos valorar si merece la pena que realicemos esa labor pedagógica y de educación social y pensar si deseamos invertir en ese tiempo y energía, cuando es más sencillo tener claro qué es lo que deseamos en una relación de pareja y asumir que, si alguien no cumple esos requisitos, hay hombres que sí lo hacen sin que tengamos que estar enseñándoles a hacerlo”, asegura Bárbara Pantoja Zorrilla. Aunque señala que si un hombre es machista, hay alguna esperanza de que esté dispuesto a escuchar, aprender y cambiar siempre y cuando se cumplan una serie de condiciones. “La primera de ella es que reconozca que es machista y quiera cambiarlo. Es necesario que realice un ejercicio de autocrítica, y en ese reconocerse como hombre socializado en una sociedad machista, hay que empezar por asumir que dicha sociedad le otorga una situación de dominio sobre las mujeres, lo que conlleva que tiene una serie de privilegios a los que tiene que estar dispuesto a renunciar”. Es entonces cuando puede empezar el cambio, que pasa por cuestionarse los mandatos de género impuestos socialmente y por identificar las diferentes formas de machismo que vemos todos los días.
Por su parte, Robin Clark dice que, aunque podemos apoyar a quienes quieren cambiar, el trabajo han de hacerlo ellos. Lo empoderador es ser capaces de ver con quién estamos tratando para poder así tomar las decisiones adecuadas.
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