Mariola Cubells: “Con la edad no es que las mujeres seamos invisibles, ¡es que los señoros nos dan igual!”
Nunca se lo dirían a sus madres, pero no querer seguir su ejemplo fue su motor. La periodista Mariola Cubells dedica su primer libro, ‘Mejor que nunca’, a la primera generación de españolas que rompieron el techo de cristal
Conocida por su labor de periodista y analista audiovisual, Mariola Cubells (Valencia, 58 años) dedica Mejor que nunca, su sexto libro, a una generación de mujeres que rompieron los esquemas que la sociedad diseñó para ellas. Junto a lecturas, testimonios y experiencias personales de la autora, no faltan esas pinceladas audiovisuales que han hecho de ella una eminencia dentro del análisis del séptimo arte.
¿Es la última generación educada en el patriarcado la que tiene más claves para combatirlo?
¡Empezamos fuerte! Diría que sí, porque creo que fuimos la última generación educada así y la primera en no educar a nuestros hijos en el mismo sistema, algo que nos da las claves, las armas, la fortaleza y la seguridad que solo tienen las pioneras. Las siguientes generaciones heredaron cosas aprendidas, pero nosotras exploramos una tierra hasta entonces inexplorada, y eso nos dio un armazón del que no era consciente hasta escribir el libro. Tengo la sensación de que al ser pioneras, teníamos bastante ingenuidad y naturalidad, por lo que no éramos demasiado conscientes de todo lo que estábamos rompiendo y haciendo.
¿Hay algo que usted no comprenda de la nueva oleada feminista?
Lo comprendo todo excepto a quienes han desarrollado cierta intolerancia hacia las novedades y una casuística diferente a la de hace 30 años. Por supuesto me refiero a quienes se oponen al mundo trans. Yo voy a muerte con las nuevas generaciones y con su feminismo. Creo que soy más feminista ahora que con 30 años; me encanta ver cómo mujeres de 25-30 años alzan la voz contra todo lo rancio y hacen cosas que yo jamás me habría atrevido a hacer. Me siento supercerca de esa generación, y ese es uno de nuestros grandes aciertos.
Al hablar de la invisibilidad de las mujeres al cumplir años, ¿acaso no hay una dualidad entre la molestia por “serlo” y la tranquilidad por no ser incomodada?
Solo hablamos de la invisibilidad sexual, y eso me molesta. ¿Somos invisibles? ¿Para quién? Siempre se utiliza esa frase para referirse a la mujer como objeto y al hombre heterosexual que como sujeto nos desea o no. ¿Quiere decir esta supuesta invisibilidad que voy a pasar por un lugar por el que una horda de señoros no me mire con lujuria? ¿Dónde hay que firmar para eso? ¡Es una liberación! No es que seamos invisibles, ¡es que esos señoros nos dan igual! Quiero ser visible para los míos, para mis lectores, mi pareja, mis oyentes y mis amigos.
Ante el apego en la maternidad y el auge de las midwives [comadronas]… ¿No hay cierto riesgo de que se pretenda que la mujer regrese al hogar?
Me preocupa mucho este tema, porque fuimos pioneras en decidir si queríamos ser madres o no. Por una parte, este tipo de maternidad me interesa como concepto, porque me encanta que puedan elegir, mientras que nuestras madres lo hicieron por obligación. Lo que me preocupa es que este movimiento recupera algo que creíamos dinamitado, la paridad a la hora de la crianza, que podamos llevar una maternidad sin agobios, que el bebé no sea un tirano, que puedas tener una vida armada sin el lastre de la maternidad…
El común denominador de muchos testimonios del libro es el de “No quiero la vida de mi madre”. ¿Eso se le dice a una madre?
La hundes en la miseria. Yo creo que conscientemente lo saben, porque nuestra actitud vital y nuestra vida son contrarias a las suyas. Se debatieron entre desear que la vida de sus hijas fuera diferente a la suya, y querer, por su educación, que sigan siendo amas de casa perfectas y madres ejemplares. Me parece razonable no querer la vida de una persona que no tenía autoridad para abrirse una cuenta bancaria y que renunció a la vida social en aras de la doméstica.
Pero su hija sí quiere tener su vida…
Porque mi vida es estupenda. Tengo una vida plena. Por supuesto que tengo que ser una inspiración para mi hija: mi vida es aspiracional porque he podido elegir y he hecho lo que me ha dado la gana. Ella ve que hablamos el mismo lenguaje, cómo me envalentono cada día más y cómo me importan un bledo cosas que antes si me importaban muchísimo más.
En el libro hay una parte dedicada a los hombres. Caitlin Moran asegura en What about men que ser hombre es muy duro, porque ante cualquier problema, nosotras recurrimos al feminismo, mientras que ellos…
No tienen nada. Estoy de acuerdo. Creo que son más los hombres que en ese desconcierto intentan salir al aire, ejecutar lo que no han hecho, comprender y deconstruir, pero los que están en el otro bando hacen mucho ruido y son muy groseros.
“Vamos a vivir muchos años como «viejas» y la sociedad todavía no está mentalizada”, le comenta la socióloga María Ángeles Durán. ¿Cómo nos vamos a mentalizar si huimos de la vejez?
Reivindico que la edad es una actitud, un estado mental. Si no llegamos a viejas es porque hemos muerto: ¿qué prefieres? Me preocupa la vejez porque lleva consigo una decadencia física, pero llegada a esta edad, soy más presentista que nunca. Vivo al día con esa actitud vital
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