Félix Gómez: “Con ‘Al salir de clase’ pensé que el éxito era infinito y la vida te enseña que no”
El actor, que triunfó con su personaje de Jero en la serie de los noventa, asegura que “el teatro es un segundo útero, un lugar sagrado”. Ahora se sube a las tablas con Carmen Maura en La golondrina y este año estrena Alta mar en Netflix, con José Sacristán y Jon Kortajarena.
Al sevillano Félix Gómez (Carmona, 1977) el teatro le cambió la vida. Se subió a escena por primera vez con 17 años; había empezado a dar clases de interpretación para superar su timidez y actuar fue la mejor terapia. “Es algo que le recomendaría a todo el mundo, a cualquier edad. Y, de hecho, me encantaría que un día fuese una asignatura en los institutos y en el colegio. Da una capacidad de juego, de romper ciertas barreras, que otras asignaturas no ofrecen. Y no solo es la timidez, es la capacidad de expresarte con tu cuerpo, manifestar tus emociones… Cuando te acostumbras a trabajar con ellas es fácil luego, por ejemplo, en una conversación con tu pareja ser capaz de exponer tus emociones sin ningún tipo de pudor y sin ningún tipo de miedo”, asegura.
Él iba para abogado, pero se mudó a Madrid para actuar. Y triunfó muy pronto, con su personaje de Jero en Al salir de clase, la serie juvenil de Telecinco que fue un fenómeno en los noventa. Ha hecho mucha televisión –fue falangista de la División Azul en Amar en tiempos revueltos, hijo de Concha Velasco en Herederos y el duque de Alba en Carlos, rey emperador–, también cine –de El camino de los ingleses, de Antonio Banderas, a Ibiza, de Alex Richbach– e incluso un vídeo musical de Keane –Disconnected, dirigido por J. A. Bayona, en el que salía junto a Leticia Dolera–, pero siempre regresa al teatro.
“El teatro es mi segundo útero, volví a nacer cuando lo descubrí y para mí es un lugar sagrado. Un lugar mágico al que le debo todo, al que le debo la vida. Me subo a un escenario y estoy tranquilo, feliz, en calma”, recalca. Interpretó a Alejandro Magno en el Festival de Mérida en 2015 y ahora está volcado en La golondrina (hasta el 5 de mayo en el Teatro Infanta Isabel de Madrid), un texto de Guillem Clua dirigido por Josep María Mestres que es un mano a mano con Carmen Maura: “Es una mujer muy divertida, es una niña grande y es fácil estar en el escenario para ella, porque tiene una verdad absoluta, una capacidad de juego increíble y es una gozada encontrarte a un compañero que te da todo ese feedback”.
Casi nada más llegar a Madrid conseguiste un papel en Al salir de clase, la serie del momento. ¿Qué fue lo mejor y lo peor que sacaste de esta experiencia?
Para mí, en general, todo fue positivo. Acabar la carrera de Arte Dramático y entrar en lo que en aquel momento era la serie con más éxito fue un sueño hecho realidad. Como cualquier éxito grande cuando eres joven puede tener sus puntos negativos, se te sube la fama a la cabeza… Yo tuve la suerte de tener a mi familia y a mis agentes muy cerca, que me anclaron los pies en la tierra muy rápidamente. Hice grandísimos amigos ahí dentro.
¿Lidiar con la fama tan joven fue un problema? Has contado que había fans que te esperaban en el portal y te seguían al supermercado…
Fue extraño. Ahora es el mundo de las redes, pero en aquel momento el termómetro eran la Superopop, el Vale, el Bravo... Pasé del anonimato de un chico de pueblo a ser la portada de todas las revistas de chicas adolescentes, ver carpetas forradas con mi careto, los chavales me decían ‘Quiero ser como tú’… Pero tuve la suerte de que no se me fuera la cabeza. Evidentemente, cambió mi ritmo de vida, no me atrevía a salir tanto, tenía un poquito de agorafobia porque te pedían autógrafos, se querían hacer fotos contigo… Pero mi padre me enseñó que si eres actor y el público te requiere tienes que atenderlo. Es tu obligación. Me costó, pero me ayudaron a digerirlo.
Pasé del anonimato de un chico de pueblo a ser la portada de la ‘Superpop’ y ver carpetas forradas con mi careto
¿Fue importante vivir esa experiencia del éxito pronto para asumir luego lo que comporta la interpretación: las negativas, temporadas de poco trabajo…?
Eso lo aprendes a base de mamporros en esta vida. En un primer momento yo creía que esto era infinito, y la vida te enseña que no. Si es difícil llegar, mantenerse es una misión imposible. Y aun así yo sigo diciendo que soy de los que tienen suerte de mi generación. No paro, vivo bien de mi trabajo, con proyectos que me gustan. Ya he aprendido que tienes épocas de mucho curro, otras de menos, y que hay que mantener la calma y tener las miras puestas en otros sitios. Para mí son el crossfit, mi compromiso medioambiental trabajando como voluntario con WWF, la familia y los amigos, que son mis pilares.
¿Cómo ha cambiado la ficción televisiva con la irrupción de las plataformas?
Creo que es algo positivo, por ahora. Es mercado: una apertura maravillosa para nuestras fronteras y además se está viendo que las series españolas están teniendo una proyección internacional y mucha repercusión, que hacemos productos de calidad en este país.
Participarás en una de las nuevas series de Netflix, Alta mar, con José Sacristán, Jon Kortajarena o Ivana Baquero. ¿Qué va a suponer para tu carrera? ¿Se abrirá la puerta internacional, como ha pasado con otros actores como Miguel Ángel Silvestre, cuyo papel en Sense8 estuviste a punto de interpretar?
Una cosa que me ha enseñado la vida es a no poner muchas expectativas en nada. Fue muy bonito disfrutar de este rodaje, el personaje es absolutamente diferente a lo que me habían propuesto hasta ahora y crearlo ha sido superdivertido. Que ocurra lo que tenga que ocurrir.
Viviste tres años en Los Ángeles, ¿sigues teniendo la inquietud de llegar a Hollywood?
Eso de irme a vivir una temporada a América ya pasó, hice los contactos que tenía que hacer, pero ahora quiero estar aquí, centrado más en el teatro. Evidentemente, si sale algún proyecto fuera estaré feliz de la vida de cogerlo. Antes si querías estar en proyectos internacionales tenías que salir, y ya no es necesario, porque muchos se crean aquí. Yo ahora ya no me planteo vivir allí; no hace falta, puedes enviar la audición y si te sale te vas a rodar.
Acabas de estrenar La golondrina. Parte de un hecho real, el ataque terrorista islamista en el bar gay Pulse de Orlando en junio de 2016. ¿Es importante que el teatro aborde hechos recientes que afectan a la sociedad, como este o el juicio de La Manada, que ha inspirado el montaje Jauría, de Teatro Kamikaze?
Creo que es una de sus misiones. Es una experiencia viva, una catarsis entre el público y los creadores. Y lo necesitamos. Es el cuentacuentos de toda la vida. Entre las funciones del teatro están entretener y hacerte pasar un buen rato, pero también tocar temas que pueden ser espinosos para la sociedad de forma que podamos digerirlos entre todos. Qué mejor manera de hablar de lo que ocurrió en un acto tan horrible como el que se representa en Jauría o el atentado terrorista de Orlando que a través del teatro. Trabajamos con los sentimientos, exponemos emociones y ponemos en palabras lo que no nos atreveríamos a decir o no sabríamos cómo expresar.
La golondrina tiene una temática LGTBI y habla de los miedos, de aceptarse uno mismo. ¿Crees que tu personaje, Ramón, puede ayudar a personas que pasen estas situaciones en su vida?
Yo creo que sí. El texto de Guillem tiene cierta reivindicación para el colectivo LGTBI y es bonito. No quiero desvelar mucho, porque me gustaría que el espectador lo descubriese en la butaca, pero creo que va a ayudar mucho. Y no solo a chicos o chicas que necesiten salir del armario, también es una historia sobre las relaciones entre padres e hijos.
Tocar en el teatro temas que pueden ser espinosos para la sociedad es una forma de poder digerirlos entre todos
La obra habla sobre la falta de comunicación y empatía y sus consecuencias. ¿Son dos de los grandes problemas de la sociedad hoy en día?
Absolutamente. Habla de la capacidad de empatizar con la persona que tienes delante, de la capacidad de escucharla y de ponerte en el lugar del otro, que es algo que últimamente falta mucho en todos los niveles de nuestra sociedad. La gente no se escucha. Cuántos políticos no contestan a las preguntas que los periodistas o la sociedad les hacen. Y pasa en conversaciones con amigos: la otra persona te interrumpe cuando cuentas algo porque ya ha imaginado lo que quieres decir y se le ha ocurrido una respuesta. Está más interesada en lo maravillosa que va a ser su respuesta que en lo que tú quieres decirle. Y creo que es hora de parar. Como sociedad deberíamos de parar, escucharnos un poquito. Y muchas de las movidas que tenemos se solucionarían.
¿Los actores debéis tener una postura política activa?
Creo que todo ser humano tiene que ser un activista, en lo que cada uno considere que tiene que serlo. Mi lucha está en lo medioambiental, en lo político soy más reservado porque he decidido alzar mi voz y hablar sobre otras cosas.
Con el retraso de la emisión de la segunda temporada de la serie 14 de abril. La República criticaste la “censura” en TVE. ¿Se nota el peso de la política en el mundo de la interpretación?
Por desgracia sí. A los hechos me remito. Es una serie que molestaba en un momento y a un sector de la política. Luego se ha demostrado que era un melodrama ambientado en una época concreta, una historia de amor bien hecha, donde el entorno sociopolítico se narraba reflejando los diferentes puntos de vista de esa España, porque no hubo dos Españas, hubo muchas. Y esa serie se censuró, estuvo siete años en un cajón. Y ha tenido que llegar una nueva dirección de TVE para sacarla. La política afecta a todos los sectores de nuestra vida. Lo único que yo reclamo son buenos políticos, buenos gerentes, buenos capitanes a los que seguir, que sean capaces de solucionar los problemas reales de la gente real. Eso es lo que necesitamos, lo que deberíamos exigir.
También has participado en Amar en tiempos revueltos o Las 13 rosas. ¿Es necesario hablar de la memoria histórica?
Yo creo que sí, hay que terminar de cerrar las heridas. En la Transición se hizo lo que se tenía y podía hacer en ese momento y ahora hay que rematar el asunto. Siempre digo lo mismo: la guerra fue una guerra, lo realmente horroroso fue lo que vino después, la dictadura. Eso sí que fue repugnante, la limpieza que hubo después.
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