Lily Cole, la modelo intelectual de la escena inglesa
«La moda cambia el estado de ánimo y toca temas fundamentales, como los roles sociales, las percepciones ajenas o cómo expresamos nuestra individualidad»
Pecosa, de melena cobriza y aire irreal, Lily Cole (Devon, Inglaterra, 1988) es uno de los rostros singulares que ha definido el estilo británico durante la última década. Como modelo trabajó para McQueen, Chanel, Prada y fotógrafos como Steven Meisel o Tim Walker. Pero no solo se dedicó a posar. Se licenció en Historia del Arte en Cambridge con doble matrícula de honor (un double first); ha defendido causas medioambientales, participado en el Google Zeigeist 2012 junto a Bill Clinton, fundado la línea de moda sostenible The North Circular y creado una línea de maquillaje, también sostenible, para The Body Shop. Representó su primer papel protagonista como actriz en El imaginario del doctor Parnassus (2009) y acaba de estrenar su último trabajo, Blancanieves y la leyenda del cazador. Nadie puede acusarla de indolente. Pero durante esta sesión de fotos tenía la mente puesta en otra parte. Al día siguiente presentaba en el festival de Cannes Confessions of a Child of the Century, junto a Pete Doherty y Charlotte Gainsbourg. Más tarde, frente a un café con leche de soja y un zumo de naranja, se justificaría: «Ya no me dedico a ser modelo. Solo acepto trabajos relacionados con labores promocionales o campañas sostenidas por proyectos interesantes».
¿Qué es lo que le resulta frustrante de ser únicamente modelo?
No exige suficiente participación. Respondes a las decisiones y creatividad de otros, tu trabajo es limitado.
¿Qué diría a los que creen que la industria de la moda es superficial?
En cierta manera estoy de acuerdo. Se basa en las ventas, una premisa destructiva y no muy valiosa. Imagina pedir a un artista que pinte una serie de lienzos cada seis meses. Pero también es un sector creativo y se dedica a algo tan intrínseco en la condición humana como el abrigo o el adorno. Cambia el estado de ánimo y toca temas fundamentales, como los roles sociales, las percepciones ajenas o cómo expresamos nuestra individualidad.
¿Se sentía diferente a las otras modelos?
No me gusta la idea de agrupar a las modelos bajo una categoría. Lo único que tenemos en común es cierto físico. Y muchas veces ni elegimos dedicarnos a esto; nos descubren, como a mí.
¿Está de acuerdo con la decisión de Vogue de no contratar a modelos menores de 16 años?
Me alegro de haber empezado a los 14 años, pero no lo querría para mi hija. El otro día me encontré con una foto mía a esa edad y… ¡era un bebé! Eres vulnerable y esta industria puede crearte inseguridades. No es un buen ambiente, es preferible que juegues con tus mascotas y que disfrutes de ser una niña mientras puedas.
Viene de una familia artística. ¿Qué opinaban sus padres?
En aquella época mi padre vivía en el extranjero y no estábamos en contacto, y mi madre no se enteraba demasiado. Yo tenía muchas cosas en la cabeza y por eso me vino bien empezar a trabajar, porque me distraía. Más tarde, mi madre se dio cuenta de que había tenido éxito y se sorprendió. Pero ella siempre me anima a vivir nuevas experiencias.
Como activista, ¿qué asuntos apoya en estos momentos?
Fundamentalmente los ecológicos. No entiendo que alguien siga sin enterarse: ¡es lo que vamos a dejar a nuestros nietos! Tardamos mucho tiempo en evolucionar y por nuestro estúpido comportamiento estamos a punto de extinguirnos. También me interesa la justicia social y todo lo que tiene que ver con los cambios en esas estructuras, como el comercio justo.
¿La crisis ha hecho perder el interés en estas cuestiones? Espero que abra puertas. La gente es más proclive a alternativas cuando lo que le dan no funciona. Es lo que estoy trabajando con mi proyecto Impossible.com. Imagino que se consumirá menos, lo que beneficia al medio ambiente. Pero, al mismo tiempo, queremos ahorrar, y todo lo orgánico es caro.
¿Notó un cambio de actitud hacia usted por parte de la industria de la moda cuando empezó a hablar sobre estos temas?
Mi agente me preguntó si no me preocupaba morder la mano que me daba de comer. Pero yo no vivo con miedos. No soy antimoda, la industria no tiene toda la culpa. Es un tema de estructuras generales. Solo creo que hay que prestar atención a la manera en la que fabricamos productos. Gracias a mi iniciativa me han salido otros trabajos, se aprecian y entienden mis valores. Además, nunca quise ser modelo para toda la vida.
¿Viste con ropa ecológica?
No lo suficiente. Intento llevar prendas de fibras naturales y doy mi apoyo a diseñadores con conciencia ecológica como Stella McCartney. Si más gente hiciese lo mismo, se notaría el cambio.
Con respecto a las rutinas de belleza, ¿utiliza productos orgánicos?
¡Qué va! Me encantaría comer orgánico y practicar yoga a diario, pero soy muy inconstante. A los 10 años me hice vegetariana, pero hoy como carne y pescado, aunque siempre de fuentes sostenibles. A decir verdad, me siento más sana desde que dejé de ser vegetariana. En cuanto a los cosméticos, evito los componentes químicos, pero no todo lo orgánico le va bien a mi piel. Los productos que más utilizo son de las firmas REN, Moroccanoil y The Body Shop.
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