Mujeres maduras que tienen claro lo quieren
Siete mujeres con más de 50 años visten su edad con la elegancia y el carácter que dan la experiencia y una gran relación consigo mismas
«En mi trayectoria profesional, siempre me ha preocupado más la búsqueda de un estilo que seguir los dictados de la moda, como una imposición de tendencias que se renuevan cada temporada. Me gustan las mujeres dinámicas, activas y sobre todo pensantes. El vestir como una actitud frente a la vida, que define el carácter, imprimiendo la propia personalidad. Sin olvidar el aspecto lúdico, que permite mostrarse con una cierta flexibilidad, jugando con las distintas facetas de cada una. Para mí, el verdadero atractivo radica en el autoconocimiento, que por lo general es consecuencia directa de los años y de “haberse vivido”. Eso hace que, más allá de la frescura de la piel, la madurez se esté convirtiendo en un valor en alza. Una apuesta por una mujer real, por encima de agresivas campañas de marketing, estereotipos y el culto a la eterna juventud. Un profundo proceso de aceptación, reconciliación y de fidelidad propio. Un saber elegir, porque previamente una lo ha hecho consigo misma. Hoy en día, la barrera de la edad se desdibuja, y encontramos a mujeres de 50 años estupendas, ya no solo por lo bien conservadas que están, sino por lo que nos transmiten; ya que no se trata únicamente de ser joven, sino de sentirse joven para soñar, vivenciar y dejar claro todo lo que aún queda por decir. Tienen voz, son como el buen vino».
MARISA PAREDES
«Me estoy dando el gustazo de descansar, que me hacía falta. Voy al cine, al teatro, veo a los amigos, leo… Y, entre tanto y tanto, viajo a algún sitio (normalmente a Francia) y recojo un premio», nos cuenta la actriz sobre su día a día. Su nivel de exigencia ha aumentado. Le da más importancia a su vida y disfruta de su gente. «Si no me ofrecen algo que me estimule mucho, no lo hago. Me apetecería hacer más comedia, lo he dicho mil veces, pero no me hacen caso. Siempre hay sobre mí un prejuicio muy claro». Su imagen de mujer elegante se ha convertido en una especie de sambenito. A ella le habría gustado ser la Irene de Carmen Maura en Volver. «Lo que sucede es que, en el caso de Carmen, ella nunca ha sido la gran dama. Nunca ha tenido la elegancia por bandera ni ha sido vista con esos atributos. Es una gran actriz, pero más orientada a la comedia». Paredes recuerda Motín de brujas, la obra de teatro en la que hacía de limpiadora de oficinas. «Es cuando más me he sentido de otra manera. Y en Entre tinieblas. Pero fue al principio. Después me llegó el glamour, y de eso no me he librado».
En la vida diaria, la gente también espera encontrarla siempre impecable. «Me gusta ir al mercado con la cara lavada y un vaquero». Y así acude a la sesión. Para ella, la clave para acertar con el estilo a su edad es llevar los años con dignidad, encontrar lo que te sienta bien y no tratar de ser lo que no eres. «Me encantan los trajes sastre y los abrigos clásicos, es lo que llevaría toda la vida». No se libra de la típica pregunta sobre cómo envejecer en la industria del cine: «Los prejuicios vienen de Hollywood. ¿Que la imperfección no se pueda considerar belleza? Bueno… depende».
Gádor de Carvajal, arquitecta
Xevi Muntané
GÁDOR DE CARVAJAL
Esta reconocida arquitecta conforma la mitad de Carvajal + Casariego, un estudio con oficinas en España y en Chile. Hija del ex presidente del Senado José Federico de Carvajal, a mediados de los años 80 fue definida como una de las modelos más prestigiosas de nuestro país (algo que casi nadie conoce hoy en su entorno profesional). Gádor vivió en primera persona el despegue de la moda española, cuando desfilaba para Pedro del Hierro, Jesús del Pozo o Manuel Piña. Según confiesa, la moda la ayudó a ser arquitecta, y no precisamente para pagarse los estudios. «Tenía muchas dudas con la carrera, y desfilar me permitió tomar distancia y relativizar».
Su interesante dicotomía profesional nos hace preguntarle por cómo se siente siendo mujer en el terreno en el que se mueve, tradicionalmente de hombres. «Es innegable que existe una cierta incomodidad masculina, y hay tensiones añadidas que tienen que ver con el género. Una especie de lucha de vanidades». Sobre su forma de vestir, reconoce que no ha habido transformaciones bruscas: «Ha cambiado con mi edad, con mi posicionamiento, pero siempre ha estado definida por mi temperamento. Hay un hilo conductor que domina». La moda le sigue gustando: «Me produce un poco de rechazo que haya colecciones tan a menudo. Me interesan los materiales, las cosas bien hechas». Tiene claras las claves para ser elegante a cualquier edad: «No es tan importante tener estilo. Uno solo tiene que verse bien y comportarse tal y como es».
Lydia Delgado, diseñadora
Xevi Muntané
LYDIA DELGADO
«Tengo menos tiempo para mí», cuenta la diseñadora al hablar sobre su maternidad (tiene un niño adoptado de ocho años). «Pero intento vivir la vida de manera que me siente bien. La experiencia me ha ayudado a entender lo de “quererte a ti misma”. Intento hacer el trabajo de no preocuparme por cosas que en realidad son bastante absurdas, lo cual es muy fácil que pase». Esta actitud vital ha afectado a su forma de crear: «Diseñar es raro, implica estar entre tú y los demás. Ahora procuro hacer más lo que me gusta». En ese enfoque mental se enmarca su nueva pasión, la ilustración (en este momento se pueden ver sus dibujos en la Gerhardt Braun Gallery de Palma de Mallorca).
La explicación: «El dibujo es un mundo mágico, puro, infantil». Un optimismo que enlaza con su opinión sobre cómo debe vestirse una mujer entrada en la madurez. «Es un tema curioso. En otros países hay señoras con una edad que son muy creativas; aquí parece que hay que pasar inadvertida. ¡Tampoco es eso! Hay que lucirse con una cierta alegría, porque la indumentaria es una expresión de ti, de tu mundo interior. Si no dejas que pase nada, ¿qué sucede por dentro? Está bien tener un poco de luz y de creatividad. Hay cosas que te quedan peor (hay que ser realista), pero me gusta más una señora como las de Advanced Style –tan extravagantes, tan maravillosas– que una aburrida. Algunas de las mujeres más topísimas del mundo tienen mi edad».
Isabel Muñoz, fotógrafa
Xevi Muntané
ISABEL MUÑOZ
Le gusta sentirse sobre unos tacones, aunque hace tiempo que no lo hacía. Isabel es una artesana visual, con dos World Press Photo y obras en museos de Madrid, París o Nueva York, que no pide ver su retrato al acabar la sesión. Simplemente confía. «He disfrutado con los estilistas; son dos artistas porque saben cómo hacerte sentir bien. Y no es lo mismo vestir a una niña de 16 años que a una mujer de 64». No es una fotógrafa de poses. Tiene una importante trayectoria dedicada «a la búsqueda del ser humano» por todo el planeta. Y en esas andaba cuando se implicó en sus últimos trabajos: Álbum de familia, un proyecto sobre los derechos del universo que retrata a varias familias de simios (en la galería Blanca Berlín a partir del 16 de diciembre), y la impactante Mujeres del Congo hacia la esperanza (en Casa de África, en enero), que denuncia el uso de las féminas como arma de guerra. «Yo busco siempre la luz y la esperanza. Creo que luchando se puede conseguir. No hago nada que no me emocione».
Sí, la edad ha cambiado el modo de enfocar su trabajo: «Hasta mi forma de ver». El cuerpo, según la fotógrafa, es un pretexto para conocer al ser humano. ¿Pero lo es también su estética? «Sin duda. La moda es un arte. Lo creo. Aunque también pienso que a veces llevamos máscaras. Las personas más elegantes que yo he conocido pertenecían a pueblos primitivos. En 2000, en Etiopía, me encontré con tribus que no conocían la luz ni la Coca-Cola. Cubrían su cuerpo con cosas tan sencillas como hojas… Era increíble. Aunque parecían desnudos, estaban mucho más vestidos que yo, y con muchísima libertad. La moda es creatividad, pero depende de cómo te la tomes y la cuentes. Si te da felicidad y seguridad, adelante. Ahora, ¿el estilo? Para mí es genético. La elegancia viene de los sentimientos, aunque luego se puedan aprender cosas. No depende de que lleves un Prada o un Zara. No es cultural». Y se marcha con un sencillo vestido negro, su color fetiche. «Me gusta pasar desapercibida. Aunque también es pura comodidad». Hay una distinción en su forma de moverse, hablar y mirar; como en esas elegantes mujeres senegalesas que tanto admira. Y sí, tiene razón, la dignidad del ser humano es maravillosa.
Silvia Munt, directora
Xevi Muntané
SILVIA MUNT
Dirige y escribe desde 2000. «Llevo como 12 películas… o 13». La catalana se ha dejado crecer el pelo. Otro «me apetecía» en su currículo vital. «Mi manera de pasar los 40 fue decir: “Necesito hacer otra cosa”. Así que dejé un poco mi carrera de actriz y me fue bien. Si había que escoger, prefería el lío de defender una historia y construirla». Lalia (el relato de una niña saharaui que sueña con ver el mar) ganó muchos premios y le abrió puertas. «La cinta sigue a una mujer irrepetible e intenta entender sus distintas formas de ver la vida», explica. La figura femenina es una de sus continuas obsesiones. «La mujer es un alien que hay que reivindicar». El mestizaje es la otra. Guiones que parten del universo que conoce y quiere explicar.
El día 24 de noviembre el Festival de Cine de Valladolid estrena La granja del Pas, su último proyecto, que da voz a los desahucios. «Todo sucede en una casa a las afueras de Sabadell, donde se reúne gente con este problema. Es un homenaje al ser humano. Simboliza el paso del miedo y la frustración a la fuerza y las ganas de luchar», explica . ¿Por qué marca su carrera esta zozobra reivindicativa?: «Yo soy muy mala obedeciendo. Sobre todo si me mandan mal», ríe.
Aunque viene de dos estrenos recientes (Requisitos para ser una persona normal, de Leticia Dolera, y el filme para televisión El café de la Marina, que ha dirigido), a Silvia le da tranquilidad la discreción, replegarse un poco. «El mundo de la exhibición era una contradicción para mí. Aquí me siento más yo. Y si algo adoptas con la edad es hacer aquello con lo que te sientes bien». De ahí que curativo le parezca un buen adjetivo para describir esta fase que implica «ser independiente y libre». Ella no duda de que es la edad la que impone estas premisas. «A los 25 años hay que probarlo todo. A los 50, ser feliz». ¿Dónde queda en ese espacio la moda? «Es útil porque es divertida, y todo lo divertido ayuda. Además, es creativa y estimula. Es un arte con el que nos tenemos que aliar».
María Pages, bailaora
Xevi Muntané
MARÍA PAGÉS
En este momento se encuentra preparando la gira de sus dos últimos espectáculos, Yo, Carmen y Óyeme con los ojos. La coreógrafa y bailaora flamenca, premio Nacional de Danza 2002, lleva 26 años al frente de su compañía, luchando por demostrar que este arte no es algo estático, que tiene que estar abierto. «No soy ni la primera ni la última mujer que decide luchar por esta idea, pero he aportado una mirada y un convencimiento de que es arte en evolución continua, tradición en movimiento». La sevillana nos cuenta que, a pesar de venir de un entorno muy conservador, siempre se ha sentido libre. «No soy una mujer tradicional, me considero abierta, en lo personal y en lo profesional. Y veo eso como un tesoro de mi persona que intento cuidar, porque es lo que me va a dar la posibilidad de expresarme bien».
No le gusta sentirse encorsetada ni en su trabajo ni a la hora de elegir su armario. «Solo busco sentirme cómoda. Mi día a día me exige cambiarme de ropa y viajar tanto que al final solo busco la sencillez. Soy cien por cien práctica». Por su aspecto y por su personalidad, alegre y meditativa, quizá no responda a la imagen que muchos esperan de una bailaora. «Mi espectáculo Yo, Carmen tiene que ver con esto, con el mito de la mujer de Mérimée, con la idea totalmente masculina de lo que es o lo que tiene que ser una fémina. Yo no me veo representada en ella, he conseguido deshacerme de ese preconcepto. Pero ahora, en la madurez, ya te puedo decir que sé lo que soy, que eso es lo que hay y que el trabajo lo tienen que hacer los demás si quieren entenderlo».
José Toledo, presentadora
Xevi Muntané
JOSE TOLEDO
Su característica serenidad se ha convertido en un clásico de la televisión, medio en el que lleva 22 años. «Creo que eso proyecta credibilidad. Aunque a algunos les parezca muy seria». La elegancia es otro de los adjetivos que se ven siempre asociados a su persona. «Mi estilo es relajado, no me gustan los excesos. En eso influye el ser canaria, la temperatura, el mar… La libertad a la hora de vestir. Cuando tengo que arreglarme más, me pongo en manos de algún amigo diseñador, pero no dejo que la ropa me pueda».
Jose comenzó siendo modelo muy joven, sobre todo haciendo editoriales y publicidad en España y fuera: Italia, Francia, Reino Unido, EE UU… «Hice pocos desfiles, pero algunos importantes, como el primero de Dolce & Gabbana en Milán. ¡Y hasta vídeos musicales en Estados Unidos a mediados de los 80!», recuerda con orgullo y una sonrisa. En 1993 llegó el salto a la televisión a través de un casting. «Es un medio que me apasiona, aunque no me importaría probar en el cine. Me lo plantearon en algún momento y me veo capacitada, pero opté por lo que tenía seguro: la televisión. No quise arriesgar».
Su estilo también se ha adaptado de aquel tiempo a esta parte: «He aprendido a conocer mi cuerpo, mi estructura ósea, a saber lo que me favorece. Y sé que me encantaría cortarme la melena, porque me parece sexy y chic el pelo corto en una mujer. Pero no me atrevo, me ha dado tantas alegrías, he trabajado mucho gracias a él», bromea. «Da rabia pensar que no puedas llevar lo que quieras a una cierta edad. Hay que recurrir a lo que te haga sentir bien. Dejar tu autoestima en manos de otros no es un buen negocio. Si te levantas sintiéndote la reina de Saba, ¿por qué no vestirte así? Hasta la que no está tan estupenda tiene derecho a ponerse esa minifalda»
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