_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mila «malamadre»: viva Mila

Era tan cercana y presente, tan defectuosa y fascinante, por su omnipresencia televisiva (es lo que tiene Sálvame, un programa diario de cuatro horas) como por su carisma natural.

mila2

Recuerdo que cuando yo llegaba los lunes a Sálvame, afónica y despeluchada, me decían que estaba más “hijadeMila” que nunca. Me decían que me parecía físicamente, pero lo que yo deseaba internamente, era parecerme a ella en “lo otro”.

“Lo otro” de Mila Ximenez es una indefinible fortaleza esculpida de vulnerabilidad. Una colección de muescas de desobediencia de todos los mandatos silenciosamente femeninos que hemos asimilado como deseables.

Aunque jamás tuve una conversación mínimamente profunda con ella, la conozco como se dejaba conocer ella: con toda la crudeza de sus contradicciones. Era tan cercana y presente, tan defectuosa y fascinante, por su omnipresencia televisiva (es lo que tiene Sálvame, un programa diario de cuatro horas) como por su carisma natural.

Mila, que no fue ejemplo de nada –tal vez por eso– deja un legado abrumadoramente mundano y defectuoso. Y ahí es todo un gustazo verse reflejada: de ella he aprendido que hay sitio para las mujeres maduras en el periodismo. Mujeres con personalidad. Lejos de la corrección de cualquier colega televisiva treintañera, Mila Ximenez ha sido todo un referente como profesional hecha a sí misma, llena de pulsiones. Ella gritaba, se enemistaba o montaba un numerito como nos han adoctrinado para no hacer bajo ningún concepto.

De ahí su atractivo. Cualquiera se podía sentir identificada con ese “no aprender de los propios errores” o como ella diría, “cagarla” una y otra vez. Ese carácter a priori difícil, pero lleno de ternura, era su gran baluarte. Cascarrabias, de mecha corta, hiriente… Y a la vez incapaz de soportar algo siguiera parecido a un agravio o insulto.

Laboralmente, contó con el particular mérito de reencauzar su carrera con solo cuatro palabras: “Extraña, oscura, rara, siniestra”, los cuatro adjetivos que le prodigó a Isabel Pantoja. Esa capacidad de síntesis, de acidez y de emocionalidad, fue toda una lección de comunicación.

Porque, recordemos, Ximenez venía de una situación muy complicada económica y profesionalmente, probablemente por no agachar la cabeza y doblegarse. Vivió con la misma dignidad la fama que la falta de recursos.

Pero donde la dignidad llegó a su punto álgido, y donde su influencia ha sido todo un faro para mí y ojalá que para muchas, es con la manera en la que asumió la maternidad. Aprendiendo a trompicones, con todo en contra y rodeada de incomprensión. Lastró el estigma de “Mala madre” al rechazar la pensión compensatoria de su ex marido, el archi famoso tenista Manolo Santana, y dada su precaria situación, no se pudo ocupar de la crianza de su hija. Una vez más, Mila, presa de sus “errores”, tiró de honestidad y chulería, y pese a llorar y arrepentirse de la forma de gestionarlo, se ganó el amor incondicional de su hija. Y nada de perdón: consiguió una total y rendida admiración. Las pocas veces que Alba Santana se ha pronunciado al respecto, se ha deshecho en halagos y comprensión hacia su madre, entendiendo que generosamente supo mirar por su bienestar antes que por el propio. Mila me enseñó que ser (buena) madre implica errar, liberarse de exigencias aprendidas y actuar a veces en contra del propio instinto o la convención.

No en vano, demostró que una mujer puede vivir su máxima plenitud desde la soltería. Y aquella discreta pansexualidad en la que parecía haber vivido, resultaba igualmente admirable. Los locos ochentas, la Marbella más flashy, las noches y los días de disfrute… Ejemplo de una cierta forma de libertad, de saber que en esta vida estamos de prestado. Mila vino a darlo todo, a equivocarse, a vivir.

He trabajado con ella varias veces, aunque apenas he intercambiado frases y saludos. No hace falta. La conocí todo lo profundamente que se podía; impregnaba con su impronta. La admiraré siempre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_