Las Molina, un clan que brilla
Lo mismo se emocionan con los ojos vidriosos que ríen a carcajadas. Y en el pensamiento, siempre un nombre: Antonio, el padre y abuelo, el mito que se marchó hace 20 años. Ángela, Mónica y Olivia cuidan su apellido como oro en paño.
Ángela se ha levantado hoy coreando un nombre: «¡Obama! ¡Obama!». Esta mañana, las noticias anuncian que el candidato demócrata ha sido elegido por segunda vez como presidente de Estados Unidos. «Nunca pensé que iba a ser de otra manera. Es un ser necesario para el mundo. Es exquisito en su inteligencia, un visionario y está aliado con un espíritu especial», comenta. «Y tiene una mujer cojonuda», añade Olivia. «Pero si hasta canta bien, ¡es un artista! El político más completo que pueda existir», concluye Mónica.
Intuyo que la entrevista a tres promete, porque las Molina se complementan perfectamente las unas a las otras. De hecho, mientras ellas bromean al posar para la portada diciendo que podrían ser Los Ángeles de Charlie, los presentes tenemos una sensación, cuanto menos, curiosa: parece que estemos inmortalizando a la misma mujer en tres etapas diferentes de su vida. Esa ilusión óptica se desvanece en dos minutos, cuando la veterana de la familia coge brío y empieza a sugerirle –directa al grano como es– al fotógrafo cuáles son las imágenes que debe escoger. Entonces, desvío la mirada hacia Olivia y le digo con ironía: «¡Cómo manda!». A lo que ella responde: «¿Mi madre? ¡Ella siempre manda!». Así es: Ángela (57 años) es el temperamento y la experiencia; Mónica (44 años), la templanza y la serenidad; y Olivia (32 años), la frescura y la ternura. Pero en casa de esta saga de artistas las diferencias se salvan con respeto y admiración. «Lo que más valoro de mi hermana y de mi hija es la fidelidad y la bondad que me profesan. Sé que es inconmensurable, sé que no tiene fin», dice Ángela. «Yo pondría la mano en el fuego por cualquiera de ellas, es un sentimiento real», contesta Olivia. «Y además eso lo extendemos a toda mi familia en general. Darías lo que te pidieran», remata Mónica.
Mónica lleva vestido de Roland Mouret para Ekseption; Ángela luce vestido de Gucci; y Olivia viste camisa de seda de Alexis Mabille.
NICO
Han tenido unos padres/abuelos muy modernos para le época que les tocó vivir…
Mónica: Absolutamente. Han ido evolucionando con nosotros. Siempre nos han dejado tomar nuestras decisiones aun a sabiendas de que podíamos darnos un golpetazo.
Ángela: Digamos que nos avisaban del peligro pero nos dejaban elegir. Además, siempre han sido muy abiertos. Nuestra casa era un pueblo en sí misma: aparte de los ocho hermanos, entraba y salía gente constantemente y no paraban de suceder cosas distintas…
¿Hoy en día es así?
Olivia: Bastante parecido, sí (ríe).
M.: Aún huele a hoguera.
Antonio Molina. Cuando piensan en él, ¿qué ven primero, al mito o al padre/abuelo?
O.: Es todo uno.
M.: Tiendo a ver más al padre que al artista. Lo llevo muy adentro. Sobre todo la grandeza de su entrega, su generosidad y su humildad. Él lo entendía y lo aceptaba todo. Y las cosas que le gustaban menos, las enfrentaba con humor.
Á.: El artista es de todos y el padre es de uno. Mi padre tenía un don, era prodigioso. Y, como sabía que era algo que le había sido dado, asumió la responsabilidad de dárselo a los demás. Y lo habría hecho hasta el final de sus días si la edad se lo hubiera permitido. De hecho, así nos lo hizo saber: «Me habría ido cantando».
Vestido de Dolce & Gabbana.
NICO
Y, de algún modo, todavía sigue cantando, porque sus temas han puesto música a la vida de mucha gente. ¿Es así?
Á.: Todos los días hay alguien que me habla de mi padre. Papá ha cantado a todo y en todos los sitios. No hay ciudad, pueblo o aldea que no lo haya visto. Se pateó España, día tras día. Y la gente lo vivió, se acercaron a él y hablaron con él… Por eso es un recuerdo tan vivo. Permanece en la memoria de las personas que se encargan de conservar las historias sobre él. Mi padre es de ellos. Se mima, se respeta y se cuida.
¿Y qué hay de la madre/abuela, Ángela Tejedor, que siempre permanece en un segundo plano y crió a ocho hijos?
O.: La abuela es increíble. El pilar que nos sostiene a todos.
Á.: Ha sido el timón del artista. Sin ella no habría podido navegar libremente. Es una persona muy inteligente que aceptó la vida del hombre que le había dado todo.
M.: Se entregó a la causa por el amor que le tenía.
Á.: Ahora es nuestra luz, nuestra guía.
M.: Es curioso eso que dicen. Solo cuando eres madre estás más capacitada para entender a la tuya.
O.: Sí, de repente la vida te da la vuelta. Ahora es cuando entiendo la incondicionalidad de ese amor.
Á.: Cierto, pero aunque quieras proteger a tu hijo también hay que saber dejarlo volar, porque ese ser ha nacido con lo mismo que tú. Tienes que respetarlo, amarlo y favorecer que salga lo que tiene dentro. Mi arte es mi trabajo y mis hijos son mi talento. Son lo que más quiero en el mundo.
Ángela, con vestido de Bottega Veneta.
NICO
Hace dos meses Olivia daba a luz a Vera. Ángela tiene cinco hijos, de 32 a 9 años. Y Mónica, a Candela, de 10. Al hablar de todo lo referente a la familia se les humedecen los ojos de forma instantánea. Al bromear, ríen a bocajarro. La complicidad y la espontaneidad están en el aire. Juntas, desaparecen las artistas y surgen las madres, hijas, hermanas.
Han recibido mucho cariño a través de la gente que recuerda la figura de Antonio Molina y también de su propio público. Cuando la artista se encuentra sola en casa y el trabajo o la inspiración no llegan, ¿cómo se soporta el vacío?
Á.: Alguna vez he caído en la tentación y no he podido evitar pensar: «¿Podrá el público vivir sin el amor que les doy cuando yo no puedo vivir sin el amor que me dan ellos?».
M.: Un artista tiene la necesidad de desarrollar su arte y es frustrante si no lo hace. Afortunadamente lo compensas de forma constante con otras cosas de tu vida, que está cargada de sentimientos distintos. De todos modos, también necesitas esos momentos en los que aparentemente no ocurre nada. Son buenos para recargarse, observar y luego dar más.
O.: Mi vida está muy llena. No necesito dramatizar con eso.
¿Recuerdan el día en el que decidieron ser artistas?
O.: No recuerdo el momento exacto. Es un camino…
Á.: ¿No lo recuerdas? ¡Pues yo me acuerdo perfectamente! Cuando me lo dijiste, me partiste el corazón.
O.: Bueno, sí, te lo dije en una comida, pero antes no lo tenía decidido, fue paso a paso…
Á.: ¿Que no lo tenías decidido? ¡Y bien decidido que lo tenías desde niña! ¡Pero si aún llevabas calcetines! Olivia sentía su norte y me lo comunicaba sin tener conciencia de ello. Una vez fui a verla al colegio porque interpretaba una obra de teatro. Estaba todo el rato en el centro del escenario, haciendo un monólogo impresionante. Me emocionó porque era inocente y probablemente en ese momento no sabía que quería pertenecer a este oficio. Pero yo ya sabía que había nacido para eso. Al cabo de dos o tres años me lo comunicó. ¡Ay, era tan buena estudiante! Nunca se me habría ocurrido que iba a decirme eso tan convencida.
O.: Eso lo sientes así. Cuando llega, es una certeza.
M.: Pienso como Olivia. Yo lo tuve muy claro. Sé dónde y cómo fue. En Salamanca, en la presentación del primer disco. Nunca había cantado en directo. Y al subir al escenario supe que eso era lo que quería hacer. Lo sentí y lo vi clarísimo.
Á.: Tengo muchos recuerdos de infancia. Uno que persiste es verme llorando contemplando una actuación de mi padre a escondidas. El actor Paco Martínez Soria le dijo a papá: «Ahí en el palco hay una niña emocionada que me tiene…». Y él se dio cuenta de que era yo. Papá me transmitió su arte, tanto en los escenarios como en casa, donde también cantaba.
Mónica: «Llevo a mi padre muy adentro. Sobre todo la grandeza de su entrega y su humildad».
NICO
¿Cuándo les pidieron su primer autógrafo?
O.: Yo creo que el primer autógrafo que me pidieron fue el de mi madre. Es genial ese momento en el que la gente te dice: «¿Tú eres actriz, no? Pues que sepas que me encanta tu madre».
Á.: A mí también me pasa. Cuando me encuentro chicos jóvenes, me preguntan: «¿Tú eres la madre de Olivia Molina?
M.: Pues para mí lo mejor es cuando me dicen: «¡Adiós, Ángela!». ¡Siempre nos confunden!
Á.: Y, claro, cuando nos confunden, a mí me da un subidón.
Mónica acaba de sacar un disco, Mar blanca, en el que recupera las canciones de Antonio Molina. ¿Les gusta?
O.: ¡Mucho! Somos fans incondicionales. Estamos ahí en la primera fila de todos los conciertos.
Á.: Mónica es el eco de mi sensibilidad.
Si la película de Pablo Berger, Blancanieves, de la que es protagonista Ángela, llega a los Oscar (actualmente es la candidata de España), ¿también se pondrán en primera fila para verla desfilar por la alfombra roja?
Á.: ¡Uy, qué tontería! ¡Pues anda que no he pasado yo veces por la alfombra roja… la tengo puesta en mi casa! A mí me dan igual los Oscar que los Goya. Lo que permanece es el trabajo bien hecho. Y el de Berger es y será una obra maestra.
¿Qué piensan de la subida del IVA en la cultura?
Á.: La cultura es la miel de la sociedad. Yo no soy nada victimista y creo que, digan lo que digan, recorten lo que recorten, la necesidad de esa cultura es más grande.
O.: Pero afecta. Están tocando todos los pilares básicos de una sociedad sana. A mí, particularmente, me desencanta.
M.: Lo bueno es que los desacuerdos crean mucha conciencia social. Y ahora estamos más unidos que nunca.
Vestido de Dolce & Gabbana y sortija con brillantes, platino y ónix de Bárcena.
NICO
Las tres, en algún momento de sus carreras, han protagonizado campañas de moda y belleza. ¿Cómo ha sido de importante la imagen en sus trayectorias?
Á.: No podemos engañarnos. La belleza ayuda, pero no es la parte más importante del asunto. Si no hay fondo, no hay nada.
O.: No garantiza nada. Pero sí es cierto que vivimos en la sociedad de la vista y que todo entra por los ojos.
¿Les interesa la moda?
Á.: Todo el mundo crea moda, es un arte que está en la calle. No es un tema nada frívolo: expresarte a través de lo que te pones es una necesidad del ser humano.
Este es nuestro número dedicado a las joyas. ¿Les gusta este tipo de complemento?
O.: Es la guinda de un look. Algunas son obras de arte.
M.: Me cuesta verlas en mí, pero me encanta verlas en otros.
Á.: Tengo joyas heredadas que las utilizo para vestir a mis personajes. Y en mi vida, me gusta que me acompañen en momentos especiales. Sí, creo en la belleza de la joya.
Cirugía sí, cirugía no.
O.: Que cada uno haga lo que quiera. Puede ayudar a superar complejos grandes, por ejemplo. Pero siempre con medida.
M.: No, sería incapaz. En la calle hay verdaderos monstruos. Yo creo que es muy bonito que el tiempo se refleje en tu piel.
Á.: Eso no es belleza. Lo veo como un imposible. No me interesa. ¿A ti te gustaría ver a tu abuela con cara de pez?
No, a mi abuela no me la imagino.
Á.: Pues eso.
Vestido de piel de Pucci y aros en oro amarillo de la colección Love de Cartier.
NICO
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.