De ‘normal’ a ‘real’: lo que Meghan Markle deja atrás para poder casarse
Hablamos con Marina Fernández, Directora de Relaciones Institucionales de la Escuela Internacional de Protocolo, sobre los grandes cambios que sufrirá la vida de la actriz al entrar en la familia real británica.
El Tignanello es un vino italiano tinto de color intenso que deja, según dicen, regusto a chocolate. Meghan Markle, posiblemente su fanática más célebre, lo disfrutaba en los restaurantes de Toronto, ciudad en la que vivía hasta hace poco, y significaba tanto para ella que hasta inspiró el nombre de su blog personal, The Tig. Ahora solo podrá saborear su bebida favorita en la más estricta intimidad. Puede parecer trivial, pero es bastante significativo. Lo anhelado que pueda resultar para algunos cambiar una vida ‘normal’ por una ‘real’ incluye sacrificios no siempre fáciles de asumir para una joven de 36 años en plena consolidación de su carrera interpretativa. Markle tenía una notable trayectoria como actriz, un blog de estilo de vida y unas redes sociales con más de tres millones de seguidores. A menos de un mes de su enlace con el príncipe Harry ya no queda ni rastro de lo anterior. En noviembre se anunció de forma oficial que abandonaba Suits, la ficción en la que había trabajado durante siete años como protagonista. Poco después eliminaba sus perfiles de Instagram, Twitter y Facebook, así como su web personal, en la que compartía sus recetas y hasta colgaba fotos de sí misma luciendo el look del día. Cambiar la alfombra roja por una estancia propia en el Palacio de Buckingham tiene un precio.
«El principal cambio en su vida es renunciar a su carrera cinematográfica», confirma a S Moda Marina Fernández, Directora de Relaciones Institucionales de la Escuela Internacional de Protocolo de Grupo EIP, que viajará hasta Windsor para cubrir el enlace el próximo 19 de mayo. «No es porque sea actriz, si fuera profesora o consultora de banca también debería abandonar su trabajo para ejercer uno nuevo: representar a la corona», añade. Markle tendrá agenda propia y pasará a representar a su majestad la reina Isabel II en viajes, visitas, eventos benéficos… Como duquesa (aún no se conoce su ducado, aunque se apunta al de Sussex) sus actividades profesionales anteriores quedan tan congeladas como sus redes sociales personales. «Probablemente compartirá el perfil social de Kensington Palace o quizá creen uno específico para los nuevos duques, pero en cualquier caso será institucional», asegura la experta. Ni rastro de los selfies, las fotos de comida o las imágenes de viajes que podría colgar cualquier chica de su edad. Que ella misma colgaba hace meses. Olvídense de saber si su filtro favorito es el Valencia o prefiere editar sus instantáneas con aplicaciones pro.
No cabe duda de que, si su álter ego digital pasa a representar a la casa real, la Meghan Markle de carne y hueso también. «Todo lo que diga se va a interpretar como un mensaje oficial», apunta la experta. «Personalmente creo que no hará referencias a su vida privada ni a su familia, puesto que no pertenece al universo royal y sería situarles en el punto de mira», añade. También tendrá que «descafeinar» sus ideas feministas puesto que no puede mostrar públicamente su ideología. En 2015, Markle pronunció un emotivo discurso en un evento sobre la igualdad organizado por Naciones Unidas en el que aseguró que su conciencia de género se despertó cuando solo tenía 11 años a raíz de un episodio vivido en el colegio y que «estaba muy orgullosa de ser feminista». Ahora que actrices como Emma Watson abanderan el movimiento, probablemente Markle jamás pueda volver a pronunciar un mensaje tan contundente como ese. «En la casa real defienden proyectos solidarios en favor de la naturaleza o los derechos humanos, pero no se posicionan ideológicamente», puntualiza la experta.
La exactriz, que ya ha entrado a formar parte de la Comunidad anglicana tras bautizarse y confirmarse en una ceremonia secreta para poder comulgar el día de la boda, no solo tiene que adaptar su credo al de su marido, también su imagen –analizada con lupa– debe pasar el filtro de su nueva posición. Ella, que es experta en agotar todo lo que se pone y que lucía las últimas tendencias en su vida anterior, deberá redefinir su estilo siguiendo los dictados del protocolo. Sus recientes elecciones estilísticas ya están mandando mensajes acerca de cómo será su look como miembro de la casa real británica: tendrá un punto moderno pero se alejará de los gustos y el glamour hollywoodiense. Para posar en las imágenes oficiales que anunciaron su compromiso con el príncipe Harry eligió un diseño de Ralph & Russo con transparencias en la parte superior que, si bien puede resultar atrevido en el contexto de la monarquía, pasaría desapercibido en una alfombra roja. Su vestido de novia, que tanta expectación genera, también irá en la misma línea. «No va a recoger el Oscar. Va a tener un peso institucional y lo elegirá en consecuencia. Lo que parece seguro es que vestirá de una firma británica a pesar de que ella sea norteamericana. Podría elegir Alexander McQueen como ya hiciera Kate Middleton o quizá Stella McCartney, una diseñadora a la que admira porque no utiliza pieles de animales en sus creaciones», teoriza Fernández.
En su nuevo papel como duquesa lucirá marcas británicas en los eventos celebrados en Reino Unido para apoyar la moda nacional y hará guiños a la estética de los países que visite, como ya está haciendo Kate Middleton. Por lo demás, «existen muchos mitos en cuanto a los colores que deben de llevar los miembros de la casa real o la altura de los tacones», puntualiza Fernández. «Se ha dicho que las mujeres de la familia real británica no pueden pintarse las uñas en colores oscuros pero lo cierto es que el protocolo no lo contempla. De hecho hay imágenes de Lady Di cuando era princesa llevando las uñas rojas. Es verdad que la manicura en tonos claro es costumbre pero no existe una obligación protocolaria», detalla la experta. «En cualquier caso, la imagen forma parte de una estrategia de comunicación y la casa real británica se apoyará en Meghan Markle y el príncipe Harry para rejuvenecer la suya», añade. Quién sabe si podríamos llegar a verla vestida de negro –color que tradicionalmente no utiliza la familia real británica al considerarse sinónimo de luto–, teniendo en cuenta que la casa de Windsor está buscando romper tabúes y contar con el beneplácito de las nuevas generaciones.
Markle, que nació en Los Ángeles y vivía en Toronto, tampoco podrá pasar tiempo en su país natal. Por motivos de seguridad debe vivir bajo el mismo techo que el príncipe Harry y solicitará la nacionalidad británica (para lo que, según contempla la normativa vigente, debería pasar un examen como todo hijo de vecino), aunque probablemente mantenga la doble nacionalidad. Al otro lado del Atlántico deja a su familia, sus amigos e incluso a una de sus mascotas, un perro que no puede viajar por su estado de salud. Allí quedan también sus trajes de abogada para interpretar a Rachel Zane en Suits, sus sueños de triunfar en Hollywood y una vida en la que expresar sus pensamientos o compartir digitalmente sus experiencias no necesitaba pasar por sesudos filtros protocolarios. La buena noticia es que en Nottingham Cottage –la residencia en la que vivirá la pareja– seguro habrá una buena despensa para guardar un par de botellas de Tignanello.
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